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Grandes Reportajes de RFI

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  • El futuro entre redes: sobrepesca en el Bósforo turco
    El estrecho más emblemático de Turquía es también escenario de un colapso ecológico que confronta a la industria con la tradición y que amenaza el futuro de la seguridad alimentaria de Estambul. Este reportaje radiofónico fue realizado por María José Ballén de la Universidad Externado de Colombia, y obtuvo la mención especial de la décima edición del Premio Reportaje de RFI en Español. Escuche el reportaje de la colombiana María José Ballén, estudiante de la Universidad de Externado de Colombia, mención especial de la undécima edición del Premio Reportaje de RFI en Español. Si Estambul, en Turquía, tuviera un alma, esa de seguro sería el Bósforo, el estrecho que la atraviesa por la mitad y es la única conexión del Mar Negro con el mundo. En 2024, solo en los primeros nueve meses del año, 41.363 barcos cruzaron sus aguas según el Ministerio de Transporte e Infraestructura de Turquía. De esos, 15 mil fueron buques de carga, 32 de guerra y 8 mil graneleros, entre otros. Sin embargo, el trafico que se registra en su superficie no tiene comparación alguna con el proceso que ocurre en sus profundidades. Uno del que nadie se ufana, pero del que todos se benefician: la migración reproductiva de peces en invierno desde el Mar Negro al Mar de Mármara, el Egeo y el Mediterráneo en ese orden. Es un éxodo inadvertido ese al que se arrojan millones de peces pelágicos—aquellos que viven en cardúmenes cerca de la superficie—, por las aguas medias del estrecho. Como todas las otras contiendas por los recursos naturales, es igual de silenciosa la sobrepesca indiscriminada que lideran los barcos arrastreros y cerqueros, la cual empuja a las reservas de peces de la región, año tras año, un paso más cerca de un abismo irreversible. Ozman, un pescador artesanal más de la ciudad que presencia la agonía de una tradición sobre la que se han alzado poblaciones enteras en la provincia de Estambul, como Sariyer—un distrito que representa el 40% de la pesca en la ciudad con los 10 mil ciudadanos que solo allí se ganan la vida pescando—, relata: “… va peor con los años, la pesca industrial se lleva todo. Cada vez las maquinas son más grandes y quieren más”. Lo que lo hace una matanza no es que sea masiva, es dónde se lleva a cabo. El Bósforo no es una cuenca abierta, es más estrecho y menos profundo de lo parece. Atravesar este corredor biológico para desovar, y así asegurar sus futuras generaciones en las temporadas de migración, se ha convertido en toda una cuesta para los peces.   A pesar del consejo de los especialistas y las solicitudes de la Unión Regional de Cooperativas Pesqueras de Estambul de prohibir de tajo el uso de métodos industriales nocivos en el Bósforo y el Mar del Mármara, porque las regulaciones actuales hacen poco o nada para paliar los efectos de la caída en picada de este ecosistema, los barcos cerqueros siguen siendo los protagonistas de un retrato: el desabastecimiento anunciado. Las voces que integran la red de esfuerzos congregados alrededor de la defensa del futuro alimentario de Estambul y sus alrededores se encuentran en este reportaje para plasmar el panorama de una crisis que no da espera. Leer tambiénLlegando a home: El béisbol como refugio para migrantes venezolanos en Bogotá En RFI, llevamos una década apostando por el reportaje radiofónico para conocer más de cerca lo que ocurre en el mundo. Por eso lanzamos una nueva edición del "Premio Reportaje de RFI en español”, dirigido a estudiantes de periodismo, a nivel de pregrado o postgrado, menores de 30 años e inscritos en una universidad del continente américano.
