Nuestro Dios es un Dios de unidad, un Padre que nos prometió estar siempre y que con amor fiel, cumple su palabra al permanecer a nuestro lado. Pentecostés es entonces, la confirmación viva de esa promesa: el Espíritu Santo descendiendo no solo para quedarse entre nosotros, sino también para recordarnos que no caminamos solos, que la presencia De Dios nos abraza, nos guía y nos une como un solo cuerpo en Él.Y desde ese abrazo, nos envía con un propósito y es que como Iglesia caminemos juntos, que proclamemos su nombre y actuemos conforme a su perfecta voluntad, siendo instrumentos dóciles en sus manos, siendo herramientas que reflejen su honra y su gloria en todo lo que hacemos.
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Aquieta mi inquietud
Muchas veces sentimos que Dios, a manera de “castigo”, nos quita personas, cosas o incluso nos aparta de lugares en los que quisiéramos permanecer o compartir. Pero lejos de castigarnos, Él busca edificarnos y procesar nuestro corazón. Dios permite que en la vida escuchemos muchos “no”, no porque desee vernos sufrir, sino porque detrás de cada negativa hay un propósito mayor al que hemos sido llamados. Nuestro Creador, como Dios de orden y de procesos, a veces nos invita al silencio para que desde allí aprendamos a escuchar su voz, y en obediencia caminemos de su mano hacia el plan perfecto que ha diseñado para cada uno de nosotros: un camino que requiere tiempo, fe y confianza en su amor.
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Volver a casa
Recordando que octubre es el mes de las misiones, es importante reconocernos a nosotros mismos como la primera misión. Entender que somos necesitados de saciar nuestra sed en el único que puede darnos el agua de vida eterna; reconocernos frágiles y dependientes de Aquel que perfecciona su poder en nuestras debilidades.Que seamos nosotros la primera misión que atendamos con prioridad, permitiendo que nuestro encuentro con el Padre transforme nuestra vida, para luego ponerla al servicio de quienes también necesitan vivir ese primer encuentro con el Creador.
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Lo que me corresponde
Señor, que en los momentos en los que nos sentimos insuficientes o temerosos de dar un salto de fe ante tu llamado, encontremos en la oración y en la intimidad contigo la fuerza para seguir. Que seas Tú quien suscite en nuestro corazón el propósito que tienes para nosotros, para que podamos servirte con alegría, dando siempre la honra y la gloria a Ti, Papá. Que no seamos como aquel que esconde su talento, sino siervos fieles e incansables en tu obra.
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Creo en ti
Haz que tus actos reflejen lo que tu boca expresa. Que cada gesto, palabra y decisión en tu día a día sea una evangelización silenciosa, pero profunda, a tiempo y a destiempo. Nunca sabes si eres el único “evangelio” que alguien más puede llegar a leer, y en ese momento lo que hables con tu vida puede marcar la diferencia.Que tus comportamientos sean un reflejo real del paso de Jesús por tu historia. Solo quien ha tenido un verdadero encuentro con Él sabe lo que significa beber de la fuente de agua viva, esa que transforma y renueva. Y cuando estás lleno de su presencia, no puedes guardarlo para ti: inevitablemente lo entregas a los demás en forma de servicio, esperanza y amor.