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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Juan David Betancur Fernandez
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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5 de 691
  • 672. Eos y Titono (Leyenda Grecia)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected] una vez En los albores del mundo, cuando los dioses aún caminaban entre los hombres y el cielo era joven una diosa llamada Eos, que era la diosa del amanecer. Eos Hija de los titanes Hiperión (la luz celestial) y Tea (la visión divina), Eos era una de las deidades más radiantes del panteón griego. Su piel brillaba como el oro pálido del alba, y su cabello fluía como hilos de fuego rosado. Eos era tan bella que Cada mañana, montada en su carro tirado por corceles alados, y abría las puertas del cielo para anunciar la llegada del sol.Pero Eos no era solo una diosa de la luz. Era también una criatura de deseo, de anhelos profundos. Había sido maldecida por Afrodita, la diosa del amor, por haber amado al dios Ares. Como castigo, Afrodita la condenó a enamorarse eternamente de mortales, sabiendo que su amor siempre estaría marcado por la tragedia.Un día, mientras sobrevolaba las colinas de Frigia, Eos vio a un joven príncipe troyano llamado Titono. Estaba solo, tocando la lira bajo un olivo, y su voz era tan dulce como el canto de las aves al amanecer. Su belleza era serena, sin arrogancia, y su alma parecía brillar con una luz propia.Eos descendió del cielo como una brisa perfumada. El aire se volvió cálido, las flores se abrieron a su paso, y el tiempo pareció detenerse. Titono, al verla, cayó de rodillas, no por miedo, sino por asombro ya que nunca había visto un ser más hermonos.. Ella lo tomó de la mano y lo llevó consigo, envuelto en una nube de luz dorada, hasta su palacio en los confines del oriente, donde el día nace.El palacio de Eos era una maravilla más allá de la comprensión humana. Sus muros estaban hechos de nubes doradas, sus jardines flotaban sobre lagos de luz líquida, y las estrellas se apagaban suavemente al tocar sus torres. Allí, Eos y Titono vivieron un amor apasionado y tierno. Ella le enseñó los secretos del cielo, le cantó canciones antiguas, y lo colmó de placeres divinos.Pero Eos, aunque inmortal, no era ajena al miedo. Cada día que pasaba, veía una arruga más en el rostro de Titono, una cana más en su cabello. El tiempo, que no tocaba a los dioses, sí dejaba su huella en los mortales.Desesperada por conservar a su amado, Eos subió al Olimpo y se postró ante Zeus.—Padre de los dioses —suplicó—, concédele a Titono la inmortalidad, para que nunca me sea arrebatado por la muerte.Zeus, conmovido por su amor, accedió. Pero Eos, en su prisa, olvidó pedir la juventud eterna.Al principio, todo parecía perfecto. Pero los años pasaron, y Titono comenzó a envejecer sin cesar. Su cuerpo se encorvó, su voz se volvió temblorosa, sus ojos se nublaron. Eos lo cuidaba con ternura infinita, pero no podía detener la maldición que ella misma había provocado.Titono, inmortal pero cada vez más débil, se convirtió en una sombra de lo que fue. Ya no podía hablar, solo emitir un murmullo constante, como el canto de un insecto al atardecer. Eos, rota por el dolor, pidió a los dioses que lo liberaran de su sufrimiento.Algunas versiones dicen que lo encerró en una cámara dorada, donde vivía como un susurro. Otras, más simbólicas, cuentan que lo transformó en una cigarra, para que pudiera cantar eternamente bajo el sol, su voz un eco del amor que compartieron.Desde entonces, cada amanecer es más que el inicio de un nuevo día. Es el recuerdo de un amor que desafió al tiempo, pero que fue vencido por él. Eos sigue cruzando el cielo cada mañana, su carro iluminando el mundo, mientras el canto de las cigarras acompaña su paso, como un lamento suave y eterno. 
