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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Juan David Betancur Fernandez
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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5 de 694
  • 675. Las historias olvidadas (Infantil)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected] las tierras de green wood donde los sauces lloraban sobre ríos de niebla había un reino donde la medición del tiempo había sido prohibida por decreto real ya que se decía que aquellos que median los meses y los anos perdían el interés en lo realmente importante. Su vida interna. En dicho reino los días se relacionaban solamente por el color del cielo al atardecer. Los mapas eran dibujados con tinta de luciérnaga para que solamente pudieran durar un corto tiempo y todo tuviera que ser descubierto de nuevo cada día ya que los caminos cambiaban de lugar según el humor de los arboles del bosque.  Allí en aquel mundo vivía un joven llamado Sorin  y tenía un tgrabajo muy importante. El era el escriba de la abadia y por ello debía siempre estar atento a todo lo que sucedia en la región y dentro de la abadia. Su oficio era copiar manuscritos en la abadía de San eustaquio, pero el alma de sorin tenía un secreto profundo. Dentro de si quería algo más que tinta y pergamino: deseaba cruzar el Umbral. El Umbral era una puerta de piedra negra, oculta en el bosque de los Susurros, que según las leyendas, conectaba el mundo visible con el Reino de las Verdades Olvidadas. Solo podía cruzarla quien respondiera correctamente al Guardián, una criatura que no era bestia ni hombre, sino una pregunta encarnada.Una noche de luna nueva, Sorin  robó una lámpara de aceite y partió hacia el bosque. Tras horas de caminar entre árboles que murmuraban su nombre pudo finalmente llegar al lugar más oscuro y profundo del bosque y allí encontró el umbral. Era: una puerta de obsidiana flotante, sostenida por cadenas de luz líquida. Frente a ella, y allí frente a ella un ser extraño y misterioso El guardianl Guardián no tenía forma fija. Era una amalgama de máscaras flotantes, cada una representando una emoción humana. Su voz era como el eco de pensamientos no dichos. A veces parecía un anciano, otras veces un niño, y otras, una sombra sin rostro.. Todo era misterioso y cambiante a medida que cada una de las mascaras reemplazaba la anterior mientras las otras giraban sobre su cabeza como planetas alrededor del sol. —¿Qué buscas, escriba? —preguntó el Guardián, con voz que parecía venir de todas direcciones.—La verdad que se esconde tras las palabras —respondió sorin. Quiero conocer que se esconde detrás de cada una de las historias de los libros que copio. El guardián cambio de nuevo su mascara y dijo Qué es más real, lo que se recuerda o lo que nunca ocurrió pero se sueña cada noche?El joven Sorin recordó la frase que alguna vez su madre le dijo. La verdad eres tu y sus sueñosEl joven respondió. Lo que se sueña con fidelidad es más real que lo que se recuerda con duda.—Entonces dime: ¿qué pesa más, la mentira que salva una vida o la verdad que la condena?Elian dudó. recordó al abad, que decía que la verdad era luz, aunque quemara. Finalmente, respondió:—Pesa más la intención que la palabra. Una mentira que nace del amor es más liviana que una verdad que nace del orgullo.El Guardián se quitó una máscara: la de la duda. Y detrás, no había rostro, sino un espejo.sorin se vio a sí mismo, pero con ojos que no eran suyos: ojos antiguos, como si llevara siglos esperando ese momento.—Has respondido como quien ha vivido más de una vida —dijo el Guardián—. Puedes cruzar.Al cruzar,sorin no encontró oro ni monstruos, sino una biblioteca suspendida en el vacío, donde los libros flotaban como medusas en un océano infinito. Cada tomo tenía una cerradura que solo se abría con una emoción pura: un llanto sincero, una carcajada sin motivo, un miedo sin razón aparent
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  • 674. El rio Ganges (Mito India)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez, en la era de los grandes reinos cuando los dioses aún caminaban entre los hombres y los ríos hablaban en sueños,, vivía el rey Sagara, poderoso y orgulloso. Deseando afirmar su supremacía, ordenó a sus 60,000 hijos que buscaran el caballo robado de un ritual sagrado.Este caballo había sido robado por Indra y llevado a Patala cerca de la ermita de el sabio Kapila.  Los hijos de Sagara viajaron hasta la ermita de dicho sabio y rodearon y profanaron  el santuario donde el sabio estaba meditando en silencio e ignorante de lo que estaba sucediendo Cuando Kapila abrio los ojos y vio los 60 mil hijos de Sagara alrededor Kapila, . Su mirada era fuego.