Para la mayoría de nosotros es mucho más fácil aceptar el perdón de Dios que perdonarnos a nosotros mismos. Por eso, en ocasiones seguimos sintiendo culpa por un pecado que ya confesamos, que Dios ya olvidó. Nos obsesionamos tanto por los errores del pasado, que nos perdemos las oportunidades del futuro. Erróneamente, pensamos que nuestras caídas nos descalifican para que Dios vuelva a usarnos. Sin embargo, la culpa nunca ha sido un combustible que funcione; más bien, es corrosivo y oxidante. Recordemos que Pedro falló tres veces y, aun así, Jesús volvió a encomendarle su misión. El genuino arrepentimiento de Pedro, sus lágrimas y la gracia del Señor lo sacaron del fondo del abismo.
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1:22:09
La sombra del miedo
Dios no dice amarnos sólo si nos portamos bien. Él promete amarnos consciente de todo el tiempo en que nos portaremos mal. Sin embargo, vivimos peleando la vida al igual que hizo Jacob; y como a él, nuestras peleas no nos descalifican ante nuestro Padre. Recordemos que Dios hace grandes cosas a través de la gente rota. No tenemos que ser perfectos para ser amados. Tomemos nuestra culpa en la mano como si fuera una piedra y entreguémosla al Señor. Él no va a abandonarnos, aunque tenga que dejarnos cojos o rengos hasta que enfrentemos nuestra sombra del miedo.
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1:03:14
Noches de invierno
Los cristianos solemos creer que la ansiedad y la depresión, son problemas que se arreglan con oración, “declarando” victoria, y “decretando” que somos libres; y vamos por la vida sufriendo nuestro invierno en solitario, ocultando nuestra depresión, crisis y batallas. Sin embargo, recordemos que mientras no seamos relevados de nuestras funciones del Reino y de nuestro llamado, debemos permanecer. Concentrémonos menos en nuestra tristeza y más en Su poder. El Señor nunca deja de obrar para nuestro bien. ¡Vamos a bendecir y agradecer por nuestras noches de invierno!
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1:14:01
El cielo puede esperar
El libro de Josué nos alienta en esos momentos de crisis en los que sentimos que nos quedamos sin oxígeno, recordándonos que Dios nos tiene reservada una “Tierra Prometida”. Pero nuestro Canaán no representa el cielo, sino a la vida que podemos vivir ahora. Cuando entregamos nuestro corazón a Cristo, ya tenemos todo lo necesario para ser lo que Dios desea para cada uno de nosotros. La conversión es más que la remoción de pecado; es un depósito de poder porque ¡Compartimos la misma herencia de Cristo! Todo lo que debemos hacer para entrar en nuestra Tierra Prometida es caminar en fe por la vida, tomados de Su mano.
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1:17:48
La iglesia nostra
Si alguna vez vamos a amar de la forma en que Jesús ama, debemos comenzar por entender que la iglesia debe ser un hospital del alma que acepte a todo aquel que llegue buscando ayuda. El peor alcohólico, la persona más iracunda, el criminal más peligroso, el mayor adicto, el más chismoso, el más lujurioso, el más racista, el miembro más disfuncional de la familia, la persona más odiosa que conocemos, y nosotros mismos... todos estamos invitados a la mesa del Señor. Seamos puertas y no barreras para que otros puedan acercarse al Padre. ¡Un mensaje retador!