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  • 671. El anillo de Gyges (Grecia)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez un pastor humilde que vivía en lidia en lo que hoy es Turquía. Aquel pastor se llamaba Gyges y era reconocido en toda la región como un hombre bueno dedicado únicamente a el cuidado de su rebano de ovejas. Gyges había sido pobre toda su vida pero siempre se decía a si mismo que nada necesitaba más allá de su humilde hogar y las ovejas que el daban la alimentación diaria y la lana para cubrir sus necesitades básicas. Pero Gyges estaba a punto de encontrarse consigo mismo sin saberlo. Una mañana cuando el pastor estaba cuidando a las ovejas se empezó a sentir un trepidar de la tierra. Las ovejas se movían asustadas y todos la tierra donde Gyges estaba parado salto. Gyges cayo al suelo y al pararse bien como delante de si había un gran agujero que se había formado justo allí. Con mucho cuidado se acercó y vio que el agujero era muy profundo y que en el fondo de aquella profundidad había algo que brillaba. Curioso decidio adentrarse en aquel agujero atraído por el brillo de aquel objeto que podía ver reflejado por los rayos de sol de aquel medio día.  Con dificultad bajo las escarpadas paredes del agujero y al llegar a la base misma encontró algo que le sorprendió. Un enorme  caballo de metal brillante se encontraba frente a sus ojos. El caballo era del tamaño de su humilde hogar y en su torso se veía una puerta entreabierta. Con algo de dificultad Gyges subio hasta la puerta y cruzándola vio un  ser gigantesco con forma de hombre. El ser estaba muerto, y al examinarlo vio que tenía entre sus manos una anillo de oro. Gyges tomo el anillo y lo examino. Era un circulo perfecto, sin ninguna marca y con un brillo espectacular. Sabiendo que nadie había allí simplemente se puso el anillo en uno de sus dedos y salió de allí antes de que aquella gruta se cerrara.  Al regresar a la superficie Gyges tomo sus pocas pertenencias y arreando las ovejas llego de nuevo a su hogar. Luego partió hacia el pueblo sabiendo que no podría contarle a nadie lo que le había pasado. Allí entro a una taberna y comenzó a departir con sus amigos como usualmente lo hacia. Sin embargo algo sorprendente sucedió. Mientras hablaba movió accidentalmente el anillo haciéndolo girar y de repente noto que sus amigos miraban hacia donde había estado y actuaban como si el no estuviera allí. Se dio cuenta que sus amigos ya no lo veían. Se aparto un poco y moviendo de nuevo el anillo vio como los otros asistentes al bar lo saludaban como si hubiera recién llegado. Se había hecho visible de nuevo. Comprendió lo que había sucedido. Este era un anillo mágico. Si lo movía se hacia invisible y si lo volvía a girar se hacia visible de nuevo. Regresando a su humilde hogar se acostó a analizar lo que le había sucedido y como podría servirle aquello que tenía . Su primer instinto era regresar el anillo a la grieta y olvidarse de ello, pero durante la noche su alma fue modificándose mientras pensaba que podía hacer si permanecía invisible. Gyges había sido siempre un hombre honrado y justo, pero ahora sabía que si nadie lo veía podría actuar sin que nadie se diera cuenta y nadie lo podría juzgar. Y en su ser comenzó a crecer un lucha interna entre el bien y el mal. Al amanecer ya tenía un plan en su mente. Probaría su invisibilidad en el sitio más resguardado de toda la región. En el palacio del Rey de Lidia. Allí habían cientos de guardias siempre atentos, pero quería probar si bajo el influjo de aquel anillo podría recorrer el palacio sin que nadie lo detectara. Y así se lo propuso y salió temprano rumbo al palacio. Al llegar a la puerta de aquel palacio movió el anillo y caminando entre los guardias de la puerta principal pudo entrar sin ningún problema ya
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  • 670. El hombre pez de Lierganes (Leyenda Cantabria)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez en la Cantabria de lo que hoy es espana un apacible pueblo llamado Liergarnes, este pueblo enclavado entre las montañas y que es bañado por el río Miera recuerda a que hace muchos siglos , vivía una familia trabajadora. Ellos eran  Francisco de la Vega y María de Casar, quienes tenían cuatro hijos a los que estaban criando con todas las normas católicas que el tiempo ofrecia. Uno de  los hijos se llamaba Francisco y se dice que  era un joven de carácter tranquilo, pero  algo distraído, pero sin duda era fuerte y sano. La desgracia llevo a que el padre muriera a temprana edad y así Su madre, al quedar viuda, decidió envia a Francisco  a Bilbao  para que aprendiera el oficio de carpintero, con la esperanza de que tuviera un futuro mejor Eran los anos de  1674 y en esas épocas ser carpintero era una ocupación noble y muy importante lo que le aseguraba un buen futuro., Resulta que Francisco establecido en Bilbao decidio convocar a algunos amigos para que se fueran a nadar al río Nervión .que cruza la ciudad de Bilbao. En la