Crata Repoa: ¿iniciaciones egipcias?
A finales del siglo XVIII, la egiptomanía se consolidó como un fenómeno cultural e intelectual en Europa, reflejando la profunda fascinación que el Antiguo Egipto ejercía en diversos ámbitos, desde la arquitectura y la literatura hasta la filosofía y los círculos iniciáticos. En particular, la Masonería incorporó con entusiasmo esta influencia, quizás tomando como base la célebre afirmación de Cagliostro: “Toda luz viene de Oriente, toda iniciación viene de Egipto”, un axioma que se ha venido repitiendo como un mantra en ámbitos esotéricos desde hace siglos.
En este contexto, en este auge por todo lo egipcio, apareció en Prusia -más precisamente en el año 1767- un rito masónico fuertemente inspirado en las tradiciones iniciáticas del Antiguo Egipto, aunque, en rigor de verdad, este rito no puede considerarse egipcio sino egipciano o pseudo-egipcio, ya que parte de una idealización de las escuelas de misterios descritas en textos grecolatinos y no de una transmisión directa y comprobable de las prácticas iniciáticas originales del Egipto faraónico.
Aún así, es interesante el modo en que, 23 años antes de que se descubriera la Piedra Rosetta, fueron llevados a Europa e incrustados en un ritual iniciático símbolos, ritos y leyendas vinculados a Egipto. Hoy en día todos hemos visto fotos de Egipto, documentales, películas, incluso algunos han tenido el privilegio de viajar a esas tierras, pero en 1767 no se sabía demasiado de Egipto, al menos no con el rigor científico que vino después con el desarrollo de la egiptología.