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Grandes Reportajes de RFI

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  • El Londres más íntimo de Mario Vargas Llosa
    Aunque aseguraba que París era la ciudad donde había sido feliz, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, fallecido el 13 de abril pasado, vivió buena parte de su vida en Londres, ciudad donde escribió 'Conversación en La Catedral', uno de sus obras maestras. Recorrido por el Londres íntimo de Vargas Llosa con un reportaje de Luisa Pulido, corresponsal de RFI en Reino Unido. "Conversación en La Catedral" es el único libro que Mario Vargas Llosa "salvaría del fuego", según dijo en alguna ocasión el Nobel de Literatura peruano. Esa novela fue escrita en la entonces Biblioteca Británica, en Londres, en los años 60. Fue la misma biblioteca donde, en medio de miles de libros, se sentaron Marx y Lenin.Hoy ese lugar se ha convertido en una sala de lectura del Museo Británico, imponente edificio cilíndrico, color mármol, de casi 43 metros de diámetro y ubicado a pocos pasos de la entrada del museo. Ahí entrevistamos al profesor Stephen Hart, especialista en literatura Latinoamericana en la University College London (UCL), sobre ese periodo en la vida del autor peruano."Cuando Vargas Llosa venía aquí para estudiar, creo que se sentía como un miembro más de la comunidad de los escritores más importantes de la historia, entre otros, Marx. Sentía la importancia de la escritura y la literatura, pero también de la ciencia, pues aquí también venían los científicos", dice Hart.'Conversación en La Catedral', obra perfectaStephen Hart, quien fue alumno de Vargas Llosa en los años 70 en la Universidad de Cambridge, es un gran admirador de "Conversación en La Catedral"."Lo más importante en esa novela es la exploración técnica, el sentido de la técnica que desarrolla en ella Vargas Llosa. Es una obra perfecta. La manera en que utiliza la técnica de los vasos comunicantes, la idea que uno tiene un espacio por aquí y luego otro espacio, otro tiempo, y hay luego una fusión de todo ello", apunta.  Mario Vargas Llosa llegó en 1967 a Londres, procedente de París, para ser profesor de literatura en dos universidades. Medio siglo después, una foto de Vargas Llosa maduro, canoso y serio, adorna una de las enormes ventanas del centro de idiomas del King’s College. Ahí se resalta, con orgullo, que el escritor y político, laureado con el Nobel de Literatura en 2010, fue profesor de esa universidad entre 1967 y 1970.El escritor Enrique Zattara relata esos primeros años del Nobel en Londres."Vargas Llosa estaba viviendo en París desde hacía unos años gracias a una beca. Ahí había viajado con la mujer. Ahí tuvo su primer hijo. Pero aparentemente su situación legal no le permitía quedarse. Entonces comenzó a buscar otras alternativas", explica Zattara.Para el autor peruano fue claro desde joven que “se iba a preocupar toda su vida por trabajar de algo que tuviera que ver con la escritura, que su trabajo iba a ser escritor”, explica Zattara y precisa: “Era muy ambicioso, en el buen sentido”, apunta Zattara."El Nobel obtiene un contrato en Saint Mary's College, al oeste de Londres. Ahí se instala con su mujer y su primer hijo, en un barrio relativamente popular cuya población es mayoritariamente de origen irlandés. Luego, al año siguiente, pasa a ser profesor de Siglo de Oro en el Departamento de Idiomas en el Kingrs College, en el centro de la ciudad", recuerda también el escritor Enrique Zattara.Vida austera"A los 31 años, su vida era muy sencilla", cuenta también Zattara. "Él mismo contaba que su vida era muy austera. Cuando no trabajaba, se iba a la Biblioteca Nacional, que en ese momento estaba en el Museo Británico. Iba a leer los fines de semana. Como pagarle a una niñera por ocuparse de los niños salía muy caro, lo que hacía era salir una vez al teatro por semana con Patricia [su mujer]", cuenta Zattara.  Esa vida también estuvo marcada por la academia, el periodismo y la familia. Transcurría en el hoy exclusivo sector de Earl’s Court, en el oeste de Londres. Las cartas que recibía de sus amigos y compadres escritores del "Boom Latinoamericano", fueron enviadas a la calle Philbeach, número 7, código postal SW5. Era una mansión blanca con puertas negras. No se tienen más detalles.La magia de LondresLo que sí es indudable para el director del Instituto Cervantes en Londres, Víctor Ugarte, es que "la constante oferta cultural de Londres para un creador como Vargas Llosa, o para cualquier persona amante de la cultura, es increíble. Pocas ciudades en el mundo pueden competir con esa oferta tan enorme, tanto pública, como los grandes museos, como privada, las pequeñas galerías".Aunque Londres no se destaca en su obra, la ciudad sí fue importante para Vargas Llosa intelectualmente y de crecimiento como escritor, estima Ugarte.Ir a teatro, correr en el parque"Claro, le gustaba mucho ir a conciertos, asistir a conferencias, visitar museos, pero también practicar deporte, por ejemplo, correr en el parque. Estaba en un ambiente no latino, con lo cual podía concentrarse en su trabajo de una forma más, digamos, individual. Eso, según dice, le ayudó mucho para su creatividad. Vargas Llosa tenía un proceso muy disciplinado. Se levantaba temprano, escribía por la mañana para que no le molestaran los ruidos", relata Ugarte.Carlos Fuentes y su familia vivieron en la misma zona casi 20 años después. La amistad entre el escritor mexicano y el escritor peruano fue siempre entrañable. La periodista Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes, se confió sobre esta amistad a RFI."Mario era muy, muy terrenal, pero también muy estimulante, no solo en la literatura, sino también, como usted sabe, en la política", dice.  