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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Juan David Betancur Fernandez
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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  • 699. Ijapa la tortuga sabia (Infantil Africa
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez En un rincón brillante y lleno de vida de África, una tortuga llamada Ijapa. Ijapa no era una tortuga cualquiera. Ella quería ser la más sabía de todo el universo, quería llegar a saber  más cosas que cualquier otro animal. Pero tenía un pequeño problema: no quería que nadie más fuera tan sabio como él y además generalmente no escuchaba consejos de otros seres. Un día, decidió que la mejor manera de demostrar su sabiduría era reunir todo el conocimiento del mundo para sí mismo. Así que, con mucha determinación y su paso lento pero constante, comenzó a viajar por toda la Tierra. Ijapa visitó las montañas más altas, cruzó ríos caudalosos, habló con los ancianos árboles, y analizo a las estrellas en el cielo nocturno. Poco a poco fue recogiendo pedacitos de sabiduría, secretos, consejos y cuentos, y los guardaba en una enorme calabaza mágica que colgó alrededor de su cuello. Tenía una gran ventaja Ijapa podía vivir cientos de  años así que no tenía ninguna prisa. Pasados muchos pero muchos años Cuando finalmente sintió que había recogido todo el conocimiento posible, pensó que tenía que proteger esa calabaza para que nadie más pudiera robar su sabiduría. Después de recorrer muchos sitios pensando si podría depositar allí su calabaza finalmente encontró una palmera muy alta tan alta que parecía realmente tocar el cielo. Y pensó … Mmmm a esta palmera ningun animal podrá subir, así que nunca nadie conocerá todo lo que tengo en esta calabaza. Este es el lugar perfecto para esconder mi calabaza llena de sabiduría. Pero subir a la palmera no era tan fácil como parecía. La calabaza la empujaba pesadamente delante de ella, con su cabeza trababa de empujar rodando la calabaza pero esto era casi que imposible. Luego trato de hacerlo con sus patitas delanteras pero igualmente no le fue posible. Por mucho que intentaba no lo lograba.. Ijapa intentó una y otra vez trepar, ayudándose  de  una cuerda al árbol para no caer, pero cada vez que subía un poquito, la calabaza la hacía resbalar y caía hacia abajo.Mientras luchaba contra la gravedad, un pequeño caracol que caminaba despacio por el suelo se detuvo a mirar la escena. Observó con atención a la tortuga que resbalaba y se decía a sí mismo:—¡Pobrecito, está haciendo todo más difícil con esa calabaza delante!Entonces, con voz suave pero sabia, el caracol se acercó y le dijo:—Ijapa, quieres que te de una idea.Ijapa bruscamente le dijo. No yo tengo toda la sabiduría del mundo conmigo y no necesito ningun consejo. Además tu no eres más que un humilde caracol que no sabe mucho y es más lento que yo. Sin embargo el caracol que era también inteligente le dijo. Si no me quieres escuchar mi idea esta bien…. Y siguio su caminoIjapa siguió luchando por un buen rato tratando de subir la calabaza pero no era capaz. Antes de que se hiciera de noche el caracol paso de nuevo por el lugar donde se encontraba Ijapa y la vio todavía tratando de trepar la palmera pero igualmente volvía a caer. Así que le dijo. Ijapa escúchame una sola vez. ¿por qué no intentas colgar la calabaza detrás de ti en lugar de delante? Así no te estorbará para subir.Ijapa, un poco cansado, pensó que no tenía nada que perder, y decidió probar el consejo del caracol. Aunque en su interior se sentía humillada de hacer lo que un simple caracol le decía. Pero utilizando la cuerda coloco la calabaza colgando de su caparazón y finalmente esa solución funciono. ¡Y vaya que funcionó! Al cambiar la calabaza a su espalda, la tortuga pudo trepar fácilmente y llegó a la cima de la palmera.Desde esa altura, mirando todo el mundo a su alrededor, Ijapa enten
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  • 698. La oscuridad y la luz
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez, en un rincón olvidado un universo en el que todos los elementos tenían uso de la razón y  donde cada uno de los  conceptos posibles caminaban como seres vivos. Uno de estos seres era la oscuridad que pese a haber reinado en silencio por eones sentía que su poder sobre el universo se iba desvaneciendo. La oscuridad había envuelto al universo  con un manto que pese a ser absoluto podía ser eliminado si algo la confrontaba. Y Eso sucedió en algún momento que nadie esperaba. En las fronteras de aquel universo oscuro apareció unn pequeño fulgor que nadie sabía de donde venia pero era claro que se iba expandiendo con cada segundo que pasaba. Su paso era arrogante y conquistador y con ella nuevos seres iban apareciendo. Rapidamente la luz llego hasta los más remotos confines de aquel universo formando astros que la transmitían a todos los otros mudos que no la tenían anteriormente. Era pues un momento apoteósico para el universo ya que cada planeta teria ya la visita de la luz cada día en forma de amaneceres y así los habitantes de aquellos mundos podían tambier crearla con chispas de fuego. La Oscuridad, herida en su orgullo, decidió que ya era suficiente, no podría seguier soportando que aquellos mundos que antes eran suyos se pasaran de bando y se fueran aunque fuera temporalmente con la luz. Se decidio hacer lo que cualquier desesperado hace. .