La muerte de las pandillas del Caribe
En Cancún, el destino turístico más importante de México, llegaron a existir más de 130 pandillas. Esos grupos nacieron alrededor de los años noventa, aunque en ese entonces se trataba de pequeños colectivos de preadolescentes que se juntaban en lotes baldíos para pasar las tardes. Con el tiempo empezaron a proliferar por las calles de la ciudad y a crecer exponencialmente en colonias periféricas. Se tornaron territoriales y tenían como razón de ser la defensa de sus barrios, de otras pandillas o de “amenazas externas”. Estas pandillas, integradas por jóvenes empobrecidos y marginados, con mucho rencor hacia la sociedad que no les garantizó educación ni espacios seguros para la recreación, que les arrebató a sus padres, que trabajan jornadas extenuantes en la industria del turismo, comenzaron a ser cada vez más violentas, al interior, con sus propios miembros, y hacia afuera. Ese rencor, esa violencia y su estructura fue aprovechada por el crimen organizado, que desde hace un lustro comenzó a infiltrarse en ellas. Llegaron primero ofreciendo dinero a cambio de vender droga en sus barrios y luego terminaron por engullirlas completamente. Ahora ya no se ven a grupos de jóvenes reunidos en las esquinas, conviviendo, tomando cerveza y protegiendo su barrio, sino que ahora vemos vendedores de drogas, halcones y sicarios. En este capítulo contamos la extinción de unas pandillas a manos de cárteles de la droga. También es el recuento de la vida de Gil, un expandillero convertido ahora en líder comunitario, quien ha conseguido resistir y sobrevivir a pesar de todo.