Enrique Zattara, que hace caminatas que recorren los lugares frecuentados por escritores como Vargas Llosa, afirma que Earls Cour fue un barrio que fascinó al peruano."El Earls Court de Vargas Llosa no es como el barrio de ahora. El que él conoció era un barrio, digamos, ‘jiposo’, [de ‘hippie’, figura contestataria de los setenta], lleno de gente rara. A él le gustaba mucho todo eso. Incluso hay una parte de una novela suya que transcurre en Londres, Travesuras de la niña mala. El personaje vive en un apartamento que es, realmente, donde él vivía. Vargas Llosa cuenta muchas cosas del barrio que aún hoy se pueden ver", dice Zattara.Londres fue una experiencia formativa en la vida y carrera literaria del autor, nos explica el escritor peruano, Gunter Silva. "Era la época del apogeo de la contracultura, los hippies, las protestas estudiantiles, la juventud rebelde, la libertad sexual, el rechazo a toda forma de autoridad, las drogas psicodélicas, el rock and roll, las minifaldas. Londres era pura efervescencia. La ciudad tenía algo de carnaval libertario sin necesidad de censura ni comisarios", dice Silva.Evolución política hacia la derechaEn ese momento Vargas Llosa vive una evolución política. Según sus palabras, ahí "dejó de ser socialista para convertirse en liberal y gran admirador de Margaret Thatcher", la Dama de Hierro, la primera mujer primera ministra, famosa por sus políticas de recortes y transformación económica en la década de los 80.Él mismo quiso convertirse en presidente del Perú y lanzó su candidatura en 1990. Si bien pasó a la segunda vuelta, fue derrotado por Alberto Fujimori.Gunter Silva recuerda que por esos años el Nobel afianzó su visión política."En Londres, Mario Vargas Llosa leyó por primera vez a Popper, a Hayek. Esas ideas sobre la sociedad abierta, el individuo como centro, la protección de las libertades individuales, el rechazo al totalitarismo, influyeron profundamente en su visión política. Londres fue, en ese sentido, más que un lugar físico, fue una ciudad mental, un laboratorio moral", sostiene Silva.De socialista a admirador de ThatcherNo solo Popper y Hayek lo inspiraron. El profesor Stephen Hart estima que Margaret Thatcher también fue una fuente de inspiración política para el escritor. Inclusive recurriría a ella para su campaña a la presidencia."Sabemos que era un gran admirador de Margaret Thatcher porque le escribió una carta. Yo he visto esta carta. Esta carta fue vendida por [la casa de subastas] Sotherby’s. En ella Vargas Llosa habla de su admiración por Thatcher. También expresa su apoyo a la democracia popular en todo el mundo, el rechazo de las nacionalizaciones, así como el énfasis en las privatizaciones", apunta Hart.Ahora bien, ¿el Nobel peruano llegó a extrañar Londres?"Me dijo que sí, que la extrañaba; extrañaba ese orden con alma que tenía Londres", responde su compatriota y escritor Gunter Silva, quien le planteó la pregunta hace varios años."Extrañaba lo estimulante que podía ser la ciudad. Me habló de los tés con scones, de los tandooris, de la cantidad de obras de teatro que se exhibían cada noche. Pero también me confesó que donde verdaderamente había sido feliz era en París".
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  • El café peligra en Guatemala: cuando los jóvenes deciden emigrar antes que sembrar
    Los pequeños productores guatemaltecos de café sufren una serie de amenazas que les impide seguir cultivando y teniendo ganancias favorables para su comunidad con la siembra y venta de este codiciado oro negro. En la última década todo ha sido cuesta arriba para poder seguir exportando y trasladando el conocimiento a nuevas generaciones de cafetaleros porque los jóvenes prefieren emigrar a Estados Unidos. “Yo preferiría tener un negocio porque la agricultura te salva la vida, te da de comer y todo eso, pero a veces necesitamos dinero también”, explica el joven Pedro Guzmán desde Nebaj, Quiché, en el noroccidente de Guatemala, a seis horas de ruta de la capital.El camino nos lleva a un lugar prestigiado por su ubicación y microclima ideal para la siembra del café, una región de cafetaleros desde hace décadas. Los pequeños productores en esta región han sabido aprovechar y producir algunas de las variedades más destacadas y populares del mundo. Según la Organización Internacional del Café, Guatemala está entre los más destacados de América Central y ocupa el décimo puesto a nivel mundial, además de Costa Rica y Honduras.Pedro Guzmán considera que las oportunidades siguen siendo escasas en su pueblo y aunque no lo tiene muy claro, se plantea emigrar a Estados Unidos, como muchos jóvenes de la región, incluyendo sus primos. ‘Yo sí me alegro de que mis primos que están en Estados Unidos ahora ya tengan sus casas, nosotros aquí vamos superando la situación poco a poco, pero al menos estamos en nuestro país”, reconoce Pedro, que a sus 17 años tiene una peluquería en Nebaj pero le genera pocos ingresos y las exigencias generacionales con sus padres y sociedad son muy fuertes, nos dice.Sin relevo generacional La emigración masiva de jóvenes hacia el norte está provocando un nuevo problema en el campo guatemalteco: no hay relevo generacional y esto pone en peligro la exportación del café. Este producto, tan codiciado, intenta sobrevivir a esta crisis que nunca antes había vivido.”Algunos ya tienen hijos en Estados Unidos, así que los productores prefieren recibir las remesas fáciles y abandonan el café. Actualmente, de los 977 productores que tenemos, el rango de edad supera los 50 años”, asegura Romualdo Pérez, gerente de la Asociación Chajulense, del noroccidente del país, en Chajul, Quiché, a 45 minutos de Nebaj, una de las zonas más afectadas por este fenómeno de deserción.Los compradores de café guatemalteco están presionando a los productores para que promuevan el relevo generacional y así mantener la producción, pero según los pequeños productores, la mayoría prefiere irse a EE.UU. que seguir cultivando café con su familia.