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Epistolar

Podcast Epistolar
Antología de lo íntimo
Escribir cartas es una de esas cosas que dejamos de hacer. Este podcast busca rescatar algo que parece un arcaísmo. Artistas le pondrán la voz y el sentimiento ...

Episodios disponibles

5 de 184
  • Carta de Anthony Hopkins al actor de "Breaking Bad"
    Este es el episodio 184 desde el inicio de Epistolar y el último de la sexta temporada. Como siempre, queremos darte las gracias por estar ahí y darle sentido a este trabajo. En las redes te iremos contando las novedades y cómo sigue este proyecto. Ahora, las cartas. En el mundo del arte -y en otros mundos también para ser sinceros-, el ego es pan de todos los días. El vínculo de los artistas y el ego es algo particularmente complejo. Ahí están siempre al acecho la tentación de sentirse superior, compararse con otros, demandar reconocimiento, pavonearse de las habilidades… Y así la lista podría continuar. Pasa también que algunos grandísimos creadores son capaces de trascender el ego artístico. Y conectar con el ser artístico propio y el de otros. Esta carta es una historia de esas. Anthony Hopkins está en su casa de Malibú y acaba de terminar una maratón de “Breaking Bad”. Es casi medianoche y está maravillado con lo quea caba de ver. En un acto de gran generosidad, Hopkins le escribió inmediatamente a Bryan Cranston, actor y productor de la serie. Le dice que la producción es brillante y que su actuación es lo mejor que vio en su vida. Le agradece por su trabajo y le dice que gracias a él recuperó la confianza en la industria. No señor. Nada de egos ni de pavoneos tontos. Un grande entre los grandes elogia a un actor maravilloso. Lee el actor, docente y promotor cultural Pepe Cantellano. *** Querido señor Cranston, quería escribirle este email, así que le he contactado a través de Jeremy Barber, resulta que ambos estamos representados por UTA. Genial agencia. Acabo de terminar una maratón de 'Breaking Bad', desde el episodio 1 de la primera temporada hasta los ocho episodios de la sexta. (He descargado la última temporada por Amazon) Un total de dos semanas de visionado (adictivo). Nunca he visto nada parecido, es brillante. Su actuación como Walter White es la mejor actuación que he visto nunca. Se que hay mucho humo y chorradas en este negocio, y he perdido un poco la capacidad de creer en algo con certeza. Pero este trabajo suyo es espectacular, absolutamente asombroso. Qué extraordinario es el poder compartido por toda la producción ¿Qué fueron, cinco o seis años para hacerla?Cómo los productores (siendo usted uno de ellos), los guionistas, directores, cámaras... Cada departamento, casting, etc, se las han arreglado para mantener la disciplina y el control desde el principio hasta el final es (palabra sobreutilizada) increíble. Desde lo que empieza como una comedia negra, desciende en un laberinto de sangre, destrucción e infierno. Es algo como Jacobeo, Shakesperiano o una tragedia griega. Si alguna vez tiene la oportunidad, podría pasar mi admiración hacia todos (Anna Gunn, Dean Norris, Aaron Paul, Betsy Brandt, R.J. Milte, Bob Odenkirk, Jonathan Banks, Steven Michael Quezada) a todos. Todos dan una clase magistral de interpretación... La lista es interminable. Muchas gracias. Este tipo de trabajo/ arte es raro, y cuando, de vez en cuando, ocurre, como en este épico trabajo, restaura la confianza. Usted y todo el casting son los mejores actores que he visto. Esto os debe de sonar como una fumada sin fundamento, pero no lo es. Es casi medianoche aquí en Malibú, y sentía la necesidad de escribir este email. Mi más sincera enhorabuena y profundo respeto. Es usted de verdad un actor genial, genial. Saludos, Tony Hopkins
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    7:16
  • Carta de Miguel Hernández a Juan Ramón Jiménez
    Miguel Hernández fue uno de los poetas decisivos de la primera mitad del siglo XX. Su figura es múltiple y en él confluyen muchos artistas: el poeta barroco, el poeta social, el poeta antibélico, el poeta del dolor y de la muerte… Y así la lista podría continuar. Fue también llamado el poeta pastor porque ejerció ese oficio en su Orihuela natal. Vivió sólo 31 años. Fue apresado por el franquismo, castigado por la tuberculosis y la desnutrición. Cuando estaba en la cárcel, su mujer Josefina Manresa le mandó una carta en la que le decía que sólo tenían pan y cebolla para comer. Como respuesta, el poeta compuso “Nanas de la cebolla”. En esta carta, un jovencísimo Miguel Hernández le escribe a Juan Ramón Jiménez, que ya era un poeta