“La ignorancia es la mayor ofensa,” dijo, y con un solo pensamiento, redujo a cenizas a los 60,000 hijos.Sus almas quedaron atrapadas en el mundo intermedio, sin poder ascender ni reencarnar. El linaje de Sagara quedó maldito.Generaciones después, nació Bhagiratha, último heredero de esa estirpe. No era guerrero ni conquistador, sino un hombre de profunda compasión. Al conocer el destino de sus ancestros, juró liberarlos. Bhagiratha, joven pero sabio, decidió romper el ciclo.Renunció al trono, vistió ropas de corteza, y se retiró a las montañas del Himalaya, donde el cielo toca la tierra donde el aire es delgado y los pensamientos se vuelven claros como cristal.. Allí, entre glaciares y vientos que hablan en lenguas antiguas, meditó durante mil años, inmóvil como una roca, su mente fija en la redención y alimentándose solo de luz y voluntadLos dioses lo observaron. Brahma, el creador, descendió en un rayo de luz.Los dioses lo observaron. Brahma, el creador, se conmovió por su devoción y le ofreció una solución: haría que Ganga, el río celestial que fluía entre las estrellas, descendiera a la tierra para purificar las cenizas de sus ancestros. Pero había un problema:“Si Ganga cae directamente, su fuerza destruirá la tierra. Solo Shiva, el señor de la transformación, puede contenerla.”Bhagiratha comenzó una nueva penitencia, esta vez dirigida a Shiva, el dios que habita en la frontera entre la vida y la muerte. Shiva, con su piel cenicienta y su cabello como raíces cósmicas, meditaba en el monte Kailash. Las plegarias llegaron hasta Shiva  quien . Abrió su tercer ojo, y el universo tembló.Con voz profunda y grave el dios dijo “Acepto tu suplica ”, dijo. “Que Ganga caiga sobre mí.”Y así ocurrió. Los cielos se abrieronDesde los reinos celestiales, Ganga, la diosa del río, descendió. , Ganga descendió como una serpiente de luz, una corriente de agua que brillaba con estrellas. Su cuerpo era agua luminosa, su voz era canto, su mirada era compasión. Pero también era orgullosa.“¿Por qué debo descender al mundo de los hombres?”, preguntó. Bhagiratha respondió: “Para liberar a los que sufren. Para unir cielo y tierra.”Ganga aceptó. Cayó como un torrente de estrellas. Pero justo antes de tocar la tierra, Shiva la atrapó en su cabello, enredándola en sus trenzas como quien guarda una flor de una tormenta o un relámpago en una caja de madera.La diosa se agitó, furiosa. Shiva sonrió, y con un gesto, liberó una hebra de su cabello De esa hebra nació el río Ganga, que serpenteó por las montañas, siguió a Bhagiratha por valles y desiertos, hasta llegar al lugar donde yacían las cenizas de sus ancestros. Al tocar la tierra, el agua cantó.y  Las almas de aquellos 60000 antepasados de Bhagiratha se elevaron como pájaros, libres al fin.Desde entonces, Ganges es más que un río. Es madre, es diosa, es puente e
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  • 673. El hojarasquín del Monte (Colombia)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez en el centro de las montañas antioqueñas un Pueblo llamado Santa Rosa de Osos donde los habitantes tenia un misterio que cubria a todos ellos. Allí  en lo alto de las montañas antioqueñas, donde la neblina baja como un manto espeso al caer la tarde cubriendo las casas con techos de teja roja,  mientras las gallinas cruzan las calles empedradas, y los faroles parpadean como si tuvieran miedo de la noche y donde el frio sube siempre acompañado de un manto que cubre el parque principal y la calle que conduce hasta el seminario donde los sacerdotes de la región son educados.Los habitantes viven tranquilos, pero hay una regla que nadie rompe: nadie entra al bosque que por el sendero viejo conduce hasta el pueblo de entrerios Y mucho menos cuando el sol se esconde detrás del cerro tutelar del pueblo. Y  No es por superstición, sino por respeto y el miedo  a el hojarrasquin del monte aquel ser legendario que todos conocen.Don Efraín  era un hombre de manos duras y corazón terco. Leñador de toda la vida, conocía cada árbol por su nombre. Pero también tenía fama de arrogante. Decía que el monte era suyo, que los espíritus eran cuentos de viejas, y que el Hojarasquín no era más que una invención para mantener a los niños obedientes.Una tarde de agosto, cuando el cielo se puso gris como ceniza y el viento dejó de soplar, Don Efraín decidió entrar al bosque por el sendero viejo. Llevaba su machete afilado, una linterna de mano, y un costal para cargar leña. Ignoró las advertencias de doña Lola, la mujer sabia del pueblo que al verlo pasar le dijo con voz temblorosa:—Ese sendero no se pisa sin permiso. El monte tiene memoria, y el Hojarasquín no perdona.Don Efraín se rió, escupió al suelo y se perdió entre los árboles.Además aquella tarde Don Efraín cometio un error aún más grave. Entro al monte por el camino de Riogrande y debido a el afán que tenía para llegar a lo profundo del bosque antes de que el sol se ocultara no dejo ninguna ofrenda en la piedra de los rezos, como todo caminante lo hace, para congraciarse con la virgen para que los proteja o simplemente como señal de humildad ante el hojarrasquin del monte. Apenas entro a el bosque las campanas de la basílica se oyeron sonar llamando a misa o simplemente como una advertencia a Don Efrain