—¡Le pondré un pleito! —exclamó con voz grave, que resonó como eco en una caverna vacía. Y todos los seres viviente comenzaron a analizar las implicaciones que esto tendría s su vida y deseosos esperaron el resultado de aquel juicio.Así fue como se fijó una fecha para el juicio cósmico. El Gran Tribunal de los Elementos se preparó para recibir a los dos rivales.  La sala era majestuosa, construida en mármol de tiempo y columnas de equilibrio. En el centro, el Juez, una figura de rostro cambiante, esperaba con su mazo de sabiduría y verdad.La Luz llegó temprano, como siempre como llegaba cada mañana cuando la oscuridad le daba el tiempo para que se dedicara a iluminar cada mundo.  Su presencia iluminó cada rincón de la sala, haciendo brillar los bellos vitrales de aquel palacio de justicia y reflejándose en los rostros de los asistentes. Vestía un traje de rayos dorados y caminaba con paso firme, dejando tras de sí un rastro de claridad.Los abogados de ambas partes tomaron sus lugares. El de la Luz era un sabio anciano con ojos como estrellas; el de la Oscuridad, una figura encapuchada que parecía absorber el color del aire ya que estaba todo vestido de negro de pies a cabeza y tenía un tocado tan poderoso que todos sentían la necesidad de arrodillarse frente a el.  El juez celestial  revisó los documentos, ajustó su toga de neutralidad y esperó.Pasaron los minutos. Luego las horas. La Oscuridad no llegaba.Los murmullos crecían entre los asistentes: ¿Dónde estaba? ¿Se habría arrepentido? ¿Temía perder?Finalmente, el juez, con voz solemne, se levantó:—La parte demandante no se ha presentado. Por lo tanto, fallo a favor de la Luz.Hubo aplausos, destellos, y una sensación de alivio. Pero también una pregunta flotaba en el aire como humo: ¿Por qué no vino la Oscuridad?Un mensajero fue enviado a buscarla. La encontró justo fuera de la sala, sentada plácidamente en  en el umbral. No era miedo lo que la detenía, sino certeza. Sabía que si cruzaba esa puerta, si se atrevía a entrar en el dominio de la Luz, sería disipada al instante. No por violencia, sino por naturaleza misma de la luz creada por el Dios supremo. Había comprendido que ella no pertenecia a aquellos lugares donde la gente se reunia o simplemente deambulaba
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  • 697. Salomon
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez un rey llamado Salomon que era reconocido por su inteligencia. Como aún Cristo no había nacido todos los seres se iban para el infierno y allá fue a caer Salomon. Muchos anos después cuando cristo recorrio la tierra y fue crucificado los pecados de los hombres fueron perdonados pero en el infierno el diablo simplemente no los dejaba salir  Entonces Cristo decidio bajar a el infierno No como prisionero, sino como redentor. Cuando llego Su luz atravesó las cavernas de sombra perpetua, y las almas encadenadas por siglos de culpa se estremecieron ante su presencia ya que podían tener un nuevo destino. . Uno por uno cristo , los liberó, tocándolos con la llama de la misericordia desafiando al diablo que los quería mantener alliPero en lo más profundo del abismo, donde el fuego arde consumiéndolo todo encontró al sabio Salomón. Este No estaba encadenado. Estaba sentado sobre una roca negra, rodeado de símbolos grabados con precisión milimétrica que el estudiaba detenidamente. Parecía estar esperando ya que no se asusto al verlo y simplemente agacho la cabeza en señal de respeto y saludo.Cristo lo miró detenidamente y luego le dijo .—Todos han sido liberados —dijo—. Pero tú, Salomón, no saldrás conmigo. Estoy ayudando a salir a todos aquellos que lo necesitan pero tu debes usar tu profunda sabiduría para salir por tus propios medios.Salomón asintió y No protestó. Se levantó con calma y comenzó a caminar por el infierno, observando sus límites, sus grietas, sus pasadizos. El fuego no lo quemaba. Las sombras no lo asustaban. En su mente, cada rincón era una posibilidad. Y después de este recorrido su mente creo un plan para salir. Encontró fibras secas, restos de antiguas raíces calcinadas, y comenzó a trenzarlas con paciencia. Hacía una cuerda, larga y resistente, como si tejiera un futuro. Un diablillo que lo vio en esos menesteres se le acercó y le pregunto..