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  • Lengua viva, beat profundo: el guaraní en clave de rap
    En el corazón de Sudamérica, una lengua ancestral se reinventa al ritmo del beat. El guaraní, hablado por millones y cargado de historia, hoy también suena en clave de rap. Desde las aldeas de Misiones hasta los barrios de Asunción, jóvenes raperos lo convierten en poesía, resistencia y futuro. En Europa, todavía hay quienes piensan que los pueblos indígenas de América fueron exterminados durante la colonización. Pero la verdad es completamente diferente: millones sobreviven. Luchando. Resistiendo.  Y con ellos, sus culturas. Sus lenguas. Una de esas lenguas es el guaraní. Tan importante para América del Sur -y para la ciencia- como lo fueron el latín o el griego. De hecho, después de estos, el guaraní es el idioma más utilizado en la nomenclatura científica internacional para referirse a animales y plantas. Se habla a diario en millones de hogares de Paraguay, en el sur de Brasil, en Bolivia y en el norte de Argentina. Pero es en Paraguay donde su fuerza es mayor. Allí, lo hablan seis millones y medio de personas y se escucha tanto —o más— que el castellano. Palabras como mburucuyá, yaguareté o tucán vienen del guaraní. En este país tanto el español como el guaraní son lenguas oficiales. Se usan en el Senado, en los supermercados, en los medios, en los memes. En la tele, en la calle y en casa. Tiene literatura escrita desde hace siglos. Y sí, también tiene rap. ¿Cómo suena el guaraní cuando se sube a una base de trap? ¿Cómo se convierte en arma de identidad? ¿En denuncia? ¿En poesía? Durante siglos, el guaraní y su antecesor cercano -el tupí-guaraní- recorrieron el continente de norte a sur, como los grandes ríos de Sudamérica. Del Caribe a la Amazonía. Del norte de Brasil al corazón del sur: Paraguay. Del corazón al beat Ananá. Caracú. Maraká. Urubú. Palabras que suenan familiares, que muchos usamos sin saber que son guaraníes.  En Brasil, urubú es el buitre. En Argentina, ananá es la piña. Caracú es el centro o el tuétano del hueso. Y es justamente en Argentina, en la aldea Mbororé, del pueblo mbya guaraní, donde comienza esta historia. Luis y Fabián tienen 24 y 26 años. Escucharon rap por primera vez en sus celulares. Veían a Porta, el rapero español, en YouTube o a los Bro MCs, raperos indígenas de Brasil. Así empezaron a rimar. En guaraní. El grupo se llama Hae kuera, ñande kuera. Ellos. Nosotros. “En realidad, nosotros decimos cosas verdaderas. Todo lo que está pasando nomás. La historia. Antes teníamos muchos más monte... Desde hace un tiempo entró gente de afuera, de la sociedad blanca. Entraron e invadieron nuestra selva. Con la motosierra, inclusive ahora mismo estamos escuchando la motosierra. Creo que está haciendo los tablones y eso porque venden todas las cosas y todas las movidas”, explica Luis a RFI. Están en la provincia de Misiones, muy cerca de la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, donde resisten a la deforestación ilegal cuidando sus bosques como los galos Asterix y Obelix resistían a los romanos. El guaraní es una lengua aglutinante, polisintética, como el alemán. Puede expresar ideas complejas en una sola palabra. Tiene sonidos guturales, nasales, glotales… que no existen en español. Como 'y', que significa 'agua'; 'y guasu', 'agua gigante'. Así se llaman las cataratas del Iguazú. Las mismas que casi se escuchan desde la aldea de Luis y Fabián. Desde allí rapean su rabia, su dignidad. Mientras le visita RFI hace una humedad fresca, huele a selva y a tierra mojada. Ellos escriben junto a un arroyo, mientras su madre les prepara reviro: harina frita sobre leña. “Algunos dicen que los mbya solo quieren ayuda. Que no trabajan. Los políticos sobre todo dicen que nosotros siempre estamos pidiendo. Pero en realidad, no. Si no trabajáramos, no existiríamos hoy. Nosotros estamos en esa resistencia todos todavía. Estamos resistiendo todavía", prosigue Luis.  “La gente de la sociedad blanca a nosotros no les importamos. Al revés, les damos asco por nuestra piel. Porque somos mbya. Que sé yo, hay mucho prejuicio. No podemos salir y caminar tranquilos en la ciudad. Hay mucho odio. Mucha rabia. Mucho prejuicio”, prosigue.  Vivir la vida buscando plenitud Del otro lado del Paraná, a las afueras de Asunción, Paraguay, una calle de piedras y un caminito de tierra roja nos lleva lleva hasta la bella casa de Conan y Miguel, artistas del colectivo Tekovete. Ella pinta murales. Él escribe y rapea. Juntos hacen poesía en guaraní. Y como ellos, muchos jóvenes encuentran en su lengua materna una llave. Una que abre otras puertas. Así lo cuenta Miguel: “'Tekovete' sería desenfocar la palabra hacia la vida en plenitud. Es ser uno mismo, vivir en plenitud. 'Tekove' es 'vida'. 'Teko' es la 'forma de vivir'. Y 'ete' viene de 'verdadero'. Lo que es real, lo que es auténtico. Entonces 'Tekovete' es 'vivir la vida en esa búsqueda de plenitud siendo uno mismo'”. “De eso se trata la plenitud, el poder de contemplación, de estar en un sitio, de compartir, de sentarse en una ronda, tomar un tereré, estar en una ronda del brasero contando en nuestras vivencias, nuestras historias Conan continua: “De eso se trata la plenitud, el poder de contemplación, de estar en un sitio, de compartir, de sentarse en una ronda, tomar un tereré, estar en una ronda del brasero contando en nuestras vivencias, nuestras historias. Antes, por ejemplo, las familias paraguayas se reunían y contaban el famoso caso ñemonbeú, que es como anécdotas de su vida y  veces también con un poco de fábula, como para darle también emoción al cuento. Yo creo que todo eso ese 'Tekovete' tiene mucho que ver con eso con el trovador, el que te cuenta las historias”.  Tekovete hace rap urbano, nacido en la periferia, con historias que hablan de su barrio, de su generación. Sin parar de mutar. Como el propio guaraní, que en Paraguay muchas veces se habla mezclado con el español. Esa fusión se llama jopara. “Vos sabes que antes de hacer rap yo no me sentía representado con lo que escuchaba, con lo que decía, la manera que decían -explica Miguel-. Entonces yo le decía a Conan, yo voy a rapear en guaraní. Voy a hacer temas de que hablen justamente de esos momentos, de nuestro entorno, de cómo vemos nuestra realidad. Tekovete como proyecto es eso, es comentar esos pequeños detalles, que muchas veces no vemos. Es narrar la realidad de nuestras propias vivencias, siendo parte de eso". Hay que cuidar mucho la palabra, porque para los guaraníes originarios la palabra es sagrada "Gracias a esa necesidad de reivindicar, no reivindicar, fortalecer el guaraní,  porque sí, todavía hasta ahora está entre nosotros, pero representarlo de una manera bien estudiada también. Porque hay que cuidar mucho la palabra, porque para los guaraníes originarios la palabra es sagrada. Entonces también Tekovete trata de mantener ese respeto y cuidado hacia la palabra”, aclara.  En la inmensa mayoría de las familias y escuelas son las mujeres -abuelas, madres- quienes transmiten el guaraní. “Sabiendo que hay un poder en la palabra que es el guaraní, que los paraguayos tenemos esa grandiosa herencia maternal y llevamos con nosotros, entonces esa necesidad de poder mostrarle al mundo lo que se puede hacer con el guaraní, que el rap en guaraní puede sonar tan bueno y con tanto estilo y con tanto flow como pueden sonar un rap en Estados Unidos, en Chile, en Perú, en Alemania, sea el idioma que sea", zanja Miguel. Hoy, jóvenes paraguayos y guaraní-hablantes como Miguel y Conan están llevando ese legado a las redes. como TikTok, Instagram o YouTube. Ahí enseñan guaraní, hacen chistes, doblajes, sketches bilingües. Creatividad pura, en dos lenguas que a veces son una. Hay más. Mucho más. El guaraní se canta desde hace mucho en forma de guarania y jahe’o, músicas nacidas en Paraguay y que pocos conocen fuera. Hay hasta blues y hevy metal en guaraní. Incluso Mafalda ha sido traducida a esta lengua. Os invitamos a no dejar de escucharla. A veces está más cerca de lo que crees. En el subte en Buenos Aires, en la Sorbona de París o en un mercado de Madrid, ahí se escucha guaraní.
