Estamos llamados a ser testigos de la fe, a tiempo y a destiempo, porque no sabemos si somos el único evangelio que alguien más podrá leer. Nuestro testimonio tiene el poder de tocar vidas, incluso cuando menos lo esperamos. Cada acción, palabra o gesto puede reflejar el amor incondicional de Cristo. No permitamos que el miedo o la vergüenza nos silencien; que no nos tiemble el corazón al profesar nuestra fe. Enseñémosle al mundo que el amor de Jesús no solo nos salvó a nosotros, sino que tiene el poder de salvar a todos aquellos que decidan abrirle su corazón, sin importar su pasado o sus errores. Que aunque el mundo nos rechace o nos excluya por causa de su nombre, jamás debemos olvidar que Él nunca nos dejará. Si somos excluidos por seguirle, Él permanecerá a nuestro lado, guiándonos con su amor y su gracia, porque en su presencia no estamos solos.
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24:12
Un día a la vez
Tener hambre y sed de Dios es el primer paso que necesitamos para empezar a construir una relación con nuestro creador; es abandonarnos en Él dejando que actúe en nuestras vidas, sorprendiéndonos día a día con cada uno de sus detalles. Viviendo su gracia Un día a la vez, viviendo el milagro de la vida desde que abrimos nuestros ojos a la primera hora de la mañana, disfrutando de su divina providencia, soltando el mando, entregándole el control y haciendo lo que Él nos susurra.
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23:48
Tengo Sed
Así como la mujer samaritana comprendió que solo en Cristo encontraría agua de vida eterna, somos nosotros ahora los que debemos reconocer que solo Dios es nuestro salvador y que su amor por nosotros ha sido tan grande que se humilló y se abajó para ser uno más entre la gente, pero uno con las cualidades perfectas para llevarnos a la eternidad; ese que con amor tan puro y corazón tan noble, es capaz de esperar prudentemente a que seas tú quien se reconozca con hambre y sed de su presencia, de su amor, de su majestuosidad; solo ahí es cuando te darás cuenta que todos esos vacíos los puede llenar un solo nombre, Jesús!
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22:40
Mis Heridas, Tus Heridas
Muchas veces tu y yo nos preguntamos por qué si comenzamos un camino de conversión, nos suceden tantas cosas que nos hacen daño y cuestionamos el por qué Dios permite que sucedan todas esas tormentas en nuestra vida que terminan generándonos heridas que incluso creemos imposibles de sanar. Pero son esos momentos de tormentas los que debemos valorar, porque es allí donde Dios nos dirige y nos da herramientas para la cosecha, para sanar esas heridas desde el amor que solo Él sabe dar; la tormenta es el proceso que Dios permite para entrenarnos para lo nuevo que el va a instaurarnos en el corazón, para esas nuevas bendiciones que quiere entregarnos; pero solo las recibiremos cuando estemos preparados para ellas, cuando soltamos y dejamos que Dios sea el que trabaje en nuestras heridas y haga todo nuevo.
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24:15
Eucaristía Milagro de Amor
"No solo de pan vivirá el hombre." Este versículo, que escuchamos con frecuencia, invita a una reflexión profunda. Aunque si bien, necesitamos alimento material para sobrevivir, hay algo aún más esencial: el alimento espiritual. Este no solo nutre nuestra mente, sino que alimenta nuestra alma y nuestro espíritu. Hermanos, en la Eucaristía encontramos ese banquete divino, un festín que, aunque se repita cada día; nunca es el mismo. Cada encuentro con Cristo en la Eucaristía es una fuente inagotable de gracia que nos enseña a vivir según su voluntad y a acercarnos más Él.
Oremos para que Dios nos dé la capacidad de ver con sus ojos, el milagro de vida que se gesta en cada Eucaristía, y que en cada banquete podamos recibir su presencia transformadora.