DIA 290 - Promesa de Restauración
Hoy estaremos leyendo Jeremías 29-30, Hebreos 2:1-9 y Proverbios 8:31-36. En Jeremías 29, el profeta envía una carta a los exiliados en Babilonia con un mensaje inesperado: no era tiempo de rebelarse, sino de florecer donde Dios los había enviado. Les dice: “Construyan casas, planten huertos… oren por la paz de la ciudad donde los he enviado al destierro, porque la paz de esa ciudad será su paz” (vv. 5-7). Luego viene una de las promesas más conocidas y poderosas de la Escritura: “Yo sé los planes que tengo para ustedes” (v. 11). Aun en medio del exilio, Dios tenía propósito, restauración y esperanza. En Jeremías 30, el Señor promete traer de regreso a su pueblo, sanar sus heridas y romper el yugo de la opresión. Aunque el juicio era necesario, la misericordia de Dios siempre tenía la última palabra. Reflexiona: ¿Estás dispuesto a florecer en medio de la temporada donde Dios te ha puesto, incluso si no es la que esperabas? ¿Puedes confiar en que aun en el “exilio” Dios está cumpliendo sus planes de bien sobre tu vida?En Hebreos 2:1-9, el autor nos llama a no descuidar la salvación tan grande que hemos recibido. “Por eso debemos prestar mucha más atención a las verdades que hemos oído, no sea que nos desviemos” (v. 1). Jesús, quien fue hecho “un poco menor que los ángeles”, asumió la humanidad para traer salvación a todos. Él compartió nuestro dolor, nuestra debilidad y nuestra condición, y fue coronado de gloria y honor por su obediencia perfecta. En Él, Dios restauró lo que la humanidad había perdido. Reflexiona: ¿Estás valorando la salvación cada día, o la estás dando por sentada? ¿Estás prestando atención a la voz de Cristo, o te has dejado distraer por las preocupaciones de este mundo?En Proverbios 8:31-36, la sabiduría expresa su alegría al ver la creación y, especialmente, al contemplar a la humanidad: “Me lleno de alegría en su mundo y me deleito con la humanidad” (v. 31). Luego hace una invitación: “Escúchenme, porque todos los que siguen mis caminos son felices… pero los que no me hacen caso se hieren a sí mismos” (vv. 32 y 36). La sabiduría de Dios no es solo conocimiento, sino una manera de vivir que trae gozo, propósito y protección.