consagrado y que, décadas después, ganaría el Nobel de Literatura. Le cuenta que es pastor, que escribe poesía y que le gustaría viajar a Madrid para conocerlo y leerle algunos versos. Es una carta preciosa, en la que se ve, de forma vívida, su amor por la naturaleza y su atracción por la palabra poética. Lee el actor y locutor Carlos Toral Conde. *** Orihuela, noviembre de 1931 Venerado poeta: Solo conozco a usted por su «Segunda Antología» que -créalo- ya he leído cincuenta veces aprendiéndome algunas composiciones. ¿Sabe usted dónde he leído tantas veces su libro? Donde son mejores: en la soledad, a plena naturaleza, y en silenciosa, misteriosa llorosa hora del crepúsculo, yendo por senderos empolvados y desiertos entre sollozos de esquilas. No le extrañe lo que le digo, admirado maestro; es que soy pastor. No mucho poético, como lo que usted canta, pero sí un poquito poeta. Soy pastor de cabras desde mi niñez. Y estoy contento de serlo porque, habiendo nacido en casa pobre, pudo mi padre darme otro oficio y me dio este que fue de dioses paganos y héroes bíblicos. Como le he dicho, creo ser un poco poeta. En los prados por que yerro con el cabrío ostenta natura su mayor grado de belleza y pompa; muchas flores, muchos ruiseñores y verdones, mucho cielo y muy azul, algunas majestuosas montañas y unas colinas y lomas tras las cuales rueda la gran era del Mediterráneo. Por fuerza he tenido que cantar. Incluso, tosco, sé que escribiendo poesía profano el divino arte... No tengo culpa de llevar en mi alma una chispa de la hoguera que arde en la suya. Usted, tan refinado, tan exquisito, cuando lea esto, ¿qué pensará? Mire: odio la pobreza en que he nacido, yo no sé... por muchas cosas... Particularmente por ser causa del estado inculto en que me hallo, que no me deja expresarme bien claro, ni decir las muchas cosas que pienso. Si son molestas mis confesiones, perdóneme, y... ya no sé cómo empezar de nuevo. Le decía antes que escribo poesías... Tengo un millar de versos compuestos, sin publicar. Algunos diarios de la provincia comenzaron a sacar en sus páginas mis primeros poemas, con elogios... Dejé de publicar en ellos. En provincia leen pocos los versos y los que los leen no los entienden. Y heme aquí con un millar de versos que no sé qué hacer con ellos. A veces me he dicho que quemarlos tal vez fuera lo mejor. Soñador, como tantos, quiero ir a Madrid. Abandonaré las cabras -¡oh, esa esquila en la tarde!- y con el escaso cobre que puedan darme tomaré el tren de aquí a una quincena de días para la corte ¿Podría usted, dulcísimo Juan Ramón, recibirme en su casa y leer lo que le lleve? ¿Podría enviarme unas letras diciéndome lo que crea mejor? Hágalo por este pastor un poquito poeta, que se lo agradecerá eternamente. Miguel Hernández
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    7:16
  • Carta de amor tempestuoso de Elizabeth Taylor
    Elizabeth Taylor fue una estrella de cine casi desde la cuna. Alguien que a los 10 años filmó su primera película y se hizo famosa de una vez y para siempre. Quizá la palabra famosa le quede chica. Era una celebridad planetaria de una belleza hipnótica y una mirada profunda de color violeta. Taylor ganó dos Oscars de la Academia y alguna vez dijo que estaba harta de su belleza y del estrellato de Hollywood. Fue famosa también por sus amores. Se casó ocho veces con siete hombres, lo que la convirtió en pasto de la prensa sensacionalista. Lo hizo dos veces con Richard Burton, a quien conoció filmando “Cleopatra”. Fueron la pareja del momento. Fueron también dos grandes amantes del exceso. Bebían en exceso. Gastaban en exceso. Y, si cabe el término, se amaban en exceso. La relación fue tan intensa que pasó a la historia de Hollywood. Esta carta de amor, escrita en lápiz, es un botón de muestra de ese amor tormentoso. Elizabeth le escribe a Richard, un gran mujeriego, en el décimo aniversario de bodas. Y pocos días antes de una de sus tantas rupturas. Le dice te amo. Le dice te odio. Le dice dame más. Lee la actriz Josefina Bocchino. *** Mi querido, (mi todavía) marido: Desearía poder hablarte de mi amor por ti, de mi miedo, de mi deleite, de mi puro placer animal por ti (y contigo), de mis celos, de mi orgullo... De mi ira hacia ti, a veces… Sobretodo quiero hablarte de mi amor por ti y el amor que sea que puedas darme. Desearía poder escribir sobre ello, pero sólo puedo hervir y quemarme por dentro y esperar que entiendas lo que realmente siento. En cualquier caso, te deseo. Tu (aún) esposa. Liz PD: Oh, amor, ¡nunca más nos demos por sentados el uno al otro! ¿Qué te parece? ¡¡10 años!!
