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Grandes Reportajes de RFI

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"Grandes reportajes de RFI", un programa que permite, detrás de las noticias, explorar un tema, un lugar, una problemática. Con nuestros reporteros en el mundo ...

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5 de 24
  • Se acabó el sueño americano, es tiempo del ‘sueño mexicano’
    La Ciudad de México se convirtió en el refugio de miles de haitianos que encontraron una segunda oportunidad en esta desmesurada capital de 20 millones de habitantes. Descubrieron que aquí sería posible cumplir el sueño americano sin tener que llegar a Estados Unidos. Lo llaman “el sueño mexicano”.  “No necesitan llegar a Estados Unidos para cumplir su sueño”, dice con tono de seguridad Don Peter refiriéndose a sus compatriotas haitianos. Él llegó a México en 2023 y un año y medio después ya festejaba el primer aniversario de su negocio. “Empezar siempre no es fácil, pero después de un año se va a acostumbrar a la cultura y se va pa’ lante”, afirma.Su nombre completo es Peterson Datos, pero sus clientes y amigos le dicen Don Peter, además de que sus negocios lucen este nombre. La apacible atmósfera de su tienda tapizada de trenzas afro, licores de coco y animada por una clientela haitiana que habla en creole (el principal idioma de Haití) contrasta con el caótico y estridente ambiente de la alcaldía donde nos encontramos, Tláhuac, al sur de Ciudad de México. Y como suena una pegajosa canción haitiana que invita a bailar al visitante, es fácil imaginarse que así es la vida en el Caribe haitiano. Mientras nos muestra sus diversos y coloridos productos, Don Peter nos explica que muchos de sus compatriotas decidieron quedarse en México porque consideraban que hay muchas oportunidades, desde la escuela gratuita para los niños hasta la posibilidad de estudiar la universidad y, por supuesto, trabajo. Él, por ejemplo, se siente muy orgulloso por lo que ha logrado en tan poco tiempo, pues a finales de 2024 ya estaba abriendo un segundo negocio, un restaurante de comida haitiana justo a la vuelta del primero. “Todo va bien gracias a Dios, y gracias a México por las oportunidades que me da”, comenta.La invención del sueño mexicanoLas autoridades mexicanas se vieron sorprendidas cuando México se convirtió en el destino de miles de migrantes porque hasta antes de la pandemia se le consideraba un país de origen y de tránsito hacia Estados Unidos. La diplomacia mexicana informó a finales de 2024 que la comunidad haitiana es una de las más numerosas con cerca de 100.000 haitianos instalados en el país y la mayoría viviría en Ciudad de México, cerca de 45.000, según la prensa local.“¡Fue un choque!”, cuenta Michel Cortés al recordar el día en que vio por primera vez a un grupo de haitianos a las afueras del centro cultural donde les brinda clases gratuitas de español. “Yo creo que ellos nos veían como raro y nosotros a ellos”, agrega.Los capitalinos ya se habían familiarizado con las caravanas de migrantes iniciadas en 2018, que eran pasajeras, pero nunca habían visto tantos improvisados y prolongados campamentos como los que acapararon sus banquetas, plazas y parques en los tiempos de Covid. Llegó un momento en que los albergues ya no podían atender a tanta necesidad, y los migrantes encontraron refugio al sur de la capital, donde la vida es más económica. Con lonas de viejas campañas electorales alzaron tiendas que apenas los protegían de las frías noches del altísimo altiplano mexicano, que se encuentra a 2.240 metros sobre el nivel del mar, y de los ardientes rayos de sol del mediodía, y para bañarse asistían a regaderas que los locales les rentaban en sus domicilios. En estos campamentos vivían médicos, cargadores, taxistas, profesoras, estilistas… haitianas y haitianos de todos los horizontes que en un principio sólo estaban de paso, pero que años después México se convertiría en su segundo hogar.Su presencia causaba malestar para muchos lugareños que se quejaban de que no podían caminar por las banquetas, de que las autoridades no les brindaban sanitarios y de que se sentían inseguros con estos nuevos vecinos. Tiempo después muchos comprenderían que habían sido injustos tratándolos de delincuentes como algunos estadounidenses lo hacen con los mexicanos en Estados Unidos. Con su llegada, los mexicanos aprendieron de golpe que Haití era el país más pobre del continente americano y que huían de su isla porque había sido azotada por varias tragedias. Primero por el terremoto del 12 de enero de 2010 que le quitó la vida a más de 280 000 personas, y luego por la ola de violencia desatada tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse, el 7 de julio de 2021, incontrolable hasta nuestros días y que obligó a más de un millón de haitianos a dejar su domicilio (la población de Haití es de poco más de 11,5 millones).“Todo el mundo quiere huir del país porque está cansado. Todos los días hay balazos p’arriba, p’abajo… Todo el mundo si sale de Haití no piensa regresar”, cuenta Don Peter, triste y enfurecido. Además de la violencia que reina en aquel país caribeño, los mexicanos supieron de la espinosa relación entre Haití y Francia cuando el presidente galo, Emanuel Macron, insultó a los dirigentes haitianos llamándolos "idiotas" por haber destituido a un exministro, Garry Conille, que él apoyaba. Aquella frase le dio la vuelta al mundo el 21 de noviembre de 2024. Varios especialistas reaccionaron recordándole a Macron que parte de la desgracia de los haitianos se explica por la injusta deuda que los excolonos franceses les impusieron tras su independencia, en 1804. El famoso economista francés, Thomas Piketty, explica en su libro Capital e ideología que en 1825 Haití aceptó un préstamo de 150 millones de francos de oro (que equivaldrían a unos 40 billones de euros hoy en día) de la Caja de Depósitos y Consignaciones (Caisse des dépôts et consignations), una institución francesa existente hasta