“Lo que nos está afectando a nosotros es que no tenemos gente para cortar el café desde hace cinco o seis años, hay muchas personas que se están movilizando”, explica Pedro Caba de 52 años, cultivador de café y presidente de la Junta directiva Chajulense.Considera que el alza del precio del café no es culpa de los productores, ni del comprador, sino de la migración.Desde el 31 de enero hasta diciembre del 2024, 54.056 mil jóvenes en edades comprendidas entre los 19 y los 35 años han sido retornados procedentes de Estados Unidos y México.De enero a febrero del 2025, casi 3.000 jóvenes han regresado engrilletados de manos y pies, según información del Instituto Guatemalteco de Migración.Estados Unidos endurece las leyes, pero los jóvenes no se resignan a a quedarseAunque las leyes estadounidenses sean cada vez más rigurosas contra los inmigrantes, los jóvenes sin opciones siguen arriesgando su vida para llegar a Estados Unidos. Abandonan el país, como lo hicieron sus padres. Consideran que ahora es su turno de irse y mandar dinero a sus padres o familias.“Yo creo que a la mayoría de la gente ya no le interesa la agricultura. En esta área creo que más del 70% han emigrado a diferentes países y lo único que ha traído es la construcción de enormes casas y la agricultura ya se está quedando abandonada”, denuncia Genaro Simalaj, agricultor de Sololá que empezó a trabajar la tierra a los cinco años sembrando maíz y frijol. Romualdo Pérez, de la Asociación Chajulense, cuenta que los jóvenes que consiguen llega a Estados Unidos logran obtener algunas cosas materiales, pero si su estadía fue muy rápida y son deportados, regresan endeudados y sin terrenos para sembrar, así que de igual forma tienen que seguir trabajando para subsistir en Guatemala. El fenómeno también afecta a menores.El Instituto Guatemalteco de Migración (IGM) asegura que desde enero del 2024 hasta octubre del mismo año retornaron a Guatemala vía aérea y terrestre 21.757 mil menores en edades de 14 a 18 años, provenientes de Estados Unidos y México.Una crisis que se compara a la de la royaLos problemas financieros y crisis de la organización se comparan con la que se vivió en el 2012 y la llegada de la roya, una enfermedad fúngica que se caracteriza por la aparición de hinchazones rojizas o naranjas en las hojas y tallos de las plantas. Una especie de hongos parásitos que necesitan plantas vivas para sobrevivir.“Cuando vino el problema de la roya, los productores perdieron casi el 100% de la cosecha durante dos o tres años. En el 2011, logramos exportar 48 contenedores de café, pero ya en el 2012, cuando empezó la roya, de 48 bajamos a 28 contenedores, al tercer año después de la roya, bajamos a 11 contenedores”, recuerda Romualdo Pérez de la Asociación Chajulense. “Cuando la gente vio estas bajas en la producción, su única opción fue emigrar”, agrega.Actualmente, la Asociación Chajulense está pagando 1.300 quetzales (unos 170 dólares) por un quintal 100 Kg de café, pero eso no compensa a los agricultores para mantener a sus familias y la producción anual porque la mayoría son muy pequeños, algunos generan cinco quintales, otros diez y otros 20.La experiencia estadounidense puede convertirse en una pesadilla En los últimos años existen grupos de estafadores que engañan a los agricultores ofreciéndoles visas de trabajo para hacer mayores ganancias y pagos mucho más atractivos si van a trabajar la tierra a Estados Unidos, pero al llegar al lugar se encuentran en fincas, hacinados, con poca alimentación, en climas extremos y al final no les pagan lo prometido, lo cual les obliga regresar sin dinero con muchos traumas por la forma en que son explotados.“Todo el mundo debe enterarse de cómo los jóvenes viven en estas fincas, maltratados y engañados. Yo fui por necesidad, pero estoy arrepentido, sufrí. Al ver que no pagaban, decidí organizar a los jóvenes para que nos dieran nuestro dinero y al final nos regresamos con deudas”, no explica Edgar Ixcaya, un agricultor del occidente de San Marcos la Laguna, Atitlán.Los departamentos desde donde viaja la mayor cantidad de menores no acompañados, en su mayoría indígenas, son de Huehuetenango, San Marcos y Quiché, según el Instituto Guatemalteco de Migración.Sin embargo, existen miembros de la asociación Chajulense que promueven e incentivan a sus hijos a seguir con la compra de terreno en Guatemala para sembrar café, es el caso de Daniel Carrillo de 56 años, es de los socios más antiguos.“Yo les enseñé a sembrar café y cardamomo, ahora ya tienen su plantación, ya les di sus herencias y siguen sembrando”, explica. Carrillo que motiva a otros jóvenes, a pesar de las dificultades, a que trabajen sus tierras y sigan comprando más terrenos.“Este muchacho lleva como tres años trabajando conmigo, quiso emigrar también, pero yo le he dicho que no, que trabaje aquí, porque allá no es fácil, y aquí nos quedamos sin gente”, deplora.La importancia de invertir en tierras desde EE.UU.En su aldea los jóvenes siguen viajando a Estados Unidos. En ese caso, los incentiva para que aprovechen el tiempo y que realicen el viaje con metas claras. Y si vuelven, tendrán un pedazo de tierra para sembrar para sobrevivir. “Yo siempre les he dicho que, si se van a ir, pues no tirarse a los vicios, sino que compren terrenos y luego regresen a trabajarlos”, aconseja Carrillo.Daniel cuenta que muchos jóvenes no regresan porque logran adaptarse a un sistema bastante difícil, pero prefieren eso a volver a su tierra y dedicarse a la agricultura. Incluso él mismo intentó viajar cuando era joven, pero fue deportado. Su hijo, sin embargo, logró irse, a pesar de que Daniel intentó impedírselo.“Le dije que era muy duro el camino, que ahí lo tratan como se le dé la gana a uno y ¿qué tal si no llegas? “, le preguntó. Pero su hijo no tiró la toalla. “Gracias a Dios pues a él sí le fue bien, a los diez días que él salió de aquí ya estaba en migración, él tenía 23 años, pero lo bajamos a 17.  Gracias a Dios la migración no se dio cuenta”, confiesa.Su hijo ya lleva tres años viviendo en Estados Unidos y no quiere regresar, pero Carillo no pierde la esperanza de que su hijo regrese algún día para seguir cultivando café.
