Doctrina y Convenios 71-75 | Estudio de las Escrituras con Pepe y Ariel
Desde que era joven, José Smith hizo frente a críticos, e incluso a enemigos, conforme procuraba hacer la obra de Dios. Sin embargo, debió haber sido particularmente difícil a finales de 1831, cuando Ezra Booth comenzó a oponerse públicamente a la Iglesia, ya que en ese caso el crítico era alguien que anteriormente había sido creyente. Ezra había visto a José utilizar el poder de Dios para sanar a una mujer y había sido invitado a acompañar a José en el primer reconocimiento que se hizo a la tierra de Sion en Misuri; pero había perdido la fe y, con la intención de desacreditar al Profeta, publicó una serie de cartas en un diario de Ohio. Sus esfuerzos parecían estar dando frutos, ya que “sentimientos hostiles […] habían surgido contra la Iglesia” en la región (Doctrina y Convenios 71, encabezamiento de la sección). ¿Qué debían hacer los creyentes en una situación como esa? Si bien no hay una sola respuesta correcta para toda situación, parece que a menudo —incluso en este caso de 1831— parte de la respuesta del Señor es declarar la verdad y corregir las falsedades al “proclamar [el] evangelio” (versículo 1). Es cierto que la obra del Señor siempre tendrá críticos, pero al final, “no hay arma forjada en contra de [ella] que haya de prosperar” (versículo 9).Véase “Ezra Booth e Isaac Morley”, en Revelaciones en contexto, pág. 143.
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Doctrina y Convenios 67–70 | Estudio de las Escrituras con Pepe y Ariel
De 1828 a 1831, el profeta José Smith recibió muchas revelaciones del Señor, incluso consejos divinos para ciertas personas, instrucciones para gobernar la Iglesia, visiones de los últimos días y muchas verdades inspiradoras de la eternidad; sin embargo, muchos de los santos no las habían leído. Las revelaciones todavía no se habían publicado, y las pocas copias disponibles estaban escritas a mano en hojas sueltas que circulaban entre los miembros y que los misioneros llevaban consigo.Luego, en noviembre de 1831, José convocó un consejo de líderes de la Iglesia para intercambiar opiniones sobre la publicación de las revelaciones. Tras procurar la voluntad del Señor, esos líderes hicieron planes para publicar el Libro de Mandamientos, que fue el precursor de lo que actualmente es Doctrina y Convenios. Dentro de poco todos podrían leer por sí mismos la palabra de Dios revelada mediante un profeta viviente, siendo una prueba vívida de que “de nuevo se ha[bía]n confiado al hombre las llaves de los misterios del reino de nuestro Salvador”. Por esa y muchas otras razones, los santos entonces y ahora consideran que esas revelaciones son “de tal estima […] como las riquezas de toda la tierra” (Doctrina y Convenios 70, encabezamiento de la sección).Véase Santos, tomo I, págs. 143–146.
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Doctrina y Convenios 64–66 | Estudio de las Escrituras con Pepe y Ariel
En el terrible calor de agosto de 1831, varios élderes viajaban de regreso a Kirtland desde la tierra de Sion en Misuri. Los viajeros estaban cansados, y las tensiones no tardaron en convertirse en riñas. Puede haber parecido que edificar Sion, una ciudad de amor, unidad y paz, iba a tomar mucho tiempo.Afortunadamente, edificar Sion —en Misuri en 1831 o en nuestro corazón, nuestras familias y nuestros barrios en la actualidad— no requiere que seamos perfectos. En vez de ello, “a vosotros os es requerido perdonar”, dijo el Señor (Doctrina y Convenios 64:10). Él requiere “el corazón y una mente bien dispuesta” (versículo 34), y requiere paciencia y diligencia, ya que Sion se edifica sobre el fundamento de “cosas pequeñas”, las cuales las logran quienes no se “cans[an] de hacer lo bueno” (versículo 33).Véase también Santos, tomo I, págs. 136–137, 139–140.
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Doctrina y Convenios 60–63 | | Estudio de las Escrituras con Pepe y Ariel
A principios de agosto de 1831, José Smith y otros élderes de la Iglesia se estaban preparando para regresar a Kirtland después de una breve visita a la “tierra de Sion” (Doctrina y Convenios 59:3). El Señor quería que predicaran el Evangelio durante su viaje (véase Doctrina y Convenios 52:10); y algunos de ellos lo hicieron con diligencia, pero otros tuvieron dudas. “Esconden el talento que les he dado”, dijo el Señor, “a causa del temor de los hombres” (Doctrina y Convenios 60:2). Muchos de nosotros sabemos cómo se sentían esos élderes. Si bien amamos el Evangelio, el temor y la duda podrían impedirnos compartirlo, pero el Señor es misericordioso. Él “conoce las flaquezas del hombre y sabe cómo socorrer[nos]” (Doctrina y Convenios 62:1). Dispersas en todas esas revelaciones dadas a los primeros misioneros, se encuentran palabras tranquilizadoras que nos pueden ayudar a superar nuestros temores y defectos: “Puedo haceros santos”. “… toda carne está en mi mano”. “…estoy siempre con los fieles”. Y “el que sea fiel y persevere, vencerá al mundo”. (Doctrina y Convenios 60:7; 61:6; 62:9; 63:47).
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Doctrina y Convenios 58–59 | | Estudio de las Escrituras con Pepe y Ariel
Cuando los élderes de la Iglesia vieron por primera vez el sitio de la ciudad de Sion —Independence, Misuri— no fue lo que ellos esperaban. Algunos pensaron que se encontrarían con una comunidad próspera e industriosa que tendría un grupo fuerte de santos. En su lugar, encontraron un asentamiento escasamente poblado que no contaba con la civilización a la que estaban acostumbrados y que estaba habitado por colonos fronterizos toscos en vez de santos. Resultó que el Señor no les estaba pidiendo que solamente fueran a Sion, sino que quería que edificaran Sion.Cuando nuestras expectativas no coinciden con la realidad, podemos recordar lo que el Señor dijo a los santos en 1831: “No podéis ver con vuestros ojos naturales el designio de vuestro Dios […], ni la gloria que seguirá después de mucha tribulación” (Doctrina y Convenios 58:3). Efectivamente, la vida está llena de tribulación, e incluso iniquidad, pero aún podemos “efectuar mucha justicia; porque el poder está en [nosotros]” (versículos 27–28).Véase también Santos, tomo I, págs. 130–136.
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