Esto es un extracto de la Tertulia de AutoFM que se emite cada jueves en Onda Cero
Mejorar la forma en que conducimos exige, ante todo, un sincero examen de nuestros hábitos. Conviene que un instructor profesional —o, en su defecto, un acompañante de confianza— observe durante un trayecto cómo mantenemos la distancia de seguridad, en qué punto consultamos los espejos, qué postura adoptan las manos o cómo gestionamos una rotonda. Una grabación (realizada dentro de la legalidad) permite descubrir esos vicios que pasan desapercibidos al volante y que, con el tiempo, se convierten en comportamientos de riesgo. Tan importante como esta auditoría personal es refrescar la teoría: las normas de tráfico se actualizan, aparecen nuevas señales y proliferan los sistemas avanzados de ayuda a la conducción. Un repaso periódico a los cuestionarios que la DGT cuelga en línea mantiene nuestra agilidad interpretativa y la memoria de los límites vigentes.
El siguiente paso consiste en entrenar en un entorno controlado. Los cursos de conducción segura y eficiente ofrecen la oportunidad de practicar frenadas de emergencia, esquivas sobre mojado y técnicas de visión “futura”, además de explicar el modo correcto de aprovechar ayudas electrónicas como el ABS, el control de estabilidad o la tracción inteligente. Al mismo tiempo, conviene desaprender gestos cotidianos tan arraigados como reposar la mano en la palanca —que daña la caja de cambios—, mantener el pie apoyado en el embrague o reclinar el respaldo en exceso; bastan un par de semanas de atención consciente para corregirlos de forma definitiva. La anticipación visual completa ese trío de habilidades: levantar la mirada 12-15 segundos por delante en ciudad (y hasta 20 en autopista) suaviza las frenadas, rebaja el consumo y desactiva gran parte de los alcances.
Dominar las maniobras críticas exige práctica específica. Una frenada de pánico se ejecuta pisando el pedal con fuerza y sin levantarlo mientras el ABS regula; esquivar a media frenada solo se interioriza en pista mojada; y en un episodio de aquaplaning lo correcto es soltar gas, sujetar con firmeza el volante y esperar a que las ruedas recuperen adherencia sin movimientos bruscos. Rodar de noche, con lluvia intensa o entre bancos de niebla es otro gimnasio imprescindible: primero en franjas horarias de tráfico bajo, luego en situaciones más exigentes, siempre con luces revisadas, limpiaparabrisas en buen estado y la certeza de que la adherencia puede caer a la mitad en asfalto húmedo.
Convertirse en un conductor eficiente reporta ventajas adicionales: utilizar marchas largas sin que el motor se “ahogue”, anticipar los semáforos levantando suavemente el pie o mantener la presión correcta de neumáticos ahorra entre un 10 % y un 15 % de combustible y reduce el desgaste mecánico. En paralelo, conviene conocer a fondo —y no depender ciegamente— de los asistentes electrónicos: un control de crucero adaptativo o una alerta de cambio involuntario de carril son aliados magníficos, pero poseen puntos ciegos y limitaciones de calibrado que el usuario debe tener muy presentes.
A todo ello se suma el factor humano: el descanso, la gestión del estrés y la atención a los medicamentos son determinantes. Parar cada dos horas, hidratarse y planificar las etapas largas con antelación resultan tan relevantes como un ABS en orden. Además, la industria empieza a ofrecer herramientas tecnológicas que convierten nuestros hábitos en datos: Drive Metrics, presentada ayer, es un algoritmo capaz de recoger excesos de velocidad, frenadas bruscas o tramos horarios de conducción y traducirlo todo en una única puntuación de riesgo.
Desde la óptica de la seguridad vial, Drive Metrics promete dos beneficios inmediatos. El primero es un efecto de auto-coaching: visualizar la propia puntuación y los consejos asociados genera corrección casi automática, casi como un juego que anima a superarse. El segundo es la cultura del dato: cuanto mejor evalúe el seguro el riesgo real, menos subsidian los conductores prudentes a los temerarios; la presión económica invita a levantar el pie. El sistema no persigue castigar, sino reflejar la realidad: quien conduce de modo agresivo pagará más, pero la aplicación ofrece pautas concretas para rebajar la tarifa; además, la cesión de datos es voluntaria y convivirá con pólizas tradicionales.
Los fabricantes ya han tomado nota. Kia Europa ha sido pionera al integrar esta puntuación de riesgo en su ecosistema digital, de modo que la app corporativa se convierte en un hub de servicios —mantenimiento, navegación, recargas y ahora seguro dinámico— que fideliza al cliente y diferencia a la marca. Todo apunta a que otras firmas seguirán la senda: los vehículos conectados generan terabytes de información y, bien gestionados, esos datos pueden mejorar la seguridad, abaratar primas y reforzar la propuesta de movilidad del fabricante. La conducción del futuro pasa por un equilibrio entre técnica depurada, actitud responsable y herramientas inteligentes que ayuden —pero nunca sustituyan— al buen juicio del conductor.
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Fernando Rivas: https://www.linkedin.com/in/fernando-rivas-4965681a8/
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