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  • Se acabó el sueño americano, es tiempo del ‘sueño mexicano’
    La Ciudad de México se convirtió en el refugio de miles de haitianos que encontraron una segunda oportunidad en esta desmesurada capital de 20 millones de habitantes. Descubrieron que aquí sería posible cumplir el sueño americano sin tener que llegar a Estados Unidos. Lo llaman “el sueño mexicano”.  “No necesitan llegar a Estados Unidos para cumplir su sueño”, dice con tono de seguridad Don Peter refiriéndose a sus compatriotas haitianos. Él llegó a México en 2023 y un año y medio después ya festejaba el primer aniversario de su negocio. “Empezar siempre no es fácil, pero después de un año se va a acostumbrar a la cultura y se va pa’ lante”, afirma.Su nombre completo es Peterson Dattus, pero sus clientes y amigos le dicen Don Peter, además de que sus negocios lucen este nombre. La apacible atmósfera de su tienda tapizada de trenzas afro, licores de coco y animada por una clientela haitiana que habla en creole (el principal idioma de Haití) contrasta con el caótico y estridente ambiente de la alcaldía donde nos encontramos, Tláhuac, al sur de Ciudad de México. Y como suena una pegajosa canción haitiana que invita a bailar al visitante, es fácil imaginarse que así es la vida en el Caribe haitiano. Mientras nos muestra sus diversos y coloridos productos, Don Peter nos explica que muchos de sus compatriotas decidieron quedarse en México porque consideraban que hay muchas oportunidades, desde la escuela gratuita para los niños hasta la posibilidad de estudiar la universidad y, por supuesto, trabajo. Él, por ejemplo, se siente muy orgulloso por lo que ha logrado en tan poco tiempo, pues a finales de 2024 ya estaba abriendo un segundo negocio, un restaurante de comida haitiana justo a la vuelta del primero. “Todo va bien gracias a Dios, y gracias a México por las oportunidades que me da”, comenta.La invención del sueño mexicanoLas autoridades mexicanas se vieron sorprendidas cuando México se convirtió en el destino de miles de migrantes porque hasta antes de la pandemia se le consideraba un país de origen y de tránsito hacia Estados Unidos. La diplomacia mexicana informó a finales de 2024 que la comunidad haitiana es una de las más numerosas con cerca de 100.000 haitianos instalados en el país y la mayoría viviría en Ciudad de México, cerca de 45.000, según la prensa local.“¡Fue un choque!”, cuenta Michel Cortés al recordar el día en que vio por primera vez a un grupo de haitianos a las afueras del centro cultural donde les brinda clases gratuitas de español. “Yo creo que ellos nos veían como raro y nosotros a ellos”, agrega.Los capitalinos ya se habían familiarizado con las caravanas de migrantes iniciadas en 2018, que eran pasajeras, pero nunca habían visto tantos improvisados y prolongados campamentos como los que acapararon sus banquetas, plazas y parques en los tiempos de Covid. Llegó un momento en que los albergues ya no podían atender a tanta necesidad, y los migrantes encontraron refugio al sur de la capital, donde la vida es más económica. Con lonas de viejas campañas electorales alzaron tiendas que apenas los protegían de las frías noches del altísimo altiplano mexicano, que se encuentra a 2.240 metros sobre el nivel del mar, y de los ardientes rayos de sol del mediodía, y para bañarse asistían a regaderas que los locales les rentaban en sus domicilios. En estos campamentos vivían médicos, cargadores, taxistas, profesoras, estilistas… haitianas y haitianos de todos los horizontes que en un principio sólo estaban de paso, pero que años después México se convertiría en su segundo hogar.Su presencia causaba malestar para muchos lugareños que se quejaban de que no podían caminar por las banquetas, de que las autoridades no les brindaban sanitarios y de que se sentían inseguros con estos nuevos vecinos. Tiempo después muchos comprenderían que habían sido injustos tratándolos de delincuentes como algunos estadounidenses lo hacen con los mexicanos en Estados Unidos. Con su llegada, los mexicanos aprendieron de golpe que Haití era el país más pobre del continente americano y que huían de su isla porque había sido azotada por varias tragedias. Primero por el terremoto del 12 de enero de 2010 que le quitó la vida a más de 280 000 personas, y luego por la ola de violencia desatada tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse, el 7 de julio de 2021, incontrolable hasta nuestros días y que obligó a más de un millón de haitianos a dejar su domicilio (la población de Haití es de poco más de 11,5 millones).“Todo el mundo quiere huir del país porque está cansado. Todos los días hay balazos p’arriba, p’abajo… Todo el mundo si sale de Haití no piensa regresar”, cuenta Don Peter, triste y enfurecido. Además de la violencia que reina en aquel país caribeño, los mexicanos supieron de la espinosa relación entre Haití y Francia cuando el presidente galo, Emanuel Macron, insultó a los dirigentes haitianos llamándolos "idiotas" por haber destituido a un exministro, Garry Conille, que él apoyaba. Aquella frase le dio la vuelta al mundo el 21 de noviembre de 2024. Varios especialistas reaccionaron recordándole a Macron que parte de la desgracia de los haitianos se explica por la injusta deuda que los excolonos franceses les impusieron tras su independencia, en 1804. El famoso economista francés, Thomas Piketty, explica en su libro Capital e ideología que en 1825 Haití aceptó un préstamo de 150 millones de francos de oro (que equivaldrían a unos 40 billones de euros hoy en día) de la Caja de Depósitos y Consignaciones (Caisse des dépôts et consignations), una institución francesa existente hasta nuestros días. Sabiendo que ese monto sería imposible de pagar, pero con tal de que no los invadieran nuevamente, los haitianos se resignaron a pagar cada año, y de manera indefinida, un monto que cubría