Texas, Nuevo México, Arizona, California…
Hoy evocan vaqueros, duelos al sol y el mito del Lejano Oeste. Pero durante más de dos siglos, esas tierras formaron parte del Imperio español.
Antes de los cowboys, ya había exploradores, soldados y frailes cabalgando bajo el estandarte de Castilla, levantando presidios, fundando misiones y dando nombre a ciudades y ríos que aún conservan su origen hispano.
Mientras Hollywood nos vende un Oeste conquistado por estadounidenses, la historia real fue muy distinta: la primera frontera norteamericana hablaba español.
Y su defensa dependía de un grupo de soldados únicos: los dragones de cuera, una tropa mestiza formada por españoles, criollos, indígenas y mulatos, cuya misión era mantener viva la frontera más extensa y peligrosa del planeta.
El Virreinato de Nueva España, con capital en Ciudad de México, llegó a abarcar 7,7 millones de kilómetros cuadrados —más que el Imperio romano en su apogeo—, incluyendo territorios que hoy pertenecen a Estados Unidos: California, Texas, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado, Kansas, Oklahoma, Luisiana y Wyoming.
Pero tanta tierra tenía un problema: era casi imposible de defender.
Ahí entran en escena los dragones de cuera. Desde los presidios —fortalezas de adobe o piedra en mitad del desierto—, patrullaban miles de kilómetros a caballo, fundando pueblos y manteniendo el orden entre apaches, comanches, franceses, ingleses y rusos. Eran la frontera viva del Imperio español.
Su enemigo más temido fueron los comanches, señores de las Grandes Llanuras, que durante décadas sembraron el terror con ataques relámpago imposibles de contener.
Hasta que llegó un hombre dispuesto a cambiar la historia: Juan Bautista de Anza, hijo de un militar vasco y símbolo de la frontera norte. En 1779, Anza organizó una expedición legendaria para derrotar al jefe comanche Cuerno Verde, en lo que hoy es Colorado.
La batalla fue brutal. Cuerno Verde cayó junto a su hijo y su séquito. Por primera vez, los españoles vencieron a los comanches en su propio terreno.
Aquel triunfo dio paso a algo impensable: una paz duradera. En 1786, españoles y comanches firmaron un tratado en Pecos que selló una alianza inédita, conocida como la Pax Anza, que permitió décadas de convivencia entre colonos, pueblos y tribus.
Fue la auténtica conquista del Oeste, un siglo antes de que los Estados Unidos existieran.
Una historia que apenas se enseña, pero que explica por qué nombres como San Antonio, Santa Fe, Monterrey o San Francisco siguen recordando que el Lejano Oeste, antes que americano, fue español.
En este episodio de Noches de Historia, cuento con la colaboración de Mariano Gómez, autor del libro comanchería que puedes comprar desde aquí: https://amzn.to/3JxdjYz
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