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  • La Agencia Espacial Europea busca crear el mapa más preciso de la vía láctea
    Actualmente unas 400 personas analizan los datos que recolectó Gaia, la misión de la Agencia Espacial Europea que durante más de una década estuvo en el espacio para crear el mapa de la galaxia más preciso jamás visto hasta ahora. La misión seguirá arrojando descubrimientos hasta 2030. ¿Qué se imaginan cuando pensamos en la vía láctea? ¿Agujeros negros? ¿Colores en medio de la oscuridad? Las imágenes que tenemos actualmente nos dan una idea de un espacio poco conocido por la humanidad, pero Gaia quiere cambiar esto. El principal objetivo de esta misión de la Agencia Espacial Europea, (que está cumpliendo medio siglo de existencia) es diseñar un mapa de la vía láctea en 3D, el más preciso jamás visto hasta ahora y para ello dedicó casi 11 años a observar cerca de 2 billones de estrellas.  Con Gaia la humanidad da un paso histórico en el conocimiento de los enigmáticos luceros, afirma Pedro García Lario, astrónomo de la Agencia Espacial Europea, uno de los encargados de la misión. “Digamos que lo que hace Gaia es básicamente una especie de Google Maps, pero de nuestra galaxia. Lo que nos interesa es saber la posición con la mayor precisión posible del mayor número de estrellas de la vecindad de nuestro sistema solar. Para ello tenemos un telescopio en órbita y ha estado tomando datos durante casi 11 años. Ahora ya tenemos todos los datos disponibles para procesarlos y obtener este mapa tan preciso de la galaxia”, asegura. García cuenta que este telescopio espacial utiliza la técnica de astrometría, que consiste en medir las estrellas basándose en su órbita, que es una órbita situada a 1,5 millones de kilómetros de la tierra en dirección opuesta al sol. “Gaia, en su movimiento orbital, realiza el movimiento de traslación alrededor del sol conjuntamente con la tierra, y eso quiere decir que de un extremo a otro de la órbita la posición de Gaia difiere en el doble de la distancia de la tierra al sol, unos 300 millones de kilómetros. Entonces tiene dos puntos de observación. Uno en un extremo de esta órbita y otro 300 millones de kilómetros aparte, y desde esos dos puntos de observación toma la medida de las posiciones de las estrellas, según van pasando por los detectores en un movimiento giratorio del propio satélite”, indicó. Transmisión de datos a través de tres antenas del planeta ¿Pero cómo llegan los datos de un satélite como Gaia, a la Agencia Espacial Europea? Jorge Fauste, el subdirector de la estación de Cebreros, una antena ubicada a unos 77 km de Madrid, indica que los datos llegan vía la antena: “Se comprimen, se transforman, para llevarlos hacia el control de operaciones en Alemania, donde se interpretan para el mantenimiento y operación de las misiones”.  La estación de Cebreros, es una de las tres antenas que se dedican a apoyar misiones en el espacio profundo y son tres puntos diferentes del planeta porque deben garantizar la recepción de ondas a medida que la tierra gira alrededor del sol.  “Para el seguimiento de sondas en el espacio profundo necesitamos tres estaciones que den cobertura a todo el planeta, localizando estas estaciones a unos 120° de longitud geográfica, de tal manera que la primera estación que la ESA construyó de espacio profundo fue la de Australia y la siguiente tenía que estar a unos 120° de longitud geográfica respecto a Australia. Entonces esa localización geográfica es justamente donde estamos aproximadamente aquí, en Cebreros, en España, y la tercera pues es a unos 120° entre cebreros y New Norcia, que cae más o menos en Argentina”, indica, agregando que con esas tres estaciones casi cubren completamente el planeta. “Los descubrimientos de Gaia son aún inesperados” Gaia ha tenido como principal misión crear un mapa, pero según el astrónomo Pedro García, sus descubrimientos van más allá y ya han mejorado la astronomía en todas las áreas, por ejemplo en la arqueología galáctica: la disciplina que estudia el pasado de las estrellas, que incluyen hasta las que ya murieron.   “Gracias a Gaia, podemos utilizarla como una máquina del tiempo, podemos avanzar en el tiempo y ver dónde van a estar las estrellas dentro de 100.000 millones de años y también retroceder en el tiempo para saber dónde estaban esas estrellas hace miles o millones de años y eso nos permite hacer lo que podríamos denominar arqueología galáctica”, apunta García, agregando que si miramos hacia atrás, hemos visto que el pasado de nuestra galaxia ha sido un pasado muy convulso con canibalismo galáctico. “Es decir, nos hemos tragado otras galaxias menores, aunque han colisionado con la Vía Láctea y ahora reconocemos el efecto de estas colisiones porque nos sorprendemos observando cómo el flujo común de todas las estrellas está perturbado en algunas direcciones”, señala. Además de estas colisiones de galaxia, Gaia también ha encontrado otros descubrimientos que no se esperaban, “Gaia también ha sido capaz de de detectar nuevos exoplanetas y, muy interesante, recientemente también hemos podido detectar un nuevo tipo de agujeros negros que tienen masas intermedias comprendidas entre unas 10 veces la masa del sol y unas 40 o 50 veces la masa del Sol”, añade García, aclarando que este descubrimiento es uno de los últimos que estaban en la lista de lo que no nos esperábamos encontrar”. El big data ha impulsado nuevas misiones espaciales Gaia es considerada una de las primeras misiones de la Agencia Espacial Europea donde se ha hecho uso del Big Data, a tal punto que, cuando fue lanzada, en 2013, sus científicos no tenían muy claro cómo iban hacer posible esta misión tan exigente en volumen de información. Pues, hoy en día, analizan 3 millones de líneas de datos, 142 terabytes y el conocimiento de 263.000 millones de tránsitos de estrellas detectados por Gaia, cuenta David Teyssier, científico de operación de la Agencia Espacial Europea. “Hay que tomar en cuenta que, cuando se desarrolló, obviamente a nivel tecnológico, estábamos muy lejos de lo que permiten hoy en día las computadoras típicamente, pero ya se sabía las cantidades de datos que iba a generar, aunque Gaia ha vivido dos veces más de lo que estaba previsto inicialmente, 10 años en vez de de 5”, cuenta Teyssier.La siguiente publicación de Gaia se espera para 2026 y la última no antes de 2030. Los astrónomos esperan recolectar medidas precisas que les permitan crear ese ambicioso mapa en 3D de la vía láctea, aunque saben muy bien que en esa data hay una infinidad de descubrimientos posibles aún inesperados. 