únicamente los intereses y que equivaldría al 15% de su producción anual. Aunque fue renegociada y saldada en 1950, los 125 años de deuda habrían impedido el desarrollo de Haití y por lo cual, dice Piketty, Francia debería reconocer su responsabilidad y pagar una indemnización. El conjunto de tragedias, pobreza y violencia empujó a los haitianos a un éxodo que nadie sabe cuándo ni cómo terminará. La pandemia de Covid los había detenido en México, pero en 2023 banquetas, plazas y parques recobraron su imagen original, ya olvidada por algunos. Las condiciones habían cambiado para seguir hacia Estados Unidos.Unos lo hacían de manera legal, con la cita de la extinta aplicación CBP One creada por Joe Biden para controlar el ingreso de migrantes, otros continuaban arriesgando sus vidas en las peligrosas rutas del Río Bravo y del desierto, y muchos otros, miles, comenzaron a rentar cuartos, departamentos y hasta casas porque durante estos años habían encontrado que aquí era posible cumplir el sueño americano.El plan B“La situación en Haití sigue muy inestable, y aunque México también tiene sus dificultades es un país mucho más seguro, mucho más estable que Haití”, explica el encargado de la Organización para Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Thomas Liebig.Nos recibió en sus oficinas en París para comprender por qué en su reporte sobre migraciones de 2024 la OCDE posiciona a México en el sexto lugar de los países con más solicitudes de asilo, detrás de Estados Unidos, Alemania, España, Canadá y Francia en respectivo orden. “¡Es sorprendente la dinámica migratoria de México! Vemos cifras de más del doble [que en tiempos] de la pandemia”, resalta.En 2022 el Gobierno mexicano registró 118.756 solicitudes de asilo (17 mil eran de haitianos); en 2023 fueron 140.980 solicitudes (44 mil eran de haitianos), y en 2024 disminuyeron a 78.975 peticiones (10.853 eran de haitianos). En estos años la comunidad haitiana aparece en los primeros lugares junto con la cubana, la venezolana y la hondureña. “Lo importante es decir que México se ha convertido en un país acogedor de migrantes. No solamente es un país emisor de migrantes, sigue siendo un país de tránsito, pero también un país acogedor de flujos migratorios como se ven en esas cifras”, asegura Liebig. La institución mexicana encargada de atender las solicitudes de asilo es la Comisión Mexicana para Ayudas a Refugiados y a la que los migrantes llaman por sus siglas, la COMAR. Tiene oficinas en diferentes partes del país, incluidas ciudades cercanas a las fronteras como Tijuana y Ciudad Juárez en el norte, y Tapachula y Tuxtla Gutiérrez en el sur. Nosotros visitamos las oficinas de Ciudad de México que se encuentran en la sureña Alcaldía de Iztapalapa, conocida por concentrar barrios de haitianos. Al salir de la estación de metro Escuadrón 201, la más cercana a la COMAR, nos encontramos con Andy, un joven haitiano quien nos permite conversar con él a pesar de que lo agarramos en la hora sagrada de los alimentos.“Aquí estamos tratando de acostumbrarnos con la comida. Nuestra comida es diferente y es mejor”, nos dice soltando una risa e invitándonos a sentarnos en su mesa en un puesto de comida de tacos y hamburguesas. Le preguntamos si tiene algún inconveniente con el picante mexicano. “El de nosotros es un poquito más fuerte, pero es casi lo mismo”, responde.“¿Vinieron a la COMAR a hacer algún trámite?”: “Sí”, contesta. “Estamos en trámite porque como usted sabe lo primero que uno debe de hacer es legalizarse en un país donde piense que tiene un futuro, porque nuestro futuro es vivir en México”; detalla. Andy nos explica que la solicitud de asilo puede durar medio año, y mientras tanto debe venir cada 10 días a firmar un documento para comprobar su presencia en México. Lleva tres meses en este procedimiento. “En máximo seis meses nos van a dar una respuesta, sea negativa o positiva, sé que máximo son seis meses”, afirma. “¿Usted consideraría que México es el país de las segundas oportunidades?”, preguntamos. “Para nosotros… para mí…bueno… para mí sí, porque mi sueño era vivir y llegar aquí en México. Ahora estamos aquí y esperamos lo que Dios diga. Creo que para Dios no hay nada imposible. Creo que todo va a estar bien… todo va a estar bien…”, responde.Para otros migrantes México no es el destino principal, sino el plan B. Una joven haitiana nos contó que ella dejó Chile para llegar a Estados Unidos, pero que con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca considera quedarse en México. “Ahorita estoy en trámite para obtener asilo o la residencia definitiva. Después de eso ya veré si sigo intentando pasar o no”, dice.El país es de quien lo trabajaA las afueras de la COMAR nos encontramos con un comerciante haitiano que vende paté, las empanadas tradicionales de Haití. Un cubano se acerca a preguntarle que de qué están rellenas y él le responde que de “huevo cocido, pollo, tomate y cebolla”. “No solamente huelen rico, también saben ricas”, así seduce a su cosmopolita clientela. Su nombre es Ernso, llegó a México en abril de 2024 y en diciembre de ese mismo año obtuvo el estatus de refugiado que le brinda los mismos derechos que a un ciudadano mexicano, pero no votar. “Para mí fue muy fácil y rápido”, nos confía. “Estuve en Chile casi siete años y no he tenido [el permiso de residencia]. Tenía todos los requisitos que me han pedido allá pa’ tener la credencial de allá y no he podido porque la forma en que lo hacen está muy complicada, pero aquí, en México, es como diez veces más fácil que allá, en Chile”, cuenta.Afirma que no piden “casi nada. Si tienes tu pasaporte vienes con tu pasaporte, [incluso] si no tienes con qué identificarte, vienes. A mí me dieron la entrevista 45 días después de que la solicité. El 3 de octubre [fue la entrevista], y me dieron la resolución el 5 de diciembre. Ahora estoy con el estatus de persona refugiada”, agrega.