que no quería reconocer lo que podía sucederle. Esa noche, el pueblo se quedó sin sueño. Los perros aullaban mirando hacia el monte. Las gallinas no se subieron a dormir. Y en la plaza, el farol del centro parpadeaba como si algo lo soplara desde lejos. Don Efrain no había regresado de su aventura y todos se miraban entre si sin saber que hacer. Nadie se atrevia entrar al bosque ya oscuro y todos sentían que debian esperar el amanecer para iniciar la búsqueda. Durante la noche alguien… un forastero que venia de la ciudad a visitar a su abuela pregunto. Y quien es el hojarrasquin del monte del que ustedes hablan. Todos los allí presentes en la plaza del pueblo lo miraron extranado y Dona Lola con voz baja le contesto. Mijito El hojarrasquin No es hombre ni una  bestia, pero tiene algo de los dos. Su cuerpo es como un tronco viejo, cubierto de hojas secas, bejucos y musgo, y sus ojos brillan como brasas cuando se enoja.Nadie sabe de dónde salió, pero nuestros antepasados cuentan que nació del dolor de los árboles talados sin razón, del llanto de los animales cazados por deporte, y del silencio que dejó el río cuando lo contaminaron. El monte, cansado de tanto abuso, lo creó para que lo defendiera. El Hojarasquín no habla, pero se hace entender. Cuando alguien entra al bosque con malas intenciones —a tumbar ár
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  • 672. Eos y Titono (Leyenda Grecia)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected] una vez En los albores del mundo, cuando los dioses aún caminaban entre los hombres y el cielo era joven una diosa llamada Eos, que era la diosa del amanecer. Eos Hija de los titanes Hiperión (la luz celestial) y Tea (la visión divina), Eos era una de las deidades más radiantes del panteón griego. Su piel brillaba como el oro pálido del alba, y su cabello fluía como hilos de fuego rosado. Eos era tan bella que Cada mañana, montada en su carro tirado por corceles alados, y abría las puertas del cielo para anunciar la llegada del sol.Pero Eos no era solo una diosa de la luz. Era también una criatura de deseo, de anhelos profundos. Había sido maldecida por Afrodita, la diosa del amor, por haber amado al dios Ares. Como castigo, Afrodita la condenó a enamorarse eternamente de mortales, sabiendo que su amor siempre estaría marcado por la tragedia.Un día, mientras sobrevolaba las colinas de Frigia, Eos vio a un joven príncipe troyano llamado Titono. Estaba solo, tocando la lira bajo un olivo, y su voz era tan dulce como el canto de las aves al amanecer. Su belleza era serena, sin arrogancia, y su alma parecía brillar con una luz propia.Eos descendió del cielo como una brisa perfumada. El aire se volvió cálido, las flores se abrieron a su paso, y el tiempo pareció detenerse. Titono, al verla, cayó de rodillas, no por miedo, sino por asombro ya que nunca había visto un ser más hermonos.. Ella lo tomó de la mano y lo llevó consigo, envuelto en una nube de luz dorada, hasta su palacio en los confines del oriente, donde el día nace.El palacio de Eos era una maravilla más allá de la comprensión humana. Sus muros estaban hechos de nubes doradas, sus jardines flotaban sobre lagos de luz líquida, y las estrellas se apagaban suavemente al tocar sus torres. Allí, Eos y Titono vivieron un amor apasionado y tierno. Ella le enseñó los secretos del cielo, le cantó canciones antiguas, y lo colmó de placeres divinos.Pero Eos, aunque inmortal, no era ajena al miedo. Cada día que pasaba, veía una arruga más en el rostro de Titono, una cana más en su cabello. El tiempo, que no tocaba a los dioses, sí dejaba su huella en los mortales.Desesperada por conservar a su amado, Eos subió al Olimpo y se postró ante Zeus.—Padre de los dioses —suplicó—, concédele a Titono la inmortalidad, para que nunca me sea arrebatado por la muerte.Zeus, conmovido por su amor, accedió. Pero Eos, en su prisa, olvidó pedir la juventud eterna.Al principio, todo parecía perfecto. Pero los años pasaron, y Titono comenzó a envejecer sin cesar. Su cuerpo se encorvó, su voz se volvió temblorosa, sus ojos se nublaron. Eos lo cuidaba con ternura infinita, pero no podía detener la maldición que ella misma había provocado.Titono, inmortal pero cada vez más débil, se convirtió en una sombra de lo que fue. Ya no podía hablar, solo emitir un murmullo constante, como el canto de un insecto al atardecer. Eos, rota por el dolor, pidió a los dioses que lo liberaran de su sufrimiento.Algunas versiones dicen que lo encerró en una cámara dorada, donde vivía como un susurro. Otras, más simbólicas, cuentan que lo transformó en una cigarra, para que pudiera cantar eternamente bajo el sol, su voz un eco del amor que compartieron.Desde entonces, cada amanecer es más que el inicio de un nuevo día. Es el recuerdo de un amor que desafió al tiempo, pero que fue vencido por él. Eos sigue cruzando el cielo cada mañana, su carro iluminando el mundo, mientras el canto de las cigarras acompaña su paso, como un lamento suave y eterno. 