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  • Llegando a home: El béisbol como refugio para migrantes venezolanos en Bogotá
    En una ciudad donde el fútbol es el deporte más popular, cientos de migrantes venezolanos han encontrado espacio en un diamante de tierra roja al occidente de Bogotá. Allí el béisbol no solo se juega, también es un refugio ante lo difícil  que es migrar por necesidad. Esta es la historia de Osiel Morales, un joven receptor que lucha por llegar a las grandes ligas, aunque el mundo aún no sepa que en Bogotá también se juega a la pelota caliente. Escuche el reportaje del mexicano Isaac Vargas, estudiante de la Universidad de los Andes de Bogotá, ganador de la undécima edición del Premio Reportaje de RFI en Español. Al occidente de Bogotá, escondido entre bloques de concreto y avenidas extensas, está el estadio Hermes Barros Cabas. Un campo de béisbol que, más que un escenario deportivo, se ha convertido en territorio simbólico para cientos de venezolanos que han migrado a la capital colombiana. Aquí se habla con acento carabobeño, se celebra con gritos maracuchos y se sueña en voz alta con llegar a las grandes ligas. Uno de esos soñadores es Osiel Morales. Tiene 17 años y migró desde Venezuela hace tres. “Cuando llegué a Bogotá me sentía muy solo, pero el béisbol me ayudó a sentirme en casa”, dice. Cada fin de semana se pone el uniforme del equipo Leones, entrena bajo el sol de la capital colombiana y atrapa pelotas a más de 70 millas por hora como receptor titular. Osiel no está solo. Más del 85% de los jugadores en la Liga de Béisbol de Bogotá son venezolanos, igual que la mayoría de los entrenadores y árbitros. El béisbol se volvió no solo un pasatiempo, sino una forma de preservar la identidad y reconstruir comunidad. Para Osiel, es también una promesa: “Juego para ayudar a mi familia, para que mi hermano no tenga que pasar por lo mismo que yo”. Pero llegar a ser profesional no es fácil. En Bogotá casi no llegan cazatalentos, y las reglas de la Federación Colombiana de Béisbol limitan la presencia de extranjeros en las selecciones departamentales. Osiel sabe que, aunque sueña con representar a Colombia, solo cuatro de los 20 cupos pueden ser para jugadores migrantes. “Es complicado, pero entiendo que este también es su país”, dice. Quien lo entrena lo sabe bien. Yilfran García, exjugador profesional, migró también desde Venezuela y ahora es una figura clave para jóvenes como Osiel. “Si estuviéramos en la costa o en Venezuela, tendría más posibilidades de firmar. Aquí casi no llegan scouts”, explica. Pese a las barreras, Osiel no se detiene. Ha sido preseleccionado por un scout de Cincinnati y sigue entrenando cada semana. Mientras tanto, el estadio Hermes Barros Cabas sigue siendo ese pequeño rincón de Venezuela en Bogotá. Allí donde el béisbol no es sólo deporte, sino también familia, pertenencia y resistencia. En RFI, llevamos una década apostando por el reportaje radiofónico para conocer más de cerca lo que ocurre en el mundo. Por eso lanzamos una nueva edición del "Premio Reportaje de RFI en español”, dirigido a estudiantes de periodismo, a nivel de pregrado o postgrado, menores de 30 años e inscritos en una universidad del continente américano. 
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  • Ucrania: Colombianos y otros extranjeros combaten sin leyes y sin Estado
    Desde que inició la guerra, Ucrania hizo un llamado a combatientes voluntarios para apoyarlos en el conflicto. Algunos les llaman mercenarios, pero los expertos explican que históricamente las guerras han evolucionado y que no todos los combatientes extranjeros se denominan de ese modo. Sin embargo, organismos como la ONU reconocen que los Estados carecen de leyes robustas al respecto, por lo que impera un riesgo latente de violación a los derechos humanos tanto a la sociedad civil, como a los mismos combatientes.     