—¿Para qué haces esa cuerda? Senor SalomonSalomón respondió sin mirar:—Recuerda que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Ya lo verás.El diablillo se alejó, confundido. Salomón terminó la cuerda y  comenzó a medir palmo a palmo el infierno. No solo sus dimensiones físicas, sino sus más sagrados secretos: Midio la distancia entre el dolor y el arrepentimiento,o  entre la culpa y el olvido. O entre el desencanto y el pecado. Todo aquello que existía en el infierno llego a ser medido e inventariado.El diablillo que lo miraba desde lejos se sintió más intrigado y de nuevo Volvió pero esta vez más inquieto.—¿Por qué tomas medidas? Estamos todos muy confundidos con tu actitud últimamente. Debes saber que yo soy un gran constructor y he decidido modificar el Infierno —Aquí construiré un monasterio —respondió Salomón—. Y allá un templo como el que construí en mis tierras  .Pero para esto necesito ayuda. .Salomón sacó de su túnica un pequeño sello grabado con caracteres antiguos: el Sello de Salomón, símbolo de dominio sobre las fuerzas ocultas. Lo colocó sobre la piedra, y todo comenzó a cambiar allí en las profundidades  Desde las grietas del suelo comenzaron a surgir figuras: seres constructores, los mismos que, según las leyendas, habían ayudado a levantar el Templo de Jerusalén bajo sus órdenes.Eran seres de fuego y sombra, con herramientas imposibles: martillos que resonaban como campanas, niveles que medían la intención, cinceles que tallaban símbolos en el aire. No eran esclavos, sino fuerzas obedientes a la sabiduría de este rey. Salomón les dio instrucciones. Les mostró planos invisibles, trazados con geometría sagrada. Los demonios comenzaron a trabaja
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  • 696. Boto Cor de Rosa (leyenda Amazonas)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez en un rincón olvidado del amazonas donde los arboles al moverse producen un sonido de susurro en lenguas antiguas y donde la selva se siente respirar no como lo hacen los hombres sino como lo hace la tierra misma, con vapor y con calor. Allí el rio que todos veneran refleja el color del cielo al pasar cerca a los poblados como si se creara un marea de misterio cada día. En algunos días aquel rio influenciado por la luna se desborda como queriendo tocar el cielo y los arboles se inclinan para escuchar los secretos que trae consigo. Durante lo que se llama la luna de las aguas altas los aldeanos de la frontera del rio celebran la fiesta del tambor. Esa noche la música de cientos de tambores sonaban a lo largo y ancho de la playa rivereña y todos se preparaban para recibir a los espíritus del rio. Al caer la tarde el canto del tucan se mesclaban con los ruidos profundos de la selva y el clamor de un chaman llamaba a estar atento de la presencia de aquellos que se presentían pero que no se veían. La fogata de resina de copaiba con su olor dulce y penetrante atraía a los seres que acompañaban los misterios de la vida y la muerte. Todos los humanos se adornaban para la ocasión,  las mujeres usaban las plumas de guacamayo en sus tunica y los hombres se pintaban sus rostros con colores extraídos de los tallos y frutos del bosque. Era pues una noche muy especial. Aquella noche en aquella población de rio apareció un hombre vestido de lino blanco con un sombrero que parecía tejido con niebla.  De perfectos modales tenía un caminar como si el suelo lo reconociera  . Al entrar las jóvenes trataron de reconocerlo pero como su sombrero le cubría gran parte de la cara su misteriosa presencia se acentuaba aún más.  Su voz era suave como el canto de los pájaros en el amanecer y sus pasos marcaban el ritmo de los tambores que sonaban. Nadie sabía de donde venia pero todos sabían que traía un aire de encantamiento que se debía respetar. Las jóvenes lo miraban con aquella mezcla de deseo y temor que las hacia evitar el contacto directo y solo esperaban que aquel hombre las invitara a bailar. De pronto el hombre se acercó decidido a la más bella de las bellas, Yara  la hija del curandero. Ella una joven de piel canela, ojos almendrados y pelo azabache representaba a la perfección la belleza de la selva. La invito a bailar y entre la música ella fue dejandose llevar y se fue enredando en el suave murmullo de las palabras gentiles de aquel al que todos miraban con envidia. Su tacto era fresco como la brisa que sube del rio y su bailar era como de un jaguar que se desplaza sigiloso en la espesura. Todo en el era mágico y seductor.En medio de el baile el le ofrecio a la joven Yara que lo siguiera que el conocía un lugar donde los sueños se convierten en peces