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  • 671. El anillo de Gyges (Grecia)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez un pastor humilde que vivía en lidia en lo que hoy es Turquía. Aquel pastor se llamaba Gyges y era reconocido en toda la región como un hombre bueno dedicado únicamente a el cuidado de su rebano de ovejas. Gyges había sido pobre toda su vida pero siempre se decía a si mismo que nada necesitaba más allá de su humilde hogar y las ovejas que el daban la alimentación diaria y la lana para cubrir sus necesitades básicas. Pero Gyges estaba a punto de encontrarse consigo mismo sin saberlo. Una mañana cuando el pastor estaba cuidando a las ovejas se empezó a sentir un trepidar de la tierra. Las ovejas se movían asustadas y todos la tierra donde Gyges estaba parado salto. Gyges cayo al suelo y al pararse bien como delante de si había un gran agujero que se había formado justo allí. Con mucho cuidado se acercó y vio que el agujero era muy profundo y que en el fondo de aquella profundidad había algo que brillaba. Curioso decidio adentrarse en aquel agujero atraído por el brillo de aquel objeto que podía ver reflejado por los rayos de sol de aquel medio día.  Con dificultad bajo las escarpadas paredes del agujero y al llegar a la base misma encontró algo que le sorprendió. Un enorme  caballo de metal brillante se encontraba frente a sus ojos. El caballo era del tamaño de su humilde hogar y en su torso se veía una puerta entreabierta. Con algo de dificultad Gyges subio hasta la puerta y cruzándola vio un  ser gigantesco con forma de hombre. El ser estaba muerto, y al examinarlo vio que tenía entre sus manos una anillo de oro. Gyges tomo el anillo y lo examino. Era un circulo perfecto, sin ninguna marca y con un brillo espectacular. Sabiendo que nadie había allí simplemente se puso el anillo en uno de sus dedos y salió de allí antes de que aquella gruta se cerrara.  Al regresar a la superficie Gyges tomo sus pocas pertenencias y arreando las ovejas llego de nuevo a su hogar. Luego partió hacia el pueblo sabiendo que no podría contarle a nadie lo que le había pasado. Allí entro a una taberna y comenzó a departir con sus amigos como usualmente lo hacia. Sin embargo algo sorprendente sucedió. Mientras hablaba movió accidentalmente el anillo haciéndolo girar y de repente noto que sus amigos miraban hacia donde había estado y actuaban como si el no estuviera allí. Se dio cuenta que sus amigos ya no lo veían. Se aparto un poco y moviendo de nuevo el anillo vio como los otros asistentes al bar lo saludaban como si hubiera recién llegado. Se había hecho visible de nuevo. Comprendió lo que había sucedido. Este era un anillo mágico. Si lo movía se hacia invisible y si lo volvía a girar se hacia visible de nuevo. Regresando a su humilde hogar se acostó a analizar lo que le había sucedido y como podría servirle aquello que tenía . Su primer instinto era regresar el anillo a la grieta y olvidarse de ello, pero durante la noche su alma fue modificándose mientras pensaba que podía hacer si permanecía invisible. Gyges había sido siempre un hombre honrado y justo, pero ahora sabía que si nadie lo veía podría actuar sin que nadie se diera cuenta y nadie lo podría juzgar. Y en su ser comenzó a crecer un lucha interna entre el bien y el mal. Al amanecer ya tenía un plan en su mente. Probaría su invisibilidad en el sitio más resguardado de toda la región. En el palacio del Rey de Lidia. Allí habían cientos de guardias siempre atentos, pero quería probar si bajo el influjo de aquel anillo podría recorrer el palacio sin que nadie lo detectara. Y así se lo propuso y salió temprano rumbo al palacio. Al llegar a la puerta de aquel palacio movió el anillo y caminando entre los guardias de la puerta principal pudo entrar sin ningún problema ya
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Acerca de Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

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