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    5:50
  • Carta de Rufino Tamayo sobre el arte de ser libre
    Rufino Tamayo fue uno de los artistas mexicanos más trascendentes del siglo XX. Junto con los considerados “Los Tres Grandes”: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Siqueiros. Su obra se destaca por los colores sobrios, por los lienzos sensuales, por la síntesis de sus formas… Un virtuoso en técnicas clásicas y un gran innovador, principalmente en el arte de la estampa. Fue también un artista que de forma consecuente promovió discursos de humanidad y de libertad. En este episodio elegimos dos cartas dirigidas a Olga, su compañera durante 57 años y a quien pintó en numerosos retratos. La primera carta es, casi, una oda a esa libertad, con postales de su infancia y del descubrimiento de la pasión por el arte. Y la segunda es casi un adiós a su pareja, cuando tenía 92 años. Lo hace con una frase bellísima: “Adonde me lleve la historia quiero estar a tu lado”, le dice. Lee el actor Enrique Cueva. * New York 1927 Olga mía, una vez dije que mi gran tesoro siempre estuvo retratado en cada cuadro. ¿Dónde?,me preguntaban asombrados, sin darse cuenta de que hablaba del gran sentido de libertad que me llevó a pintarlos. No sé si la palabra “libertad” signifique lo mismo para todos. Yo la veo como a un par de alas con las que puedo despegar al infinito. Las tuve desde siempre y estuvieron ahí para auparme en los peñascos de los que estaban a punto de caer. Recuerdo, por ejemplo, cuando nos mudamos con tía Amalia a la capital. Nunca antes había visto una ciudad tan grande, un cielo lacrimoso bajo el cual miles de personas iban y venían de todas partes. Me tocó vencer el gris con el que nos tiñe el miedo y caminar de la mano de la tía las cuadras que separaban el paradero de camiones de la casa. Tampoco le di oportunidad al miedo cuando trabajé en el mercado. Tía Amalia tenía un puesto de frutas en el que yo hacía los mandados, cuidaba, vendía. Todo un administrador, figúrate. Eso hasta los 17 años, porque entonces se me metió en la cabeza esta ola de hacerme pintor. ¿De dónde la habré sacado, mi Olga? Lo cierto es que ese deseo no llegó solo: lo acompañaba una terquedad invencible. Nada pudo detenerme en mi intento por crear. Sí, es cierto, había más de un profesor en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos que me decía que mi trabajo era premonitorio. ¿En verdad?, preguntaba emocionado; “sí”, decían, premonitorio del fracaso. No les hice caso y cuando se pusieron más valerosos los dejé dentro de sus paredes. Renunciar a la Escuela no fue tan malo. Afuera, supe el valor de la disciplina propia para alcanzar las cosas que uno anhela. Levantarme temprano, leer hasta el mediodía, dibujar y pintar hasta que los ojos me ardieran como brasas, era parte de la rutina. Lo juro, mi Olga, así fueron apareciendo los primeros cuadros como milagros. Me dormía cansado en el taller y al amanecer la luz del nuevo día los desvestía para mostrármelos: formas, grietas, planicies, rostros que no tenían nada que ver con la realidad pero que en su deformación eran los rostros que había guardado en el alma. Creo que en alguna ocasión te lo conté, ahora mi recuerdo es un poco disperso por el calor que inunda la habitación, por eso me disculparás si vuelvo a inquietarte con esto: cuando me mudé a mi primer taller yo sentí un mal presagio. No podía creerlo, hasta en las cosas más mínimas me perseguía mi fantasma oaxaqueño: la ventana de aquel taller daba a una calle llamada “De la Soledad”. Cuando uno nace para maceta, decía mi madre, no sale del corredor. México D.F. 1990 Olga, tendido en esta cama no dejo de pensar en la paciencia. El tiempo que ahora me falta transcurre al otro lado de la ventana y lo veo alejarse con la resistencia de mi aliento. ¿Qué he tenido que aprender en estos 92 años? Adonde me lleve la historia quiero estar a tu lado. Se me ocurre, por ejemplo, descansar en un nicho ubicado en el museo que ambos fundamos, en la estela de una estrella, en el canto de un pájaro. En alguno de esos espacios que siendo eternos también son campos santos.