nuestros días. Sabiendo que ese monto sería imposible de pagar, pero con tal de que no los invadieran nuevamente, los haitianos se resignaron a pagar cada año, y de manera indefinida, un monto que cubría únicamente los intereses y que equivaldría al 15% de su producción anual. Aunque fue renegociada y saldada en 1950, los 125 años de deuda habrían impedido el desarrollo de Haití y por lo cual, dice Piketty, Francia debería reconocer su responsabilidad y pagar una indemnización. El conjunto de tragedias, pobreza y violencia empujó a los haitianos a un éxodo que nadie sabe cuándo ni cómo terminará. La pandemia de Covid los había detenido en México, pero en 2023 banquetas, plazas y parques recobraron su imagen original, ya olvidada por algunos. Las condiciones habían cambiado para seguir hacia Estados Unidos.Unos lo hacían de manera legal, con la cita de la extinta aplicación CBP One creada por Joe Biden para controlar el ingreso de migrantes, otros continuaban arriesgando sus vidas en las peligrosas rutas del Río Bravo y del desierto, y muchos otros, miles, comenzaron a rentar cuartos, departamentos y hasta casas porque durante estos años habían encontrado que aquí era posible cumplir el sueño americano.El plan B“La situación en Haití sigue muy inestable, y aunque México también tiene sus dificultades es un país mucho más seguro, mucho más estable que Haití”, explica el encargado de la Organización para Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Thomas Liebig.Nos recibió en sus oficinas en París para comprender por qué en su reporte sobre migraciones de 2024 la OCDE posiciona a México en el sexto lugar de los países con más solicitudes de asilo, detrás de Estados Unidos, Alemania, España, Canadá y Francia en respectivo orden. “¡Es sorprendente la dinámica migratoria de México! Vemos cifras de más del doble [que en tiempos] de la pandemia”, resalta.En 2022 el Gobierno mexicano registró 118.756 solicitudes de asilo (17 mil eran de haitianos); en 2023 fueron 140.980 solicitudes (44 mil eran de haitianos), y en 2024 disminuyeron a 78.975 peticiones (10.853 eran de haitianos). En estos años la comunidad haitiana aparece en los primeros lugares junto con la cubana, la venezolana y la hondureña. “Lo importante es decir que México se ha convertido en un país acogedor de migrantes. No solamente es un país emisor de migrantes, sigue siendo un país de tránsito, pero también un país acogedor de flujos migratorios como se ven en esas cifras”, asegura Liebig. La institución mexicana encargada de atender las solicitudes de asilo es la Comisión Mexicana para Ayudas a Refugiados y a la que los migrantes llaman por sus siglas, la COMAR. Tiene oficinas en diferentes partes del país, incluidas ciudades cercanas a las fronteras como Tijuana y Ciudad Juárez en el norte, y Tapachula y Tuxtla Gutiérrez en el sur. Nosotros visitamos las oficinas de Ciudad de México que se encuentran en la sureña Alcaldía de Iztapalapa, conocida por concentrar barrios de haitianos. Al salir de la estación de metro Escuadrón 201, la más cercana a la COMAR, nos encontramos con Andy, un joven haitiano quien nos permite conversar con él a pesar de que lo agarramos en la hora sagrada de los alimentos.“Aquí estamos tratando de acostumbrarnos con la comida. Nuestra comida es diferente y es mejor”, nos dice soltando una risa e invitándonos a sentarnos en su mesa en un puesto de comida de tacos y hamburguesas. Le preguntamos si tiene algún inconveniente con el picante mexicano. “El de nosotros es un poquito más fuerte, pero es casi lo mismo”, responde.“¿Vinieron a la COMAR a hacer algún trámite?”: “Sí”, contesta. “Estamos en trámite porque como usted sabe lo primero que uno debe de hacer es legalizarse en un país donde piense que tiene un futuro, porque nuestro futuro es vivir en México”; detalla. Andy nos explica que la solicitud de asilo puede durar medio año, y mientras tanto debe venir cada 10 días a firmar un documento para comprobar su presencia en México. Lleva tres meses en este procedimiento. “En máximo seis meses nos van a dar una respuesta, sea negativa o positiva, sé que máximo son seis meses”, afirma. “¿Usted consideraría que México es el país de las segundas oportunidades?”, preguntamos. “Para nosotros… para mí…bueno… para mí sí, porque mi sueño era vivir y llegar aquí en México. Ahora estamos aquí y esperamos lo que Dios diga. Creo que para Dios no hay nada imposible. Creo que todo va a estar bien… todo va a estar bien…”, responde.Para otros migrantes México no es el destino principal, sino el plan B. Una joven haitiana nos cuentó que ella dejó Chile para llegar a Estados Unidos, pero que con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca considera quedarse en México. “Ahorita estoy en trámite para obtener asilo o la residencia definitiva. Después de eso ya veré si sigo intentando pasar o no”, dice.El país es de quien lo trabajaA las afueras de la COMAR nos encontramos con un comerciante haitiano que vende paté, las empanadas tradicionales de Haití. Un cubano se acerca a preguntarle que de qué están rellenas y él le responde que de “huevo cocido, pollo, tomate y cebolla”. “No solamente huelen rico, también saben ricas”, así seduce a su cosmopolita clientela. Su nombre es Ernso, llegó a México en abril de 2024 y en diciembre de ese mismo año obtuvo el estatus de refugiado que le brinda los mismos derechos que a un ciudadano mexicano, pero no votar. “Para mí fue muy fácil y rápido”, nos confía. “Estuve en Chile casi siete años y no he tenido [el permiso de residencia]. Tenía todos los requisitos que me han pedido allá pa’ tener la credencial de allá y no he podido porque la forma en que lo hacen está muy complicada, pero aquí, en México, es como diez veces más fácil que allá, en Chile”, cuenta.Afirma que no piden “casi nada. Si tienes tu pasaporte vienes con tu pasaporte, [incluso] si no tienes con qué identificarte, vienes. A mí me dieron la entrevista 45 días después de que la solicité. El 3 de octubre [fue la entrevista], y me dieron la resolución el 5 de diciembre. Ahora estoy con el estatus de persona refugiada”, agrega.