El Árabe y Jack llenaron el formulario de voluntarios para luchar con Ucrania en la guerra contra Rusia, así se llaman entre ellos por seguridad. Aunque muchos les llaman mercenarios, a ellos no les gusta. Aseguran que viajaron por vocación militar y que se quedaron allí por el pueblo ucraniano. “Lo hacen sentir a uno como en casa” dice el Árabe, quien lamenta el sufrimiento del pueblo ucraniano y lleva más de un año combatiendo con sus fuerzas militares, país que según él, le ha permitido continuar su carrera militar, pues en su natal Colombia no cumplió las exigencias del Ejército. Aunque dice estar feliz por seguir su vocación, el precio ha sido alto. “Yo fui herido en combate, perdí una pierna en Donbás. Fue una situación al bordo de la muerte, perdí algunos compañeros, pero yo soy militar, estoy acostumbrado a todo eso”, cuenta el Árabe, quien defiende su posición de combatiente extranjero: “Cuando uno pisa el suelo del frente, se va da cuenta que la lucha y las motivaciones son distintas. No es lo mismo invadir un país que defenderlo. Yo no soy un mercenario”.  En el momento de la entrevista, este exsoldado colombiano se encontraba en la región de Sumy en el noreste de Ucrania, fronteriza con Rusia, que ha sido fuertemente bombardeada y es objetivo del mandatario ruso Vladimir Putin para anexionarla a su territorio, como ya lo ha hecho con un 20% del suelo ucraniano. Otra de esas provincias Donetsk donde Jack, un ex auxiliar de policía estuvo en combates en 2022. “Yo entré varias veces y salí herido de zona de combate. Allá las batallas son muy diferentes a Colombia. Desde que usted se embarca en el carro y está en zona de combate, eso ya es artillería, drones kamikazes, minas antitanques, minas antipersonas, salen emboscadas”, relató.  Cuenta que empezó a luchar con el ejército ucraniano junto a unos 140 colombianos. De ellos solo 20 quedaron vivos. Corrió con suerte durante ese año y medio que estuvo en Ucrania, regresó a Colombia para recuperarse de sus heridas, pero dice que quiere volver, “yo luchaba porque me nacía defender un país que realmente necesitaba y estaba siendo invadido, haciendo cosas que no debían hacer, porque yo miraba cómo mataban niños, abuelitos, muchachos”. Jack cuenta que la población les pedía que los apoyaran y el volvía a entrar en combates. “Es una guerra, van a ganar o a morir” Los mortíferos bombardeos que a veces se difunden por la red social TikTok donde los mismos combatientes extranjeros hacen llamados a sus connacionales a unirse al ejército de Kiev, no desaniman a los cientos de exsoldados, exvigilantes y expolicías que emprenden su viaje a la guerra en busca de un salario en dólares. “Allá nos pagaban 3.000 dólares, a veces 2.000, 2.500, depende de la línea. Entre más peligro, más pagaban”, explica Jack. Entre más alta es la suma de dinero, más riesgo corren sus vidas, aunque cuentan también que esa suma se puede ver disminuida por casos de corrupción entre los mismos compañeros. El expolicía asegura que todos los que se inscriben en el conflicto conocen los riesgos. “Porque es una guerra, saben que van a ganar o van a morir. No es un juego y si van ansiosos a ganar mucha plata o van para eso, ténganlo por seguro que no van a volver o más de uno vuelve sin extremidades". Según él, un 90% lo hacen por dinero.  Sin embargo, el sargento retirado Héctor Bernal, que asesora a empresas privadas de seguridad y fuerza pública en asistencia médica en combate y reside en Colombia, señala que no todos son conscientes de lo que implica esta guerra.    “Algunos son conscientes, otros no entienden la magnitud del conflicto. Yo siempre les digo: una cosa es el conflicto armado en Colombia, Ucrania es otro nivel, allá no hay soldados y el índice de mortalidad es muy alto porque en este momento se está desarrollando la guerra de los drones, y los explosivos, por eso el índice de muerte en el campo de batalla es muy alto”, señaló Bernal. También se interroga por el objetivo de quienes luchan en Ucrania, “Todos los que han regresado acá a Colombia, han regresado enfermos y sin dinero. Hay unos muchachos que llegaron con problemas psicológicos, estrés postraumático de la guerra”, lamentó. De Ucrania a una prisión rusa A veces también son sus familias las que lamentan esta decisión. Es el caso de Lizeth, la esposa de Miguel Ángel Montilla quién fue capturado por las fuerzas rusas y condenado por mercenariato a 9 años de prisión el pasado abril. Él trabajaba como vigilante en un centro comercial de la ciudad de Cali y su compañera recuerda los planes que hacía al regresar a casa en su bicicleta. “Él empezó a escuchar que necesitan voluntarios para ir a Ucrania y que les pagaban muy bien, que lo que se hacían aquí en