“Te preguntan que por qué dejaste tu país, por qué estás en México y todo eso. La entrevista dura una hora. Y para las preguntas tienes traductor, tienes una persona ahí para traducir. Tú hablas en tu idioma”, detalla.“¿Y cómo fue que desde Chile llegaste hasta México?”, le preguntamos. “Es un trayecto muy duro, muy complicado. Hay varias formas, pero para mí fue el trayecto del Darién [la peligrosa selva entre Colombia y Panamá]. Había que cruzar todos los países: Chile, Perú, Ecuador, Colombia, hasta Guatemala y llegar hasta la capital [de México]”, cuenta.“El Darién fue duro. Yo no me metí por Tapachula, me metí por Tenosique, y de Tenosique a aquí es peor que Darién porque si te encuentra la migración te puede regresar hasta la frontera. Y también es mucho gasto, porque cobran bastante para llegar hasta aquí. No es un viaje directo hasta la ciudad, puro transporte. Fue duro. Viajando de la frontera a la capital casi es un sueño. Nunca sabes lo que va a pasar. Hay secuestro. Te quitan dinero. Hay violación. Te golpean”, continúa. Ernso nos cuenta su dolorosa y complicada travesía en un impecable español porque comenzó a aprenderlo en República Dominicana, donde vivió antes de intentar el sueño chileno. Nos dice que un momento clave de su historia en México apareció cuando encontró la organización Casa Refugiados: “Ellos me explican los apoyos que tienen para personas refugiadas y de ahí dije ‘ya, llegué a mi país’ porque siempre esperaba vivir en un país así”.Días después esta organización apoyada por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) nos abre sus puertas para detallarnos la orientación que brindan a los migrantes. Nos recibe Gabriela Pérez Guerra, periodista nicaragüense que dejó su país en 2018 debido a la insoportable represión instaurada por el presidente Daniel Ortega. Aquí es la encargada de la educación para la paz.Nos cita en un céntrico parque de la Ciudad de México, en la colonia Roma, donde tienen un pequeño centro cultural que están restaurando. En una de las paredes se puede leer “Hagan por los demás todo lo que les gustaría que hicieran por ustedes”. “Esta es la frase de oro. Todos necesitamos ser abrazados, todos tenemos vulnerabilidades, todos tenemos algo que nos duele, pero también todos tenemos cosas lindas y la necesidad de vivir en paz”, dice.Tras contarle la historia de Enrso, nos cuenta que ella también había sido orientada por Casa Refugiados. “La información es clave para tener ejercicio a derechos y a obligaciones en este país”, destaca. Las personas que llegan aquí siguen “La Ruta Humanitaria”, como lo llaman al proceso de acompañamiento que consiste, primeramente, en escuchar las necesidades de cada persona. Les brindan alimento, alojamiento o atención psicológica si la requieren. Luego les proponen una entrevista con un acompañante humanitario y es en ese momento les indican los pasos a seguir si desean pedir refugio en México.  “La gente debe saber cuáles son sus derechos, a dónde acudir, cómo quejarte, cómo proteger tu dignidad. Todas esas cosas también son parte de un proceso de integración, pero que nosotros queremos que escale a inclusión: tengo derecho porque soy un ser humano”, concluye.El hábil vendedor haitiano que nos habló de Casa Refugiados nos asegura que ya se siente “medio mexicano” y que quiere estudiar y hacer más negocios. ‘Yo creo que vamos a tener más entrevistas porque en México, lo prometo, lo voy a hacer en grande”, dice, y así nos despedimos.Siempre la misma historiaUn haitiano perdió un brazo en su trabajo en la primavera de 2024. Se lo cortó una máquina. La empresa no hizo nada por él, pero sí la comunidad haitiana que lanzó una campaña de ayuda en las redes sociales. “El compatriota sigue viviendo de manera muy triste porque no es lo que esperaba”, lamenta el presidente de la Diáspora haitiana en México, Frisnel Joseph, y asegura que los migrantes irregulares son las primeras víctimas de la explotación laboral. “Siempre les decimos que tengan sus papeles en regla porque si llega a pasar algo, como un accidente, la empresa no te va a respaldar… La mayoría de las empresas aquí tienen su propia ley”, añade.Además de exhibir la negligencia de las autoridades mexicanas para investigar las injusticias laborales, Frisnel también expone las desigualdades salariales entre personas legales e ilegales. Pone como ejemplo el trabajo informal en el concurrido mercado de La Merced donde es fácil encontrarse con migrantes provenientes de América Latina, pero también de África, en la clandestinidad.    “A quien tiene papel no le dan trabajo porque es más provechoso darle trabajo a alguien que es ilegal. Las empresas dicen, ‘a quien no tiene papel le doy 100 pesos al día (cerca de 5 euros)’, pero el que tiene papel va a decir ‘el salario mínimo es de 300 y tantos pesos al día, me tiene que pagar el salario legal’. Eso pasa también en los Estados Unidos y en muchas otras partes”, explica.Frisnel nos cuenta que su asociación busca una cita con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, para exponerle estas injusticias. De concretarse, le pedirán que cree una asistencia especial para migrantes irregulares víctimas de explotación laboral.“Los migrantes no son asesinos, no son criminales, son personas que buscan una vida mejor. Son personas que en sus propios países han encontrado muchas dificultades, y Haití no es el único país que está pasando por esta situación. Los migrantes vienen a hacer crecer la economía. Los migrantes buscan un refugio en el mundo”, afirma.El “sueño mexicano” de los haitianos es también el sueño de miles de mexicanos, no sólo en Estados Unidos sino en su propio país: quieren justicia, seguridad y condiciones de trabajo que les permitan vivir en paz. Pero también es el sueño de millones de migrantes en todo el mundo que un día guardaron su vida en una mochila y se fueron sin saber cuándo regresarán. O si regresarán.