“Te preguntan que por qué dejaste tu país, por qué estás en México y todo eso. La entrevista dura una hora. Y para las preguntas tienes traductor, tienes una persona ahí para traducir. Tú hablas en tu idioma”, detalla.“¿Y cómo fue que desde Chile llegaste hasta México?”, le preguntamos. “Es un trayecto muy duro, muy complicado. Hay varias formas, pero para mí fue el trayecto del Darién [la peligrosa selva entre Colombia y Panamá]. Había que cruzar todos los países: Chile, Perú, Ecuador, Colombia, hasta Guatemala y llegar hasta la capital [de México]”, cuenta.“El Darién fue duro. Yo no me metí por Tapachula, me metí por Tenosique, y de Tenosique a aquí es peor que Darién porque si te encuentra la migración te puede regresar hasta la frontera. Y también es mucho gasto, porque cobran bastante para llegar hasta aquí. No es un viaje directo hasta la ciudad, puro transporte. Fue duro. Viajando de la frontera a la capital casi es un sueño. Nunca sabes lo que va a pasar. Hay secuestro. Te quitan dinero. Hay violación. Te golpean”, continúa. Ernso nos cuenta su dolorosa y complicada travesía en un impecable español porque comenzó a aprenderlo en República Dominicana, donde vivió antes de intentar el sueño chileno. Nos dice que un momento clave de su historia en México apareció cuando encontró la organización Casa Refugiados: “Ellos me explican los apoyos que tienen para personas refugiadas y de ahí dije ‘ya, llegué a mi país’ porque siempre esperaba vivir en un país así”.Días después esta organización apoyada por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) nos abre sus puertas para detallarnos la orientación que brindan a los migrantes. Nos recibe Gabriela Pérez Guerra, periodista nicaragüense que dejó su país en 2018 debido a la insoportable represión instaurada por el presidente Daniel Ortega. Aquí es la encargada de la educación para la paz.Nos cita en un céntrico parque de la Ciudad de México, en la colonia Roma, donde tienen un pequeño centro cultural que están restaurando. En una de las paredes se puede leer “Hagan por los demás todo lo que les gustaría que hicieran por ustedes”. “Esta es la frase de oro. Todos necesitamos ser abrazados, todos tenemos vulnerabilidades, todos tenemos algo que nos duele, pero también todos tenemos cosas lindas y la necesidad de vivir en paz”, dice.Tras contarle la historia de Enrso, nos cuenta que ella también había sido orientada por Casa Refugiados. “La información es clave para tener ejercicio a derechos y a obligaciones en este país”, destaca. Las personas que llegan aquí siguen “La Ruta Humanitaria”, como lo llaman al proceso de acompañamiento que consiste, primeramente, en escuchar las necesidades de cada persona. Les brindan alimento, alojamiento o atención psicológica si la requieren. Luego les proponen una entrevista con un acompañante humanitario y es en ese momento les indican los pasos a seguir si desean pedir refugio en México.  “La gente debe saber cuáles son sus derechos, a dónde acudir, cómo quejarte, cómo proteger tu dignidad. Todas esas cosas también son parte de un proceso de integración, pero que nosotros queremos que escale a inclusión: tengo derecho porque soy un ser humano”, concluye.El hábil vendedor haitiano que nos habló de Casa Refugiados nos asegura que ya se siente “medio mexicano” y que quiere estudiar y hacer más negocios. ‘Yo creo que vamos a tener más entrevistas porque en México, lo prometo, lo voy a hacer en grande”, dice, y así nos despedimos.Siempre la misma historiaUn haitiano perdió un brazo en su trabajo en la primavera de 2024. Se lo cortó una máquina. La empresa no hizo nada por él, pero sí la comunidad haitiana que lanzó una campaña de ayuda en las redes sociales. “El compatriota sigue viviendo de manera muy triste porque no es lo que esperaba”, lamenta el presidente de la Diáspora haitiana en México, Frisnel Joseph, y asegura que los migrantes irregulares son las primeras víctimas de la explotación laboral. “Siempre les decimos que tengan sus papeles en regla porque si llega a pasar algo, como un accidente, la empresa no te va a respaldar… La mayoría de las empresas aquí tienen su propia ley”, añade.Además de exhibir la negligencia de las autoridades mexicanas para investigar las injusticias laborales, Frisnel también expone las desigualdades salariales entre personas legales e ilegales. Pone como ejemplo el trabajo informal en el concurrido mercado de La Merced donde es fácil encontrarse con migrantes provenientes de América Latina, pero también de África, en la clandestinidad.    “A quien tiene papel no le dan trabajo porque es más provechoso darle trabajo a alguien que es ilegal. Las empresas dicen, ‘a quien no tiene papel le doy 100 pesos al día (cerca de 5 euros)’, pero el que tiene papel va a decir ‘el salario mínimo es de 300 y tantos pesos al día, me tiene que pagar el salario legal’. Eso pasa también en los Estados Unidos y en muchas otras partes”, explica.Frisnel nos cuenta que su asociación busca una cita con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, para exponerle estas injusticias. De concretarse, le pedirán que cree una asistencia especial para migrantes irregulares víctimas de explotación laboral.“Los migrantes no son asesinos, no son criminales, son personas que buscan una vida mejor. Son personas que en sus propios países han encontrado muchas dificultades, y Haití no es el único país que está pasando por esta situación. Los migrantes vienen a hacer crecer la economía. Los migrantes buscan un refugio en el mundo”, afirma.El “sueño mexicano” de los haitianos es también el sueño de miles de mexicanos, no sólo en Estados Unidos sino en su propio país: quieren justicia, seguridad y condiciones de trabajo que les permitan vivir en paz. Pero también es el sueño de millones de migrantes en todo el mundo que un día guardaron su vida en una mochila y se fueron sin saber cuándo regresarán. O si regresarán.