Colombia en un año, allá se lo hacían en 15 días, le iluminaron los ojos”, indicó. El viaje de Montilla para mejorar sus condiciones económicas terminó en una prisión rusa y no es el único, pues Moscú castiga con entre siete y 15 años de cárcel el mercenariato. Según la prensa independiente, el Kremlin también utiliza a miles de extranjeros de países como Kirguistán, India o Cuba en su guerra. Para Ulrich Petersohn, profesor de políticas internacionales en la Universidad de Liverpool que investiga el impacto de empresas de seguridad privada y mercenariato en guerras civiles, es una muestra de doble rasero. “A menudo, el término mercenario se usa simplemente para describir a personas que no te agradan o que no te gusta lo que hacen. Por ejemplo, Rusia arrestó a combatientes extranjeros que vestían uniforme ucraniano y los etiquetó como mercenarios. Es un caso donde se aplica una doble moral. En primer lugar, si vestían uniformes ucranianos y eran miembros de las fuerzas armadas ucranianas, merecían el estatus de prisioneros de guerra y no eran mercenarios. Por otro lado, si los rusos se miraran, ellos básicamente hacen lo mismo. Están en el extranjero y emplean, por ejemplo, a sirios en sus fuerzas armadas, pero no los etiquetan como mercenarios”, señaló Petersohn. Un marco legal casi inexistente El marco regulatorio internacional para quienes participan en conflictos en países extranjeros es casi inexistente. Solo unas 37 naciones, entre las que se encuentra Ucrania han ratificado el convenio de la ONU contra el mercenariato que criminaliza esta actividad, pero aceptan la existencia de las llamadas empresas de seguridad privada que en ocasiones proveen servicios de mercenarios y carecen de regulación estatal. Jovana Jezdimirovic Ranito, presidenta del grupo de trabajo de Naciones Unidas sobre mercenarios, reconoce que el caso de Ucrania es difícil de clasificar. “Claro que se trata de un conflicto entre Estados, pero hay diferentes tipos de actores involucrados. Tenemos empresas militares privadas, actores relacionados con mercenarios, y también observamos mucho reclutamiento predatorio, que se refiere a las prácticas en las que un actor recluta en lugares donde la gente se encuentra en una situación económica o social difícil, ofreciéndoles condiciones que no pueden obtener en sus propios países, especialmente en lugares históricamente afectados por conflictos”. Colombia con más de 60 años de conflicto armado tiene cientos de exveteranos y expolicías con experiencia militar, aunque no solo ellos van a Ucrania, pues según los testimonios, el único requisito es comprar el tiquete de avión. Una de las razones para este reclutamiento masivo que también tiene voluntarios de Georgia, Perú, Chile y otras tantas nacionalidades es que los Estados no cuentan con recursos para prepararse para un conflicto eterno, explica Jezdimirovic: “Los Estados no tienen recursos para financiar el conflicto indefinidamente, por lo que usualmente en algún momento van a necesitar cierto apoyo por diferentes medios y si eso no es posible conseguirlo a nivel nacional, necesitan buscarlo a nivel internacional”.   La RAE define a un mercenario como todo aquel que participa en un conflicto extranjero a cambio de dinero. Es una actividad muy criticada por los riesgos a la violación de derechos humanos, pero los expertos coinciden en que hay matices y no necesariamente un combatiente extranjero se convierte en mercenario. Se estudian factores como si el combatiente obtuvo residencia o no, si lo hace solo por dinero, si ha tenido entrenamiento calificado previo, si están vinculados directamente con el gobierno y guiados por las fuerzas militares o si son contratados por empresas privadas. El debate es amplio y aún difuso.  “No existe ningún organismo específico a nivel internacional encargado de vigilar esta actividad” dice la convención de Naciones Unidas. A nivel nacional, los marcos regulatorios de los gobiernos son también contradictorios. En tiempos de guerra, los límites pueden volverse inexistentes.
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"Grandes reportajes de RFI", un programa que permite, detrás de las noticias, explorar un tema, un lugar, una problemática. Con nuestros reporteros en el mundo entero.
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