víspera de San Juan, una noche cargada de simbolismo mágico y supersticiones Con gran arrojo Francisco no lo pensó dos veces y de buenas a primeras se Se lanzó al agua dejando atrás a sus amigos y dicen las crónicas de ese tiempo que sus amigos pese a que esperaron y esperaron en la orilla no vieron salir a su compañero Francisco y ellos aseguraron que el nunca salió de allí. Simplemente desapareció. Todos asumieron que  La corriente lo arrastró, y aunque lo buscaron intensamente, no hubo rastro. Se pensó que había muerto ahogado y llegando a lierganes le contaron la mala nueva a su madre que desconsolada, lo lloró como perdido para siempre.Pasaron Cinco años y en 1679, comenzaron a circular rumores extraños. En las costas del Canal de la Mancha, en Dinamarca, y finalmente en Cádiz, marineros y pescadores afirmaban haber visto a un ser humanoide nadando con increíble agilidad. Tenía aspecto de hombre, pero su piel parecía cubierta de escamas, y sus movimientos eran más de pez que de persona. Todos en estos lugares pensaron que no eran más que habladurías y cuentos de pescadores que como es sabido les gusta hablar de más y exagerar las historias cuando están tomando en los bares del puerto. Pero para sorpresa de todos unos pescadores en Cadiz tirando y recogiendo las redes alcanzaron a ver un ser que realmente tenía forma de hombre pero nadaba como pez, además siempre se escondia detrás de las redes y trataba de liberar a los peces que eran atrapadas .Los pescadores de Cadiz cansados de este juego decidieron capturarlo y tirando trozos de pan fueron acercándolo a la embarcación para finalmente tirarle encima las redes de pesca.  Allí lo atraparon y para su asombro era ciertamente un hombre que poseía escamas y una piel como la de un ser del  agua, tenía en sus manos y pies membranas que unian sus dedos y parecía capaz de respiran bajo el agua  Lo sacaron del agua, lo pusieron en la barca y Lo llevaron al convento de San Francisco, donde los frailes intentaron comunicarse con él. El ser no hablaba, no comía más que pescado crudo, y parecía vivir en un estado de semiinconsciencia. los frailes intentaron arrancarle los espíritus malignos que pudieran estar poseyéndole, pero lo único que consiguieron sacarle fue una palabra tras varios días de intentos : “Liérganes”.Nadie en Cádiz conocía ese nombre, pero un hombre de la región de La Montaña (nombre el conocían en aquellas épocas a Cantabria) reconoció el topónimo. Tras llevar noticias al pueblo y preguntar si había tenido lugar alg
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  • 669. La Yerba Mate (leyenda Guaraní)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez, en un tiempo muy antiguo, un mundo completamente distinto al que conocemos hoy. En aquella Tierra reinaba una paz verdadera. Los dioses y diosas de las selvas, seres sabios y poderosos, cuidaban con amor a los hombres. No solo los protegían, sino que también creaban todo lo necesario para que su vida fuera hermosa y plena.A estos dioses les encantaba transformarse en humanos. Lo hacían para caminar entre los indios, enseñarles, compartir con ellos y disfrutar de su compañía. Era su forma de mostrar cariño y de mantener el equilibrio entre el cielo y la Tierra.Una noche serena, la Luna —a quien los guaraníes llaman Yasi, su diosa protectora— decidió pasear por el cielo. Desde lo alto, contemplaba el sueño profundo del bosque. Las aguas se deslizaban en silencio, los árboles dormían, y la montaña vestía su manto azul de noche.Yasi se deleitaba con la belleza de la selva. Sus rayos plateados iluminaban los ríos, que brillaban como espejos encantados. Las arenas resplandecían como si fueran polvo de estrellas, y los arbustos parecían joyas de plata dormida. Todo respiraba una calma mágica, como si el mundo entero estuviera soñando con ella.La selva dormía profundamente, envuelta en el suave manto de la noche. Los animalitos del bosque, agotados tras un día de actividad, descansaban en sus escondites secretos. Durante las horas en que el Sol recorría los senderos del cielo, cada criatura tenía una misión que cumplir. Algunos debían recolectar frutos, otros construir nidos, y no faltaban quienes debían cuidar a los más pequeños o vigilar los caminos. Buscar el sustento diario no siempre era fácil, y muchos tenían que ingeniárselas con astucia y paciencia para lograrlo.En ese momento de calma, la Luna —la diosa Yasi— seguía su camino por el cielo, ya más allá de la mitad de su recorrido nocturno. Su luz plateada acariciaba las copas de los árboles y hacía brillar los ríos como si fueran hilos de cristal.De pronto, una pequeña nube se acercó flotando suavemente. Era Araí, a quien los guaraníes llaman “pequeño cielo”.—¡Hola, Yasi! —saludó la nube con alegría. —¡Hola, Araí! —respondió la Luna con una sonrisa luminosa—. ¿Qué haces a estas horas por los caminos del cielo?—Debo ir al otro lado del bosque, y como pronto amanecerá, he preferido caminar ahora. No me gusta encontrarme con el Sol. Siempre me deslumbra con su brillo y a veces me hace perder el rumbo.