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  • ‘Si seguimos así, hay peligro de desaparecer’: el coloso industrial alemán tambalea
    Por primera vez en 20 años, Alemania tuvo dos años consecutivos de crecimiento negativo. Pasando de ser una potencia industrial altamente competitiva a una economía en recesión, el país intenta responder a la pregunta: ¿cómo reformar su modelo? La empresa de automoción Witte produce partes de plástico para varios modelos de Volkswagen. Ahora están recortando sus gastos. “Ya no tenemos nuestra capacidad completa, tenemos que vivir con la caída de la demanda, podemos reducir los turnos, pero los altos costos fijos por supuesto se mantienen”, afirma su directivo Kersten Janik.Volkswagen al igual que todos los otros consorcios de automóviles alemanes, sólo produce un 20 % del total de los autos que vende. El resto, un 80 % lo proveen pequeñas y medianas empresas como ésta.Algunos se quisieron orientar al futuro, como Carsten Baumeister, fabricante de baterías de sal Cenergy, en Brandemburgo, pero debieron aceptar que la competencia era imposible.“Tratar de competir contra un productor chino, con sus capacidades, con el apoyo financiero estatal que tienen de trasfondo, es hoy en día casi imposible”, dice el empresario.Volkswagen anunció a fines de 2024 el inminente cierre de tres de sus diez plantas en Alemania y el despido de decenas de miles de empleados.Poco le sirvió al consorcio alemán tratar de adaptarse al nuevo mercado chino con su prestigio. Las ganancias de Volkswagen cayeron un 20% entre el año 2023 y 2024, principalmente por la baja de la promisoria demanda china. Esa fue la primera gran alarma.Volkswagen es un espejo de toda la economía de exportación alemana, de la prestigiosa etiqueta Made in Germany, y su sello de identidad: la producción industrial con calidad artesanal.Fukushima y gas rusoHace una década, Alemania ocupaba el sexto lugar entre los países más competitivos del mundo, ahora ocupa el lugar 26. Dos años de crecimiento negativo han creado la primera recesión en Alemania desde hace 20 años y la primera, dicen algunos economistas, no directamente causada por una coyuntura internacional.El estallido de la planta nuclear de Fukushima en 2011 en Japón provocó enormes protestas en Alemania contra la energía atómica. Desde hacía décadas, el Partido Verde luchaba contra la energía atómica y la protesta de la población empujó al gobierno alemán a cerrar finalmente todos los reactores nucleares.La energía producida por los reactores fue reemplazada con un gas extraordinariamente barato procedente de Rusia. Muchos le advirtieron al gobierno del peligro de depender de Rusia, pero la tentación de energía barata fue más grande.Y pasó lo que muchos temían: hace tres años Rusia atacó a Ucrania, el gobierno alemán se vio obligado a no recibir más gas ruso, pero todas las alternativas posibles eran y son aún muchísimo más caras.El gas aumentó hasta un 200% de precio, la electricidad industrial llegó a ser un 400 % más cara. Para muchos sectores industriales, los precios de la energía son una parte central en sus costos y estos precios los hacen muy poco competitivos.“Somos los únicos en el mundo que hemos abandonado la energía atómica, tenemos los mayores costes de energía eléctrica del planeta, por lo menos en nuestra liga”, explica a RFI uno de los economistas más influyentes de Alemania, Hans Werner Sinn.“La solución es terminar con esta tontería y volver a los reactores, es lo más rápido, simple y barato que podemos hacer y sabemos cómo se hace”, asegura.Reformas“Si seguimos como estamos ahora, el veinte por ciento de las industrias alemanas estará en un gran peligro de desaparecer”, alerta por su parte Siegfried Russwurm, quien fue hasta el año pasado presidente de la Unión de la Industria alemana.“Tenemos costos energéticos enormes, tampoco sabemos cómo evolucionarán, tenemos la mayor maquinaria burocrática que se pueda pensar, un tercio más de impuestos a las empresas que el resto de Europa, pero igual tenemos oportunidades de crecimiento que consideramos poco, por ejemplo, crear más tratados comerciales, que no cuestan nada”, detalla.Todos parecen estar de acuerdo que Alemania necesita de reformas estructurales, un cambio radical, una nueva agenda que permita salir al país de los viejos problemas que nadie parece haber afrontado directamente en las últimas décadas.Joe Kaeser fue gerente del consorcio Siemens por muchos años y ahora es uno de los hombres de negocios más reconocidos del país. Para él, hay cinco grandes temas que reformar en Alemania.  “Primer punto: formación, investigación, innovación, incluyendo inteligencia artificial; Segundo, una energía e infraestructura sostenible, asequible y fiable. Tercero, apoyar la economía, que es la fuente para una economía de mercado social y ecológica. Cuarto, el difícil tema de las pensiones. Quinto: una reducción de la burocracia. En nuestro país necesitamos una reforma del estado”, resume.“Yo comenzaría por el tema de la formación profesional”, apunta Mark Hienzel, economista de la Cámara de la Industria y el Comercio de Alemania. “Por nuestra situación demográfica tenemos pocos jóvenes, entonces menor mano de obra calificada. Eso requiere medidas como permitir migración de gente que pueda trabajar en Alemania. Además, necesitamos calificar a los jóvenes que tenemos en nuestro país”, opina.Modelo socialUn problema central es: ¿qué tan seria es esta crisis alemana? ¿Es sólo un traspié que puede solucionarse como se ha hecho ya en el pasado o es el fin de un modelo?“No vamos a volver a tener nuestra antigua fortaleza. Eso ya no es posible por razones simplemente demográficas. Los niños que sacaron adelante este país tienen ahora 60 años y quieren dejar de trabajar pronto. Eso ya terminó, pero antes que se vuelva una catástrofe podemos de alguna manera acomodarnos si lo hacemos razonablemente”, asegura Hans Werner Sinn.Lo que está en juego es el futuro de una de las grandes invenciones alemanas del siglo pasado, la economía social de mercado. El más probable próximo canciller alemán Friedrich Merz quiere darle al país un giro liberal.“Soy un liberal en economía, un conservador en cuanto a los valores y una persona comprometida política y socialmente, pero siempre he sido de la opinión de que un estado de bienestar sólo puede gastar lo que una nación económica o una economía nacional es capaz de ganar”, ha dicho.Mark Hienzel sin embargo cree que el modelo alemán tiene futuro. “El sistema es sostenible y es una condición necesaria para que Alemania continue de crecer. El país tiene dos posibilidades: o recorta los gastos o mejora la productividad. La segunda opción en mejor”, opina.La economía social de mercado, que ha sido un éxito tan extraordinario para Alemania y que llevó al país de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial a ser la tercera economía del planeta en pocas décadas, está librando sus batallas decisivas en estos días.