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  • ‘Si seguimos así, hay peligro de desaparecer’: el coloso industrial alemán tambalea
    Por primera vez en 20 años, Alemania tuvo dos años consecutivos de crecimiento negativo. Pasando de ser una potencia industrial altamente competitiva a una economía en recesión, el país intenta responder a la pregunta: ¿cómo reformar su modelo? La empresa de automoción Witte produce partes de plástico para varios modelos de Volkswagen. Ahora están recortando sus gastos. “Ya no tenemos nuestra capacidad completa, tenemos que vivir con la caída de la demanda, podemos reducir los turnos, pero los altos costos fijos por supuesto se mantienen”, afirma su directivo Kersten Janik.Volkswagen al igual que todos los otros consorcios de automóviles alemanes, sólo produce un 20 % del total de los autos que vende. El resto, un 80 % lo proveen pequeñas y medianas empresas como ésta.Algunos se quisieron orientar al futuro, como Carsten Baumeister, fabricante de baterías de sal Cenergy, en Brandemburgo, pero debieron aceptar que la competencia era imposible.“Tratar de competir contra un productor chino, con sus capacidades, con el apoyo financiero estatal que tienen de trasfondo, es hoy en día casi imposible”, dice el empresario.Volkswagen anunció a fines de 2024 el inminente cierre de tres de sus diez plantas en Alemania y el despido de decenas de miles de empleados.Poco le sirvió al consorcio alemán tratar de adaptarse al nuevo mercado chino con su prestigio. Las ganancias de Volkswagen cayeron un 20% entre el año 2023 y 2024, principalmente por la baja de la promisoria demanda china. Esa fue la primera gran alarma.Volkswagen es un espejo de toda la economía de exportación alemana, de la prestigiosa etiqueta Made in Germany, y su sello de identidad: la producción industrial con calidad artesanal.Fukushima y gas rusoHace una década, Alemania ocupaba el sexto lugar entre los países más competitivos del mundo, ahora ocupa el lugar 26. Dos años de crecimiento negativo han creado la primera recesión en Alemania desde hace 20 años y la primera, dicen algunos economistas, no directamente causada por una coyuntura internacional.El estallido de la planta nuclear de Fukushima en 2011 en Japón provocó enormes protestas en Alemania contra la energía atómica. Desde hacía décadas, el Partido Verde luchaba contra la energía atómica y la protesta de la población empujó al gobierno alemán a cerrar finalmente todos los reactores nucleares.La energía producida por los reactores fue reemplazada con un gas extraordinariamente barato procedente de Rusia. Muchos le advirtieron al gobierno del peligro de depender de Rusia, pero la tentación de energía barata fue más grande.Y pasó lo que muchos temían: hace tres años Rusia atacó a Ucrania, el gobierno alemán se vio obligado a no recibir más gas ruso, pero todas las alternativas posibles eran y son aún muchísimo más caras.El gas aumentó hasta un 200% de precio, la electricidad industrial llegó a ser un 400 % más cara. Para muchos sectores industriales, los precios de la energía son una parte central en sus costos y estos precios los hacen muy poco competitivos.“Somos los únicos en el mundo que hemos abandonado la energía atómica, tenemos los mayores costes de energía eléctrica del planeta, por lo menos en nuestra liga”, explica a RFI uno de los economistas más influyentes de Alemania, Hans Werner Sinn.“La solución es terminar con esta tontería y volver a los reactores, es lo más rápido, simple y barato que podemos hacer y sabemos cómo se hace”, asegura.Reformas“Si seguimos como estamos ahora, el veinte por ciento de las industrias alemanas estará en un gran peligro de desaparecer”, alerta por su parte Siegfried Russwurm, quien fue hasta el año pasado presidente de la Unión de la Industria alemana.“Tenemos costos energéticos enormes, tampoco sabemos cómo evolucionarán, tenemos la mayor maquinaria burocrática que se pueda pensar, un tercio más de impuestos a las empresas que el resto de Europa, pero igual tenemos oportunidades de crecimiento que consideramos poco, por ejemplo, crear más tratados comerciales, que no cuestan nada”, detalla.Todos parecen estar de acuerdo que Alemania necesita de reformas estructurales, un cambio radical, una nueva agenda que permita salir al país de los viejos problemas que nadie parece haber afrontado directamente en las últimas décadas.Joe Kaeser fue gerente del consorcio Siemens por muchos años y ahora es uno de los hombres de negocios más reconocidos del país. Para él, hay cinco grandes temas que reformar en Alemania.  “Primer punto: formación, investigación, innovación, incluyendo inteligencia artificial; Segundo, una energía e infraestructura sostenible, asequible y fiable. Tercero, apoyar la economía, que es la fuente para una economía de mercado social y ecológica. Cuarto, el difícil tema de las pensiones. Quinto: una reducción de la burocracia. En nuestro país necesitamos una reforma del estado”, resume.“Yo comenzaría por el tema de la formación profesional”, apunta Mark Hienzel, economista de la Cámara de la Industria y el Comercio de Alemania. “Por nuestra situación demográfica tenemos pocos jóvenes, entonces menor mano de obra calificada. Eso requiere medidas como permitir migración de gente que pueda trabajar en Alemania. Además, necesitamos calificar a los jóvenes que tenemos en nuestro país”, opina.Modelo socialUn problema central es: ¿qué tan seria es esta crisis alemana? ¿Es sólo un traspié que puede solucionarse como se ha hecho ya en el pasado o es el fin de un modelo?“No vamos a volver a tener nuestra antigua fortaleza. Eso ya no es posible por razones simplemente demográficas. Los niños que sacaron adelante este país tienen ahora 60 años y quieren dejar de trabajar pronto. Eso ya terminó, pero antes que se vuelva una catástrofe podemos de alguna manera acomodarnos si lo hacemos razonablemente”, asegura Hans Werner Sinn.Lo que está en juego es el futuro de una de las grandes invenciones alemanas del siglo pasado, la economía social de mercado. El más probable próximo canciller alemán Friedrich Merz quiere darle al país un giro liberal.“Soy un liberal en economía, un conservador en cuanto a los valores y una persona comprometida política y socialmente, pero siempre he sido de la opinión de que un estado de bienestar sólo puede gastar lo que una nación económica o una economía nacional es capaz de ganar”, ha dicho.Mark Hienzel sin embargo cree que el modelo alemán tiene futuro. “El sistema es sostenible y es una condición necesaria para que Alemania continue de crecer. El país tiene dos posibilidades: o recorta los gastos o mejora la productividad. La segunda opción en mejor”, opina.La economía social de mercado, que ha sido un éxito tan extraordinario para Alemania y que llevó al país de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial a ser la tercera economía del planeta en pocas décadas, está librando sus batallas decisivas en estos días.