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    7:49
  • Carta de Khalil Gibrán (El Profeta)
    ¿Qué tienen en común Los Beatles, John F. Kennedy e Indira Gandhi? No es fácil acertar. Todos fueron influenciados por las palabras del poeta libanés Khalil Gibrán. El hombre murió en 1931, pero aún hoy es considerado en su país como un héroe literario. Su libro “El profeta” apareció en 1923 y, desde entonces, nunca dejó de publicarse. Fue traducido a 50 idiomas y es uno de esos libros llenos de sabiduría, capaz de hablarnos sobre cuestiones fundamentales de la vida. Esos libros que se pueden regalar a un amor, con motivo de un nacimiento o a una persona que perdió a un ser querido. En Occidente se lo tildó de simplista, de inocente, de carente de sustancia... Pero Gibrán es uno de esos escritores inoxidables. Alguien que ofrecía en sus escritos un espiritualismo universal sin dogma. Quizá en contraposición a la ortodoxia religiosa. Como una pequeña muestra de esa escritura, acá va una carta de Gibrán a su amiga y mecenas Mary Haskell. Lee el actor y locutor Galo Balcázar. *** Para vivir es necesario coraje. Tanto la semilla intacta como la que rompe su cáscara tienen las mismas propiedades. Sin embargo, sólo la que rompe su cáscara es capaz de lanzarse a la aventura de la vida. Esta aventura requiere una única osadía: descubrir que no se puede vivir a través de la experiencia de los otros, y estar dispuesto a entregarse. No se puede tener los ojos de uno, los oídos de otro, para saber de antemano lo que va a ocurrir; cada existencia es diferente de la otra. No importa lo que me espera, yo deseo estar con el corazón abierto para recibir. Que yo no tenga miedo de poner mi brazo en el hombro de alguien, hasta que me lo corten. Que yo no tema hacer algo que nadie hizo antes. Déjenme ser tonto hoy, porque la tontería es todo lo que tengo para dar esta mañana; me pueden reprender por eso, pero no tiene importancia. Mañana, quién sabe, yo seré menos tonto. Cuando dos personas se encuentran, deben ser como dos lirios acuáticos, que se abren de lado a lado cada una mostrando su corazón dorado, y reflejando el lago, las nubes y los cielos. No logro entender por qué un encuentro genera siempre lo contrario de esto: Corazones cerrados y temor a los sufrimientos. Cada vez que estamos juntos, conversamos durante varias horas seguidas. Si pretendemos pasar juntos todo ese tiempo, es importante no tratar de esconder nada… y mantener los pétalos bien abiertos.
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    5:50

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Acerca de Epistolar

Escribir cartas es una de esas cosas que dejamos de hacer. Este podcast busca rescatar algo que parece un arcaísmo. Artistas le pondrán la voz y el sentimiento a misivas de distintas épocas y temáticas. En tiempos de tanta inmediatez, Epistolar apuesta por rescatar el valor de la palabra, del contar pausado y del pensamiento. Una idea de Diego Jemio y Tomás Sprei con música original de Leandro Lombardo y José Ferrufino. Buscanos en YouTube como Epistolar Podcast de Cartas y en Instagram como @epistolarpodcast.
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