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  • As Suwayda, la 'Pequeña Venezuela' de Siria
    Siria está viviendo un periodo de transición inédito tras la caída en diciembre pasado del régimen de Bachar Al Asad. Comunidades de todo el país se regocijan, incluida una muy peculiar ubicada en el sur de Siria. La ciudad de As Suwayda es apodada "La Pequeña Venezuela" y se cree que la mitad de la población tiene vínculos con el país latinoamericano. Carmelinda Rouslan expone con orgullo unas banderitas hechas en macramé. Tienen tres estrellas rojas y una banda verde. Bajo el régimen de Bachar Al Asad estaban prohibidas porque eran las de la Revolución. Ahora se ven en todas partes, como en su tienda de artesanías de la ciudad de As Suwayda.  “Es una nueva vida para nosotros. Tenemos mucha esperanza”, dice.Rouslan emplea en su tienda a varias mujeres. Tejen carteras, fabrican accesorios, y hasta muñecos con trajes típicos de los llaneros venezolanos. Según ella, es la mejor forma de sacarlas adelante dada la situación económica siria, muy golpeada por 14 años de guerra civil.“Todas estas mujeres están trabajando. No es simple porque la economía está en retroceso, con precios altos. Tienen mantener a su familia. Me parece muy valiente. Antes de reconstruir las casas y los edificios, hay debemos reconstruirnos a nosotros mismos”, dice a RFI. Leer tambiénA un mes de la caída de Bashar el Asad, temores y esperanzas de una nueva eraCarmelinda Rouslan nació en Caroca, Venezuela, pero vive en Siria, el país de sus padres, desde los 14 años.En una mezcla de español y árabe, cuenta que muchos de sus clientes son venezolanos, pues en esta ciudad a 100 kilómetros al sur de Damasco, residen decenas de miles de sirios venezolanos. “Venezuela sigue en nuestro corazón”, se exclama."Hay harina pan pero es cara"En esta ciudad todo el mundo tiene alguna tía o algún primo en Venezuela. Un historiador local explicó a RFI que en los años 50 muchos habitantes de As Suwayda emigraron al país suramericano en busca de un futuro mejor, para trabajar en la agricultura y en las minas de oro.Otros se fueron tras el golpe de Estado de Hafez Al Asad, padre de Bachar, en la década de los 70,  y empezaron a trabajar el sector petrolero venezolano. Luego, regresaron a Siria.En el centro de la ciudad se encuentra el restaurante Enab – Uva en español-. Ahí se reúnen cada mes las integrantes del grupo de amistad Siria Venezuela. Las recibe Sawsan Almaaz, dueña del establecimiento y venezolana también.  “Cuando los clientes nos piden comida venezolana la podemos preparar pero de resto es comida árabe. Hacemos arepas si el cliente las pide. Hay harina pan pero es cara. La harina de maíz es importada. El Gobierno anterior ponía muchos impuestos y Los productos importados costaban tres veces. Ahora ya bajo un poco”, detalla Almaaz.El sabor cambió en este restaurante desde el 8 de diciembre de 2024, cuando grupos rebeldes derrocaron al gobierno de la dinastía Al Asad. “Hay mucha alegría y paz”, asegura. “Tuvimos más de 14 años guerra y estuvimos 54 años bajo el mismo mando, bajo un régimen de mano fuerte. Mucha gente llevaba años sin volver. El hijo de una amiga se fue hace 14 años. El día que cayó el gobierno, al día siguiente ese joven volvió”."Mucha gente se fue para Venezuela por la guerra"En los años 2000 el gobierno venezolano empezó a estrechar lazos con el gobierno de Al Asad. Entonces, la ciudad de As Suwayda ya no solo fue llamada La Negra –por el color del subsuelo- también la apodaron “La Peque­ña Venezuela”.“Cuando Chávez estaba vivo, él vino a As Suwayda”, recuerda Aida Hadefi, dueña de una farmacéutica. “Él mismo puso la primera piedra del club venezolano de la ciudad. La mitad de los habitantes son venezolanos por nacimiento o migración. Otros tienen hijos o nietos venezolanos. Por ejemplo, mi papá y mi mamá se fueron en barco a Venezuela. Yo nací en El Tigre. Luego estudié en Siria y volví a Venezuela. Tuve mis hijos allá y son venezolanos. Venezuela es nuestra tierra madre”.Un momento decisivo en esta historia de ires y venires entre Siria y América Latina fue la guerra civil de 2011 y la brutal represión del presidente Bachar Al Asad, que desató una ola sin precedentes de exiliados, y no solo de activistas políticos. “Por culpa de él, mucha gente emigró”, dice Hadefi. “Mucha gente se fue para Venezuela, en su mayoría desde As Suwayda”.Más de un mes después de la caída del régimen, la fiesta no se acaba en Siria. Todas estas señoras guardan la esperanza de un mejor país para sus hijos.  “Nosotros ya somos mayores, pero ahora pienso en el futuro de mis hijos y de mis nietos: que Siria logre levantarse y sea mejor que antes”, ruega.As Suwayda resistió hasta el final de Al Asad. Fue de las pocas que continuó manifestando a diario contra el régimen, sin derramar sangre.  Los muros de sus calles exhiben los eslóganes de la libertad y por toda la ciudad se escucha el himno de la nueva Siria: “Levanta la cabeza, eres un sirio libre”.