dorados y que allí sentiría sobre su piel la profundidad del rio. El corazón de yara latia con furia y su voluntad estaba poseída por aquel ser que la tomaba de la mano y la apartaba hasta la orilla misma del rio, de pronto sin saber como se encontraban juntos bajo el agua y el le mostraba sus dominios, Allí había una palacio multicolor donde los peces bailaban a su alrededor. Sorprendida miro de nuevo a su acompañante y este con un movimiento suave retiro su sombrero. Yara vio entonces la verdadera figura de aquel hombre. Era un delfin rosado del amazonas. O Boto cor de rosa. Su piel era suave y brillante y sus ojos eran tristes. El boto le contó que estaba condenado a vivir en solitario pero que siempre en las fiestas salia a la tierra firme a buscar a una mujer que lo hiciera feliz. Yara y el boto vivieron una noche de amor bajo la sup
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  • 695. El muerto
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez un pueblo en las montañas de de un país latinoamericano que se ufanaba por ser el pueblo más respetuoso y cívico de todo el país. El pueblo era un ejemplo porque seguían a raja tabla las leyes y normas de la sociedad. Allí en aquel pueblo los certificados eran lo más respetado y por eso se tenía un notario que con su rúbrica podía dar fe de todo asunto público. Allí en el pueblo vivía un hombre de edad incierta que era conocido por su habilidad para divertir a sus amigos y para ser siempre el que más historias contaba en la taberna. Era pues un hombre muy querido por todos. Pero una mañana lo encontraron tendido en su cama, inmóvil y con la mirada perdida en el techo. La ama de llaves lo había encontrado así temprano y corriendo fue a llamar un médico. La noticia se propago rápido como suele hacerlo en los pequeños pueblos de montaña y casi todos los habitantes corrieron hasta la casa del infortunado. El medico jadeando llego hasta la casa y entro apresurado con su maletín de instrumentos y allí después de revisar el pulso y examinarlo declaro con solemnidad que el hombre había muerto, el notario tomo nota y lo certifico y luego el sacerdote lo roció con agua bendita y murmuro las oraciones de rigor. Con prontitud se redacto el acta de defunción, la cual se le paso al notario quien la leyó detenidamente y luego estampo su sello y  firma y luego el sacerdote coloco dos sellos de la diosesis y de la archidiócesis y dibujo una cruz al lado de su firma. El hombre había sido declarado oficialmente muerto. El secretario de la alcaldía rápidamente llevo este documento a la oficina de registro civil y el todo fue registrado en el libro de la alcaldía con una firma por parte del alcalde. Luego se promulgo una orden de duelo de un día que fue leída por la emisora del pueblo aquella misma mañana. Todo en aquel pueblo fluía sin contratiempos y antes del mediodía todos los tramites oficiales de certificación se habían cumplido a tiempo y con una eficiencia de la cual el pueblo se sentía orgulloso. Solo restaba el entierro. Los vecinos consternados organizaron el velorio y para ellos vistieron al muerto con su mejor traje y mandaron a traer el féretro de madera  con sus almohadones blancos. Con gran respeto colocaron al hombre en el ataúd y luego colocaron flores fresca. Allí en la sala de velación todo el pueblo se reunió y todos podían sentir el olor a incienso mientras comentaban en voz baja las travesuras del difunto. Sonrisas y alguna risa se permitía en tal evento. Al día siguiente después de una noche de vigilia con los rezos y las plegarias de rigor por parte de las matronas del pueblo y el acompañamiento del cura, todos se reunieron para acompañar el féretro hasta el cementerio. El cortejo fúnebre fue bastante solemne con todos los vecinos parados en las puertas de sus casas esperando el paso de la comitiva de dolientes para luego incorporarse a la procesión hasta el camposanto. Después de casi media hora finalmente llegaron al cementerio y allí el sepulturero que ya había abierto el hoyo en la tierra se había colocado estratégicamente para ayudar a bajar el ataúd. De pronto se escuchó un golpe dentro de aquel féretro, un golpe que se repitió y luego se sintió una serie de golpes rápidos, desesperados y una voz que decía….. Deténgase Tontos estoy vivo. Los asistentes todos se miraron entre si paralizados. Con premura el alcalde y el médico y el monaguillo saltaron y abrieron el ataúd tirando las flores al piso. De aquel féretro se incorporó el hombre con cara de asustado y mirada perdida. Que hacen, porque me entierran si todavía respiro. Dijo el hombre totalmente agitado. 
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Acerca de Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

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