—Está bien, dijo Yasi con dulzura. —Si quieres, te acompaño. Cuando el Sol despierte y comience su viaje, ya estaremos casi al otro lado. Y si nos damos prisa, incluso podremos pasear un rato por allá.—¿Y cómo lo haremos? —preguntó Araí, intrigada.—Muy sencillo —respondió Yasi con picardía—. ¡Nos convertiremos en dos indias!Los ojos de Araí brillaron de emoción.—¡Qué divertido! Nunca he hecho eso. ¡Me encantaría!—Entonces no hay nada más que hablar. ¡Vamos! —exclamó Yasi.Y así, entre risas y destellos de magia, la Luna y la pequeña nube descendieron del cielo, dispuestas a vivir una aventura entre los hombres, con el corazón lleno de alegría y el espíritu de la selva guiando sus pasos.Cuando el Sol hizo su aparición, las sombras de la noche se desvanecieron como si nunca hubieran existido. Sus rayos dorados comenzaron a deslizarse entre las ramas de los árboles, iluminando cada rincón de la selva con su luz cálida y poderosa. El calor, su fiel compañero, salió también de su escondite, extendiéndose por la tierra húmeda, despertando a la vida que dormitaba bajo el rocío.La humed
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  • 668. La gran mentira
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected] una vez En una ciudad lejana de un país muy lejano, tres hombres que venían de tres lugares diferentes de la Tierra, de pronto en el cruce de tres caminos llegaron al mismo tiempo y se encontraron una moneda de cobre. Primero pensaron en repartírsela en partes iguales, pero uno de ellos observó:-¿Repartir una moneda de cobre? ¡Sería una lástima! Ya que no valdría para nada lo que obtengamos de ella más bien Demosla a aquel de nosotros que sepa decir la mentira más gorda.Los otros dos aceptaron y él comenzó, entonces, a contar su historia. Hela aquí:-Mi tío es guardián de una mezquita. Ayer fui a reunirme con él porque necesitaba decirme algo y ¿qué pensáis que ocurrió? En cuanto nos fuimos a dormir mi tio y yo , se levantó una ventisca que sopló y resoplo cada vez más fuerte hasta que se transformó en un terrible ventarrón casi un huracan. Tan terrible era este viento  que, en un momento determinado, toda la ciudad se elevo por los aires , toda la ciudad con sus mezquitas, sus casas, los jardines, las palmeras, las caravanas de camellos y hasta la tierra en la que estaba la ciudad y solamente dejo caer las casas muchos kilómetros lejos de allí. Despertamos por la mañana en nuestra casa y nadie se dio cuenta de nada. Pero yo subí a la torre más alta de la mezquita y, mirando a mi alrededor desde una distancia de varios kilómetros, divisé esta moneda en el cruce de estos 3 caminos así que . He venido aquí a propósito para recogerla ya que ciertamente esta en mi destino que sea mia. -De ninguna manera -dijo el segundo extranjero. Has contado una mentira muy gorda, pero la mía lo es más aún.- Veréis, mi abuelo vive en una pequeña aldea costera, donde el mar canta todo el día y las redes de pesca cuelgan como banderas al viento. Es un hombre sabio, de barba blanca y manos curtidas por la sal. Ayer fui a visitarlo, como suelo hacer de vez en cuando, y lo encontré en su cabaña de madera, justo al borde del agua.Pero esta vez, algo era distinto. La casa estaba impecable: el suelo relucía, las ollas brillaban, y un delicioso aroma a especias flotaba en el aire. Me sorprendí, porque mi abuelo nunca ha sido muy ordenado. Le pregunté qué había pasado, y con una sonrisa traviesa me dijo:—Tengo una nueva criada.—¿Una criada? —pregunté, extrañado.—Sí —respondió—. La pesqué hace diez días.Y entonces, de la cocina, salió nadando en el aire —como si el agua invisible del mar la envolviera— un pez plateado, con escamas que brillaban como espejos al sol. Tenía ojos grandes y expresivos, y se movía con una gracia que parecía casi humana.—¿Ese es… tu criada? —balbuceé.—¡Claro! —dijo mi abuelo, orgulloso—. La he amaestrado. Barre el suelo con su cola, friega los platos con sus aletas, cocina mejor que cualquier chef, y hasta va al mercado. La gente ya se ha acostumbrado a verla nadar por las calles con una cesta en la boca.No podía creer lo que veía. Pero lo más increíble vino después. Tras una jornada de pesca, regresamos a casa y encontramos la mesa puesta con una comida exquisita: arroz con azafrán, pescado al limón (¡no de su especie, por supuesto!), pan recién horneado y dátiles rellenos de nueces.Después de comer, el pez subió a la terraza de la casa, donde mi abuelo tiende sus redes. Desde allí, con su aguda vista marina, divisó a varios kilómetros de distancia esta ciudad y una pequeña moneda de cobre en el suelo.Bajó nadando por el aire y me dijo con voz burbujeante:—He visto algo brillante en el cruce de tres caminos. Es una moneda de cobre. Ve y cógela. Puede que te sirva para algo.Y así fue como emprendí el viaje. He ven
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Acerca de Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

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