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  • Los primeros 30 días tras la caída de Bashar al Asad en Siria
    Mientras la comunidad internacional decide si levanta o no las sanciones a Siria, la población se organiza en estos primeros días sin una dictadura que duró más de 50 años. La reconstrucción de la economía, la búsqueda de los desaparecidos y la esperanza de las minorías, son los temas que más preocupan. Poco más de 30 días después de la caída de Bashar el Asad, RFI ha estado en Damasco, Alepo e Idlib recogiendo los testimonios de la transición siria. Desde Damasco con nuestro enviado especial Joan Cabasés VegaLa mañana del 8 de diciembre de 2024, el dictador sirio Bashar al Asad decidió que era el momento de huir de Siria. Y lo hizo tal y como se había mantenido en el poder durante 14 años de guerra civil: de espaldas a su propia población y con la ayuda de sus aliados.Un Mercedes negro y blindado en una base militar rusa suponía el último rastro del presidente sirio en su país natal.Los hombres de Hayat Tahrir al Sham habían completado una ofensiva fugaz y sorprendente. En menos de dos semanas, habían salido del enclave que gobiernan en el noroeste del país y se habían hecho sucesivamente con Alepo, Hama y Homs, algunas de las principales ciudades en Siria. Cuando alcanzaron el Palacio Presidencial, miles de sirios -tanto dentro como fuera del territorio- estaban preparados para celebrarlo.El mismo día que al Asad partió de Siria, multitud de sirios refugiados en el vecino Líbano se acercaron a la frontera. Sentían curiosidad y entusiasmo y, como a Fadi, Khaled, o Adham, les brillaban los ojos cuando hablaban de regresar a casa.“Es la primera vez que voy a ver a mis familiares, a mis amigos, a mi hogar. Voy a ver la tierra de mi país. Voy a ver mi aldea, a la que me han prohibido acceder durante 13 años de vida”, indicaba Fadi, quien había estado refugiado en Líbano al igual que Khaled, que decía con emoción: “¡por supuesto! Todos los sirios estamos contentos porque ahora somos libres de nuestro Gobierno”.“La verdad es que nosotros como individuos de una sociedad, estamos todos igualmente felices. La felicidad de la victoria por supuesto”, aseguraba Adham, que se encontraba con ellos.La búsqueda en SednayaEn el interior de Siria, la caída de 54 años de dictadura supuso un cataclismo. Miles de familias se dirigieron a las cárceles del país para buscar sus seres queridos desaparecidos durante la guerra civil.Más de 100.000 sirios están en paradero desconocido desde hace años, y se cree que el Gobierno desapareció a muchos de ellos. La huida de al Asad y de sus funcionarios permitió a los nuevos líderes la apertura de las celdas y civiles de todo el país acudieron en busca de respuestas a la cárcel de Sednaya, la más temida de Siria.Ahmed Burkani, de unos 45 años, buscaba a su hermano pequeño. Burkani habló con RFI a las puertas de Sednaya solo tres días después de la fuga de al Asad.“Lo sometieron a torturas y se lo llevaron aquí, a Sednaya. Han pasado ya 11 años. En ese momento era solo un niño de 14 años de edad y nunca supimos nada más de él. Hemos venido aquí a preguntar, pero no hemos conseguido nada”, indicó.Civiles sin constancia de que sus familiares hubieran sido jamás detenidos en Sednaya se desplazaban a la prisión. Como Raja Abdelrahouf, quien también echa en falta a su hermano. “He venido aquí a buscar a mi hermano. Lo he estado buscando sin parar durante tres días. Lo he buscado en todos los hospitales y no lo he encontrado. 10 días atrás oímos su nombre. Alguien dijo que mi hermano estaba vivo. Pero hemos venido aquí a buscarlo y no lo hemos encontrado”.Se cree que en Sednaya había miles de presos, pero cuando abrieron las puertas, los islamistas solo se encontraron con 300 detenidos. Ello ha dado lugar a conjeturas sobre posibles ejecuciones masivas y traslado de cuerpos justo antes de la caída del Gobierno.Abdelrahouf ya no sabe dónde buscar a su hermano y, entre lágrimas, pide ayuda al mundo. “Juro por Dios que no he dejado ningún hospital sin supervisar. Llevo tres días sin parar. Lo pido a todos los Gobiernos. Somos un pueblo al que ha sufrido muchas injusticias. Nos han tratado muy mal. Nos han tratado muy, muy mal. Pido a todos los Gobiernos que nos ayudan a buscar a nuestros niños”.Grupos como Amnistía Internacional calificaron la cárcel de Sednaya como un “matadero humano”. Fuentes médicas locales aseguran a RFI que sus celdas de 5 x 5 solían encerrar más de 100 presos al mismo tiempo. La cárcel, ubicada en medio de la nada a media hora de Damasco, es todo hodor y oscuridad.Su apertura también ha liberado los archivos del centro penitenciario. Familias enteras, con personas mayores y niños pequeños, se arrodillan por los rincones mugrientos de la prisión para leer estos documentos y buscar cualquier dato sobre sus desaparecidos.Algunos de estos registros recogen los nombres de los presos muertos o ejecutados en la cárcel de Sednaya. Multitudes escuchan con inquietud la lectura en alto de estas listas negras.Más de 300 kms al norte de Sednaya, los residentes de Alepo aún tratan de hacerse a la idea que Bashar al Asad forma parte de la historia. La mayor ciudad de Siria ha sido el escenario de algunos de los peores episodios de la guerra civil. Como en 2016, cuando la alianza entre al Asad y la Rusia de Vladimir Putin bombardeó Alepo para arrebatar la ciudad de fuerzas hostiles al Gobierno. Human Rights Watch llegó a denunciar crímenes de guerra y el sitio contra varios distritos del municipio.Hoy, el zoco que se extiende a los pies de la ciudadela presenta una enorme destrucción y barrios enteros resultan indistinguibles. En los callejones que siguen en pie, algunos mercaderes abren sus pequeños negocios. Aseguran que la llegada de las fuerzas rebeldes a Alepo -al comienzo de diciembre- les hizo temer el retorno de las bombas de al Asad y de Putin.