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  • As Suwayda, la 'Pequeña Venezuela' de Siria
    Siria está viviendo un periodo de transición inédito tras la caída en diciembre pasado del régimen de Bachar Al Asad. Comunidades de todo el país se regocijan, incluida una muy peculiar ubicada en el sur de Siria. La ciudad de As Suwayda es apodada "La Pequeña Venezuela" y se cree que la mitad de la población tiene vínculos con el país latinoamericano. Carmelinda Rouslan expone con orgullo unas banderitas hechas en macramé. Tienen tres estrellas rojas y una banda verde. Bajo el régimen de Bachar Al Asad estaban prohibidas porque eran las de la Revolución. Ahora se ven en todas partes, como en su tienda de artesanías de la ciudad de As Suwayda.  “Es una nueva vida para nosotros. Tenemos mucha esperanza”, dice.Rouslan emplea en su tienda a varias mujeres. Tejen carteras, fabrican accesorios, y hasta muñecos con trajes típicos de los llaneros venezolanos. Según ella, es la mejor forma de sacarlas adelante dada la situación económica siria, muy golpeada por 14 años de guerra civil.“Todas estas mujeres están trabajando. No es simple porque la economía está en retroceso, con precios altos. Tienen mantener a su familia. Me parece muy valiente. Antes de reconstruir las casas y los edificios, hay debemos reconstruirnos a nosotros mismos”, dice a RFI. Leer tambiénA un mes de la caída de Bashar el Asad, temores y esperanzas de una nueva eraCarmelinda Rouslan nació en Caroca, Venezuela, pero vive en Siria, el país de sus padres, desde los 14 años.En una mezcla de español y árabe, cuenta que muchos de sus clientes son venezolanos, pues en esta ciudad a 100 kilómetros al sur de Damasco, residen decenas de miles de sirios venezolanos. “Venezuela sigue en nuestro corazón”, se exclama."Hay harina pan pero es cara"En esta ciudad todo el mundo tiene alguna tía o algún primo en Venezuela. Un historiador local explicó a RFI que en los años 50 muchos habitantes de As Suwayda emigraron al país suramericano en busca de un futuro mejor, para trabajar en la agricultura y en las minas de oro.Otros se fueron tras el golpe de Estado de Hafez Al Asad, padre de Bachar, en la década de los 70,  y empezaron a trabajar el sector petrolero venezolano. Luego, regresaron a Siria.En el centro de la ciudad se encuentra el restaurante Enab – Uva en español-. Ahí se reúnen cada mes las integrantes del grupo de amistad Siria Venezuela. Las recibe Sawsan Almaaz, dueña del establecimiento y venezolana también.  “Cuando los clientes nos piden comida venezolana la podemos preparar pero de resto es comida árabe. Hacemos arepas si el cliente las pide. Hay harina pan pero es cara. La harina de maíz es importada. El Gobierno anterior ponía muchos impuestos y Los productos importados costaban tres veces. Ahora ya bajo un poco”, detalla Almaaz.El sabor cambió en este restaurante desde el 8 de diciembre de 2024, cuando grupos rebeldes derrocaron al gobierno de la dinastía Al Asad. “Hay mucha alegría y paz”, asegura. “Tuvimos más de 14 años guerra y estuvimos 54 años bajo el mismo mando, bajo un régimen de mano fuerte. Mucha gente llevaba años sin volver. El hijo de una amiga se fue hace 14 años. El día que cayó el gobierno, al día siguiente ese joven volvió”."Mucha gente se fue para Venezuela por la guerra"En los años 2000 el gobierno venezolano empezó a estrechar lazos con el gobierno de Al Asad. Entonces, la ciudad de As Suwayda ya no solo fue llamada La Negra –por el color del subsuelo- también la apodaron “La Peque­ña Venezuela”.“Cuando Chávez estaba vivo, él vino a As Suwayda”, recuerda Aida Hadefi, dueña de una farmacéutica. “Él mismo puso la primera piedra del club venezolano de la ciudad. La mitad de los habitantes son venezolanos por nacimiento o migración. Otros tienen hijos o nietos venezolanos. Por ejemplo, mi papá y mi mamá se fueron en barco a Venezuela. Yo nací en El Tigre. Luego estudié en Siria y volví a Venezuela. Tuve mis hijos allá y son venezolanos. Venezuela es nuestra tierra madre”.Un momento decisivo en esta historia de ires y venires entre Siria y América Latina fue la guerra civil de 2011 y la brutal represión del presidente Bachar Al Asad, que desató una ola sin precedentes de exiliados, y no solo de activistas políticos. “Por culpa de él, mucha gente emigró”, dice Hadefi. “Mucha gente se fue para Venezuela, en su mayoría desde As Suwayda”.Más de un mes después de la caída del régimen, la fiesta no se acaba en Siria. Todas estas señoras guardan la esperanza de un mejor país para sus hijos.  “Nosotros ya somos mayores, pero ahora pienso en el futuro de mis hijos y de mis nietos: que Siria logre levantarse y sea mejor que antes”, ruega.As Suwayda resistió hasta el final de Al Asad. Fue de las pocas que continuó manifestando a diario contra el régimen, sin derramar sangre.  Los muros de sus calles exhiben los eslóganes de la libertad y por toda la ciudad se escucha el himno de la nueva Siria: “Levanta la cabeza, eres un sirio libre”.
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