“Cuando entraron en Alepo, y teniendo en cuenta los bombardeos que han ocurrido aquí en el pasado, nos asustamos muchísimo. Dos días después, cuando supimos que Hayat Tahrir al Sham y el resto de fuerzas rebeldes se habían desplazado a Hama, nos sentimos aliviados porque supimos que no habría bombardeos en Alepo. Pero al comienzo estábamos aterrados por el recuerdo de los que nos pasó al comienzo de la guerra” señaló Hadi, un vendedor en Alepo.El Gobierno de al Asad metió el miedo en el cuerpo de la sociedad civil mediante la mano de hierro. Algunos de los comerciantes con quienes Hadi comparte esquina en el zoco de Alepo han sido torturados. Es el propio Abu Jihad, de unos 55 años, el que se acerca a los micrófonos de RFI para denunciar su paso por las celdas. “Nos dieron una cálida bienvenida con palizas e insultos. Me pusieron en una celda de 3x3 en la que estábamos 25 personas. Lo juro”.Abu Jihad asegura que estuvo 90 días encarcelado, que le hicieron pasar frías madrugadas de invierno al raso completamente desnudo. Y que a veces, le negaban el acceso al baño durante días, haciendo que se tuviera que orinar sobre sí mismo.Historias de vejación como la que sufrió Abu Jihad no son difíciles de encontrar en Siria.La incertidumbre de la transiciónLa transición desde un poder hacia otro con lleva incertidumbre. Durante los primeros días tras la fuga del presidente, la alegría general por la caída del Gobierno supera con creces las dudas sobre lo que está por venir.Pero existe un territorio que supone una posible mirada al futuro a lo que le espera a Siria. Se trata de Idlib, el enclave contrario a al Asad -en el noroeste del país- donde los islamistas de Hayat Tahrir el Sham gobiernan desde 2017. Lo hacen mediante un Gobierno de Salvación que ahora extienden al resto del país. El reto es mayúsculo: Idlib es una sociedad más conservadora y menos diversa que otros territorios en Siria. Hamza Kidah, residente de Idlib, ha sido parte del Gobierno local y confía que el proyecto triunfe ahora a nivel nacional. “El experimento político en Idlib ha sido exitoso. Quienes pudieron llevar a cabo este proyecto empezando desde la nada, podrán, si Dios quiere, aplicar el Gobierno de Salvación sobre todo Siria. Eso es lo que esperamos”.Hamza Kidah también indicó que “tras la formación de este Gobierno en Idlib en 2017, se pudieron implementar ahí servicios básicos a pesar de las débiles capacidades de la administración local. Todo ello se hizo a pesar de que Idlib estaba sitiado por los enemigos, de que era atacado por el régimen de al Asad y de estar económicamente boicoteado”.En las calles de Idlib, donde cuesta ver mujeres con los cabellos al viento, es fácil encontrar vecinos, como Abdelrahman, que lamentan las condiciones que sufría la población civil bajo el Gobierno de al Asad. “Nosotros sabemos cómo la población que vivía bajo el régimen de al Asad sufría una vida miserable. Han ido a la carcel, han sufrido injusticia, han sufrido la falta de libertad de expresión. Aquí, nosotros hemos vivido cómodamente en libertad”, indicó.Con los pies descalzos sobre la alfombra del interior de la mezquita, Omar reconoce que Idlib no es el cielo. Pero asegura que el territorio, de mayoría musulmana suní como todo Siria, disfruta de convivencia entre distintos grupos religiosos. “Durante los tiempos del régimen, había opresión y humillación. Había mucha humillación. Ahora, en Idlib, no te digo que no se cometen errores, pero lo más importante ahora es que gracias a Dios tenemos seguridad, tenemos justicia, y todo el mundo tiene sus derechos. Nosotros somos musulmanes suníes, pero aquí vivimos todos juntos los cristianos, los armenios, los alauitas, y convivimos todas las nacionalidades. No sabemos nada de racismo ni de divisiones. Esto no los quiso imponer el cerdo de al Asad”, señaló.Lejos de consideraciones sectarias, uno de los objetivos del Gobierno interino -liderado por Ahmed al Sharaa- es el impulso económico. Las nuevas autoridades en Siria se esfuerzan en decir y hacer aquello que suene bien en los oídos occidentales. El levantamiento de las sanciones internacionales que pesan sobre el país aligeraría la gestión de Gobierno.“Lo más difícil es la economía. El trabajo no da bastante salario para comprar…”, dice Mohamed Khair al Ghabra, vendedor de perfumes en el mercado de Damasco, quien desea una Siria que salga de la depresión económica. Asegura que mucha gente del país no gana lo bastante para ir al mercado. Y sueña con el regreso de los turistas. “Realmente hace mucho tiempo que no hemos visto ningún turista. Aunque a veces algunos turistas venían a Siria, y cuando los veíamos nos sentimos como ‘oh, Dios mío’, los habíamos echado de menos” contó.Los turistas no llegan todavía a Siria, pero el fin del Gobierno de al Asad ya se percibe en el negocio familiar de los al Ghabra. Por delante de la perfumería damascena se pasean civiles sirios llegados desde territorios del país, como Idlib, antes divididos de la capital a causa del conflicto. Ahora, explican, tienen la esperanza que el mundo le pierda el miedo a Siria.
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  • Los 'cholets', el chalet del cholo próspero, invaden El Alto
    Reportaje desde El Alto sobre los 'cholets', un término que fusiona 'cholo' (mestizo) y la palabra francesa 'chalet' (casa de campo). Estas edificaciones destacan por sus coloridas fachadas y figuras tridimensionales, que incluyen robots, superhéroes como Iron Man, la Estatua de la Libertad y, próximamente, la Torre Eiffel. De nuestra corresponsal en Bolivia, Gabriela Orozco. La fiesta de 15 años de Candy se celebra en el salón Dubai, ubicado en el "Crucero de los Andes", un edificio de 12 pisos en la ciudad de El Alto. "El ambiente de este cholet es excelente", comenta Giovanna, una de las invitadas. A ella le parece "extravagante" el lugar, pero al mismo tiempo reconoce que "es algo nuevo y es bonito probar lo nuevo".Las fiestas que se realizan en los cholets pueden prolongarse durante cuatro días, por ejemplo las de matrimonio, cuenta el dueño de este edificio, Víctor Choque. "El primer día, el viernes, es el tema de la preparación y la logística; el segundo, el sábado, la boda como tal; el domingo, el conteo de los regalos, y el lunes, el cuarto día, la entrega del salón", explica Choque.En estas fiestas también se baila una mezcla de música folclórica con tecno, tradición con modernidad, igual que la decoración interior y exterior del "cholet"’, término que junta la palabra "cholo", que quiere decir mestizo, y "chalet", casa familiar montañesa en francés.Cholet robot, Iron Man, Messi, Estatua de la Libertad…Las fachadas de estas construcciones, además de coloridas, pueden llegar a ser excéntricas con figuras tridimensionales como robots, Transformers o superhéroes modernos como Iron Man. También las hay con monumentos famosos como la Estatua de la Libertad e incluso hay un cholet que tiene en su frontis un platillo volador. Uno de estos cholets, llamado "Messi", exhibe en su fachada una enorme camiseta del "10" argentino. Estas edificaciones, algunas de hasta más de diez pisos, contrastan con las modestas viviendas de El Alto, mayormente construidas de ladrillo, sin pintar, para pagar menos impuestos.El cholet Crucero de los Andes, también conocido como el Titanic Andino y que pronto también será un hotel, tiene en la cúspide un barco que funciona como restaurante. Su propietario, Víctor Choque, dice que inicialmente iba a hacer construir un avión en la parte más alta, pero confiesa que tuvo "algunos inconvenientes, entre otros, que invadimos espacio aéreo de los vecinos con las alas".Víctor Choque asegura además que optaron por el barco porque éste evoca al mar que Bolivia no tiene. "Nosotros decimos que estamos en un mar de ladrillos en el día y en un mar de estrellas o luces en la noche, porque es impresionante ver el atardecer hacia las 6:30 p.m. Es impresionante cómo las luciérnagas comienzan a encenderse. Es un momento maravilloso", afirma.Cholet París inspirado en las Olimpiadas Otra novedad, aunque con algunas diferencias de estilo y forma, es el proyectado Cholet París, una construcción que llevará en su fachada y en toda la estructura nada menos que a la Torre Eiffel. El arquitecto Erwin Chura es el líder de este proyecto encomendado por una próspera madre y su hijo, que tuvieron la idea de construirlo antes de las Olimpiadas de París, idea que se afianzó con la fastuosidad y diversidad mostrada en los Juegos Olímpicos.Además de la emblemática torre, los dueños quieren que el ambiente parisino se refleje en el interior del edificio, mostrando el lujo y la elegancia de las galerías comerciales en la planta baja con la presencia de tiendas de productos exclusivos.El arquitecto Freddy Mamani, impulsor de los cholets en El Alto desde hace más de 20 años, dice que se hace un rescate de la milenaria cultura andina en la modernidad. "Esta arquitectura tiene una filosofía, un espíritu, es vida, es movimiento. Yo llevo los colores para rescatar la cosmovisión andina", dice.En su opinión, sus cholets tienen el sello de la arquitectura que se conoce como "neoandina", su marca registrada, y que ha cruzado fronteras porque sus palacios andinos han sido construidos en Perú, Brasil e incluso hubo una exposición con una réplica del ambiente interior del cholet en un salón de la Fundación Cartier en París en 2018.¿Son auténticamente andinos los cholets?Sin embargo, para el arquitecto Daniel Contreras este estilo no representa al mundo andino y obedece más bien a una mezcla de nociones antiguas con modernas, por ejemplo, las molduras en las paredes. Esta es una línea muy europea que a comienzos del siglo XX representaba estatus en Bolivia y que ahora comparten escena con elementos nuevos de la cultura occidental.Son una serie de nuevos conceptos que aparecen vía internet, la televisión, la televisión por cable y un deseo de diferenciarse del otro con el objeto más rimbombante. Por eso algunos pondrán la Estatua de la Libertad y otros, la Torre Eiffel.Habrían ya más de 300 cholets en El Alto. La construcción de uno de estos edificios de diez pisos o más se estima entre medio y 1 millón de dólares, aunque los más grandes podrían superar estas sumas.Según el analista social Carlos Toranzo, uno de los principales estudiosos de las burguesías cholas en Bolivia, los propietarios son empresarios populares del sector del transporte interdepartamental e internacional, pero también del comercio que importan productos como electrodomésticos, telas y otros bienes de consumo desde China y Estados Unidos y que compiten entre sí para demostrar quién tiene más poder económico.En pocas palabras, los cholets responderían a las necesidades de la sociedad de El Alto. Sin embargo, algunos arquitectos como Daniel Contreras también se cuestionan su falta de funcionalidad."Los cholets no están prestando mucha atención a lo funcional. La excusa es decir: 'Así lo pidió el cliente'. En esencia, se trata de ganar altura. Es decir, el cholet es un chalet puesto en el último piso del edificio. Esa es la denominación cholet. Y después vino la idea de forrar el edificio para que tú levantes la vista y termines viendo el chalet de arriba. Así fue que empezó a tomar mucha fuerza todo el revestimiento de la forma de la torre".Prioridad a la apariencia, no a la funcionalidadPara el creador de los cholets, Freddy Mamani, la funcionalidad sí existe, pero está acorde con las características de la población alteña."Es funcional de acuerdo con su sociedad. Creo que la gente que viene de la Academia no ha entendido esto. Pienso que esta arquitectura se ha adaptado a esta cultura. Se ajusta perfectamente a sus necesidades y al día a día de esta sociedad", precisa.Los cholets son tanto casas particulares como negocios de sus dueños. Puede haber críticas a su funcionalidad, su estética de colores llamativos y formas geométricas diversas, la disposición de los pisos —que incluyen la vivienda de los propietarios en el último nivel o en medio de la construcción—, o la concentración de múltiples actividades comerciales en un solo edificio.En resumen, pueden decirse muchas cosas. Lo que sí es evidente es que los cholets son un fiel reflejo de lo que son sus propietarios: monarcas de pequeños palacios y mini-emporios brillantes de El Alto. Esta ciudad, fundada hace apenas 39 años, pasó de ser un conglomerado de migrantes indígenas aymaras provenientes del campo a una urbe pujante.¿El resultado? El surgimiento de una burguesía chola emergente e imparable. 
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